domingo, 10 de mayo de 2020

Rockdelux Kaputt

Nos lo cuenta el suplemento  "Culturas" de EL COMERCIO, esta semana. Adiós. Y van cayendo...Una pena. También un comentario de un libro de Pedro Salinas. 






Leí esto de esta autora, dulce y bella, de la que he leído poco, pero me ha gustado. Y a mí, me pasa algo así también. Con otro trabajo, también me pasa, porque estoy acostumbrada a estar sola, a encerrarme, y en este confinamiento no es posible y me afecta, la verdad. Pero pasará. Espero. El diario, ya lo tengo. Lo empecé en 2016. ¿Por qué? Supongo que lo necesitaba. 



Hace unos días me vino a la memoria el perro Satélite del libro De la Tierra a la Luna. El perro muere a bordo y Julio Verne cuenta que la tripulación se ve obligada a lanzarlo fuera de la nave. Uno puede imaginar al pobre Satélite orbitando sin parar, como basura espacial. Algo parecido me sucede a mí. Me cuesta concentrarme, me resulta difícil leer y escribir y doy vueltas por mi casa en una órbita mucho más reducida que la que le tocó a Satélite.
No estoy sola. Muchos de mis colegas y alumnos se encuentran en una etapa de bloqueo creativo. La realidad pesa tanto que no nos permite el vuelo a la ficción. La pandemia nos angustia, la cuarentena nos cercena la vida y los muertos y los enfermos nos entristecen y preocupan. Si la literatura es un viaje exterior pero que se realiza en el interior de quien escribe y los que escribimos andamos con el alma constipada, que diría Pessoa, la falta de fuerzas es normal. Supongo que, con el paso de los días, iremos encontrando una cierta serenidad y volveremos a nuestros proyectos creativos.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos, giramos sin sentido como Satélite? Yo sugiero releer, buscar nuevos significados en viejas lecturas, porque puede resultar un ejercicio muy interesante. Dos de mis relecturas más fructíferas en Cuarentown: Esperando a Godot, de Beckett, y Los persas, de Esquilo. Esta cuarentena abrió, entre otras cosas, mi sensibilidad a entender la espera más profundamente: también nosotros podemos ser personajes hechos de puro presente y espera, como los de la obra del Nobel irlandés. Y cuánto mejor comprendemos los diálogos y las angustias de Vladimir y Estragón ahora. En Los persas (tragedia que no se centra en la violencia de la batalla, sino en la otra cara del conflicto, la espera), Esquilo nos recuerda a través de los ancianos persas que cuando la necesidad apremia, hay que tomarse todo el tiempo necesario para pensar.
Justamente por la necesidad de reflexionar es que propongo como segunda actividad en Cuarentown la de llevar un pequeño diario. Yo me tomo todos los días un ratito y escribo el mío. No lo llevo cotidianamente, pero siempre escribo en momentos difíciles. Creo que registrar nuestros detalles diarios, especialmente en momentos como los que vivimos, significa tomar postura a favor de la vida y de la verdad que somos. Nosotros somos importantes, nuestras vidas son importantes y nuestras sensaciones y lecturas del mundo no son solo importantes, sino que son siempre únicas e irrepetibles. Cada uno de nosotros vive este infortunio a su manera, parafraseando a Tolstoi. No importa si ese diario será publicado o no. Quizá sea el germen de algo, una semilla que puede transmutarse en ficción o poesía o ensayo. O no. Pero escribir un diario es, a su vez, un modo de detenerse y reflexionar. Frente al bombardeo diario de noticias, ahogados en este tiempo de espera, el diario es también un rito para vertebrarnos y ordenar nuestra vida. Escribir un diario durante la pandemia puede ser, además, terapéutico. Decía Pessoa, si escribo lo que siento es porque así disminuyo la fiebre de sentir.
Puede que tengamos días perrunos como Satélite, pero saldremos adelante y volveremos a nuestras vidas, me digo y les digo. Mientras tanto, apuntemos aunque sea unas pocas frases en nuestro diario porque, si es verdad que la literatura es un sueño dirigido, como decía Borges, me sumo a la plegaria de Pessoa y digo: Que los dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar. Sea.

.