Tengo el honor de haber sido invitada a participar en este Workshop de Economía Financiera.
Muy agradecida. Todo un honor.
Será esta tarde.
Tengo el honor de haber sido invitada a participar en este Workshop de Economía Financiera.
Muy agradecida. Todo un honor.
Será esta tarde.
En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el 30/04/2016
Desde el año 2000 no habían coincidido tres estrenos bursátiles en una misma semana. Tras varios meses de sequía, dos compañías lo han hecho el miércoles y ayer viernes le ha tocado el turno a Parques Reunidos. Al igual que Telepizza, esta empresa no es la primera vez que cotiza en bolsa. El 26/05/1999 comenzó a cotizar con una rentabilidad negativa del -4,4%, tras haber fijado un precio de 9,5 euros en su OPV (oferta pública de venta). Se despidió de la bolsa en 2004. En diciembre de 2003, Advent entró en Parques Reunidos a través de una oferta pública de adquisición (OPA), a 6,25 euros por acción. En la transacción invirtió 240 millones de euros, incluida la deuda. Cuando la gestora que hoy encabezan en España Carlos Santana, consejero delegado, y Juan Díaz-Laviada, presidente, compró la compañía en 2003, ésta contaba con 14 parques en España. Entre 2004 y 2007, el grupo adquirió nuevos emplazamientos, hasta alcanzar las 22 instalaciones y dio el salto internacional a Bélgica, Noruega, Francia, Italia y Argentina.
La empresa se vendió en 2007 a Candover
(ahora Arle Capital Partners) por unos 800 millones. Desde entonces, el número
de parques gestionados ha aumentado a 56. Su estreno ayer ha estado flojo y
gris, como todos los de la semana, con un estreno deslucido en el que cayó en
torno a un 5,5% tras haber fijado su precio en 15,5 euros por acción, en la
parte baja de la horquilla de precios de su folleto e incluso por debajo de la
banda reducida que sus colocadores marcaron el miércoles de entre 16 y 16,5.
Una rebaja que anticipaba un escenario pesimista. De cara a la inversión en
este valor, cabe señalar como punto fuerte el citado incremento en el número de
parques distribuidos por una docena de países. Y como riesgo a destacar, que no
convendría perder de vista a ningún inversor de esta empresa, su elevado
endeudamiento, que asciende a unos 1.250 millones de euros, con sus
consiguientes gastos financieros que requieren estabilidad de ingresos.
Una tarde, tras el trabajo en la Universidad de Cambridge, me acerqué a visitar el Fitzwilliam Museum de Cambridge y allí había una exposición de mujeres leyendo. Cuadros de otras épocas, en las que las mujeres se querían mostrar LEYENDO. Como seres pensantes con deseo de instruirse. Y compré un libro de los retratos de esa exposición. En los siglos en que las mujeres estaban discriminadas y relegadas a un segundo plano de mujer objeto al servicio del varón y la crianza de los hijos, en esos siglos se querían mostrar leyendo. Esos siglos fueron todos hasta el XX.
En esta etiqueta dejo los cuadros de aquella interesante exposición.
She is finding escape from routine in the pages of a novel. Or searching the pages of a more serious work for a way to broaden her horizons or transform her life. Or poring over a letter from a loved one. The reading woman represents a long, complex story that has fascinated generations of artists.
Una tarde, tras el trabajo en la Universidad de Cambridge, me acerqué a visitar el Fitzwilliam Museum de Cambridge y allí había una exposición de mujeres leyendo. Cuadros de otras épocas, en las que las mujeres se querían mostrar LEYENDO. Como seres pensantes con deseo de instruirse. Y compré un libro de los retratos de esa exposición. En los siglos en que las mujeres estaban discriminadas y relegadas a un segundo plano de mujer objeto al servicio del varón y la crianza de los hijos, en esos siglos se querían mostrar leyendo. Esos siglos fueron todos hasta el XX.
En esta etiqueta dejo los cuadros de aquella interesante exposición.
She is finding escape from routine in the pages of a novel. Or searching the pages of a more serious work for a way to broaden her horizons or transform her life. Or poring over a letter from a loved one. The reading woman represents a long, complex story that has fascinated generations of artists.
Gloria en Spotify
Le
invito a visitar la nueva entrada ("Criptodivisas evasoras y camiones
parados") de mi blog económico titulado ECONOMÍA CON
SENTIDO COMÚN, para el diario EL COMERCIO, decano de la prensa
asturiana.
Esperando que sea
de su interés.
https://blog.elcomercio.es/economia/2022/03/26/criptodivisas-evasoras-y-camiones-parados/
En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el 11/05/2016
Me llama poderosamente la atención la extrema propensión a la queja de mis conciudadanos. La queja constante es de pésima educación. Basta salir al extranjero para comprender que lo consideran así. El sistema educativo de este país es de lo que más quejas recibe y no niego que sea mejorable pero, en ocasiones, quienes más se quejan son aquellos cuyos hijos no estudian lo suficiente o quienes están muy lejos de haber sido brillantes estudiantes capaces de aprovechar las bondades del sistema, si alguna tenía. Hoy me voy a referir a la atención por parte del sistema educativo de los niños con alta capacidad. Leí no hace mucho un libro titulado “A mí no me parece” de Eva R. Alegría, José Luis Pérez y Félix Ruiz Mahamud. Está lleno de casos prácticos para comprender la alta capacidad. Los autores, del Gabinete de Psicología Ayalga, le ponen nombres a situaciones que yo ya había vivido con mi primogénito. “¿Qué pasa cuando un niño de 4 años que sabe leer, escribir, sumar y restar se pasa cinco horas al día con niños que están aprendiendo las letras minúsculas?” Esa diferencia de ritmos de aprendizaje que puede generar la alta capacidad es la desincronía intelectual. Según los autores, la alta capacidad no encuentra, en nuestro sistema educativo, el mismo amparo legislativo que tienen las discapacidades. No niego que sea así y, de hecho, por una mera cuestión de caridad cristiana es decente atender en primer lugar a los que están por debajo de la media que a los que van sobrados. No obstante, los autores indican que hay aspectos que se deben cambiar, no sólo porque la alta capacidad sea una condición que requiere de atención especial sino porque, de no hacerlo, estaríamos conculcando los derechos de un núcleo de población, al que no se está prestando la ayuda necesaria para desarrollarse como personas. Como expertos, seguramente estarán en lo cierto. Mi visión, como madre de un niño de esas características es que aunque los recursos no sean óptimos, sí he tenido una respuesta por parte de las instituciones y se han tomado medidas. Me parece más sano y constructivo para todos tratar de aprovechar todo lo bueno que sí tenemos y ayudarle a encontrar su mayor talento.
El descubrimiento de esta condición
fue gradual. Cuando me acerqué al colegio a felicitarles por lo rápido que
enseñaban a los niños a leer, la respuesta que obtuve fue: “yo no le he
enseñado; creí que lo habías hecho vosotros y, en clase, aún no lee ninguno
salvo él”. Ese día me dije “Houston, ¿tenemos un problema?”. Decidimos hacerle
una valoración. El proceso fue complejo. Duró varios meses y abarcaba muy
diversas pruebas, de todo tipo. Cuando nos dieron el resultado yo no sabía si
tirar voladores o ponerme a llorar: “su hijo tiene 152 de C.I. (cociente
intelectual)”. Educar a un niño especial implica hacerlo de manera especial,
aunque sin que él se percate de ello realmente. Es preciso además evitar
cualquier tipo de comparación con hermanos y amigos, porque sería muy dañino
para todos. Sencillamente hay personas que están fuera de toda comparación. Y
dejarse ayudar por todos los que lo pueden hacer me parece primordial. A las
madres, a veces nos cuesta soltar a nuestros hijos de nuestro pecho; terminar
de entender que no tenemos hijos para nosotras sino para el mundo. Asumir que,
aunque queramos, no podemos enseñárselo todo y que lo que debemos hacer es ejercer
la dirección orquestal de todas las personas e instituciones que intervienen en
la educación de una criatura. Se dice que “para educar un hijo se necesita toda
la tribu” y es una gran verdad. Todo es mejorable y, tal vez, si los políticos
algún día se dignan a entenderse entre ellos, lo mejoraremos. Mientras tanto
yo, en lugar de quejarme opto por el agradecimiento y por dar a conocer, si el
amable lector no tuviera constancia de ellas, una serie de instituciones que
ayudan específicamente a estos niños. Desde esta Tribuna quiero expresar mi más
profundo agradecimiento a la Consejería de Educación y Cultura, por el reconocimiento
y la incorporación de mi hijo al registro de niños de alta capacidad del
Principado de Asturias; a la evaluadora psicopedagógica de la Consejería, por
la valoración realizada y las directrices elaboradas para los profesores en la
educación del niño, atendiendo a sus especiales necesidades; al InNis
(Instituto Astur-Cántabro para Niños Superdotados) por haber realizado en su
momento la valoración y por los consejos y pautas que nos dieron; a la
asociación APADAC (Asociación de Padres de Alumnos de Altas Capacidades del
Principado de Asturias) con sede en Gijón y de la que formamos parte, por las
múltiples actividades y cursos programados, que constituyen una oferta educativa
adicional extraordinaria y muy interesante para estos niños de apetito
intelectual voraz; al Gabinete Ayalga, por su labor en la educación de padres
de este tipo de niños; a la directora del Colegio Público Cabueñes de Gijón,
por atender con consideración y rapidez los informes a trasladar a los
profesores; al Conservatorio Profesional de Música de Gijón, por aprobar el
acceso de mi hijo a la enseñanza privilegiada de la música que, con toda
seguridad, le enriquecerá como persona y a la federación de ajedrez del Real Grupo
Covadonga, por seleccionarlo en su equipo y ofrecerle con ello la posibilidad
de aprender y competir utilizando la herramienta poderosa que es su cerebro. A un
nivel más personal, a Esther, su primera profesora, que desde los primeros días
de clase me dijo: “Susana, el ritmo de aprendizaje de este niño no es normal”; a
mi madre política, que un día me señaló: “nunca he visto un niño tan inteligente;
ni siquiera su padre lo era tanto”; a su padre, por haber engendrado en mi
vientre a un niño así. Con toda seguridad, si hubiera recurrido a un banco de semen, el resultado no hubiera sido
genéticamente tan logrado. Y por último, pero no menos importante, a mi
queridísima madre, por ser mi mejor docente en el apasionante y difícil ejercicio
de la maternidad.
Visité Tenerife por primera y de momento última vez en 2003. No me gusta gran cosa esa isla. No era madre aún. Ni lo había intentado. Visitamos un yacimiento feísimo. Había un círculo de piedras en el que la tradición marcaba ponerse en el centro, para garantizar la fertilidad de la mujer. Lo hice, por si acaso. No hubo problema. Nada más fácil para mí que quedarme embarazada, parir rápidamente, de manera natural y amamantar a mis hijos. Me lo pusieron muy, muy fácil.
Campamento escolar en la nieve. Mi niña feliz.
Para comerlos ¿sí o no?
Ahora que van creciendo y van siendo menos míos, me agarro a los momentos y las fotos en que solo eran míos, míos....
En viaje a las Cíes hace unos añitos. No tantos.
En el Principado de Asturias tenemos la sana costumbre de dedicar fondos al aprendizaje musical y tenemos varios conservatorios. También un programa de visitas intercentros donde los mejores de cada conservatorio visitan otros conservatorios y actúan.
Supongo que no suena feo decir que mi primogénito ha sido elegido para la visita y concierto de esta tarde en el Conservatorio de Avilés.
Buena suerte pequeño mío. No puedo estar. Tengo otra hija que atender en Gijón.
Ahí estaba estos días, en el salón de actos. Feliz mamá de músicos soy.
Yo me he pasado la vida haciéndolo.
Por lo que veo, de pequeñita - y sigo siéndolo - fui una Skinhead y punkie total. Luego ya fui mejorando y progresando hacia el pianismo más sibarita.
¡Qué a gusto estaba yo con dos mesecitos en el regazo de Pepe Álvarez! No siempre fue así. Relación compleja la nuestra, ¿verdad papi?
Muy interesantes las referencias literarias que señala la autora.
DE LAURA FERRERO
Nueve maneras de buscar al padre
Algunos padres viven tantos años
que no mueren nunca. Otros, sin embargo, desaparecen pronto, o nunca estuvieron
o, peor, estuvieron sin estar. También los hay que hicieron tanta sombra a los
hijos que estos nunca salieron de ahí, de la reclusión, de la oscuridad. Y
padres a los que nunca se pudo matar sino, en el mejor de los casos, esquivar,
correr ante su presencia deseando llegar a tiempo para esconderse en ese otro
lugar que proporciona el arte, la literatura, la palabra.
Los intentos literarios de abordar al padre son tan complejos y
variados como las propias relaciones paternofiliales, pero en todos ellos se
mantiene un mismo elemento: el de la búsqueda, aunque no se hable
específicamente de ella. A los padres se los busca desde la ausencia del padre,
desde la presencia asfixiante, desde el misterio o desde la luz diáfana de lo
cotidiano. Desde el remordimiento, la culpa, la nostalgia, la máxima
reverencia. Desde el amor, la desesperación. En definitiva: los buscamos.
En la historia de la literatura, como en la vida, hay hijos que
conocieron al padre, que lo conocieron mucho, incluso demasiado, porque
compartían profesión, como es el caso de Kingsley y Martin Amis o el
de Shanoo y Hanif Kureishi. Otros,
sin embargo, lo conocieron menos de lo que hubieran querido —el caso de Philip Roth, que
cuenta en Patrimonio—, algunos ni siquiera lo conocieron, o lo
hicieron con años de retraso, como es el caso de Mario Vargas Llosa. Al
escritor le contaron durante muchos años que su padre estaba en el cielo y él,
el niño que era Vargas Llosa, lo besaba a través del cristal de una fotografía
antes de irse a dormir. Sin embargo, el padre, Ernesto, volvió a la
vida a través de la confesión de su madre: le había mentido, pero esa es otra
historia que cuenta el propio Vargas Llosa en El pez en el agua, su
libro de memorias.
A menudo, la crítica ha tachado este tipo de literatura acerca del
padre de terapéutica o peor, de pornografía sentimental. Más allá de lo injusto
de estas calificaciones —porque uno suele escribir como puede y no como
quiere—, el denominador común de los siguientes nueve libros es la voluntad de
acercamiento —no en el sentido de perdonar sino de comprender—, aunque sea
tarde, imposible, o simplemente inútil. También, de alguna manera, todos y cada
uno de los siguientes libros se hacen eco de aquella frase del inicio de Pedro
Páramo: «Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal
Pedro Páramo». Todos hemos vuelto a ese Comala mítico alguna que otra vez. No
sabemos si efectivamente estará ahí el padre —o al menos la idea de padre—,
pero la literatura siempre surge de camino a lugares e ideas que ni siquiera
sabemos si existen. Lo que importa, en realidad, no es Comala en sí, es la mecha
que enciende el relato.
1. El mito: El primer hombre, Albert
Camus.
Albert Camus dedicó parte de su obra a
lo que no estaba, a ese padre del que él apenas recordaba nada. En 1960, cuando
la muerte le sobrevino en un fatídico accidente de coche, encontraron dentro
del automóvil un maletín negro y, en su interior, un manuscrito prácticamente
ilegible —Camus nunca destacó por su buena caligrafía—. Se trataba de su última
obra, el proyecto en el que él había depositado más esperanzas, una obra
manifiestamente autobiográfica llamada El primer hombre. Las ciento
cuarenta y cuatro páginas no vieron la luz hasta treinta y cinco años después,
en 1995, gracias a su hija, Catherine
Camus, que supo entender y poner en contexto las palabras del
escritor. Albert Camus se quedó huérfano de padre, que murió en la Primera
Guerra Mundial, antes de cumplir un año. El primer hombre hace
referencia a esa figura perdida, soñada, idealizada a través de los pocos
recuerdos a los que los demás le darán acceso. La primera parte se titula «La
búsqueda del padre», pero no hay en estas páginas una verdadera búsqueda sino
más bien una ensoñación, un mito fundacional en el que el escritor argelino
construye gran parte de su obra.
2. La fascinación: La hija
del amante, A. M. Homes.
«Mi madre biológica era joven y soltera, mi padre mayor que ella y
casado, con familia propia». La escritora americana A. M. Homes es la
hija adoptiva de un matrimonio judío que le proporcionó una buena educación,
pero también es, como el título de su memoir indica, La
hija de la amante.
Este brutal relato arranca cuando, a los treinta y un años, sus
padres adoptivos le confiesan la verdad de sus orígenes y ella parte en su
búsqueda, la de los orígenes pero, sobre todo, la de su historia. El título del
libro no hace justicia al desarrollo de la trama ya que el foco de la historia
no está puesto en ella, en la amante, su madre biológica, sino en el padre, en
esa fascinación que ejerce sobre nosotros lo lejano y lo desconocido. El padre
biológico de A.M Homes es un ser casi amoral que, llegado el momento, no moverá
un dedo por conocer a esa hija borrada de su memoria. Lo que en última
instancia deslumbra a A.M Homes no es la historia de sus padres biológicos sino
la historia de él, el padre convertido en incógnita, en eterna y magnética
interrogación.
3. La ausencia: La invención de la soledad, Paul
Auster.
Número 6 de la calle Varick, cuarto piso. Nueva York. Ahí
escribió Paul
Auster el que quizás sea uno de sus mejores libros, La
invención de la soledad, que empieza así: «Un día hay vida. Por
ejemplo, un hombre de excelente salud, ni siquiera viejo…». La novela
parte de ahí, de la constatación de que después de que haya vida llega lo
contrario. El padre de un joven Paul Auster muere y el hijo piensa que si no
hace algo, si no toma cartas en el asunto —es decir, si no escribe— su vida
entera, sus recuerdos, su infancia, se irán esfumando detrás de él. Este es un
libro sobre hijos que se convierten en padres antes de haber aprendido qué es
ser hijo. Una reflexión acerca de la muerte y de la paternidad que es, a la
vez, una celebración del amor y de la nostalgia —como en Patrimonio,
de Philip Roth, con el que comparte muchas similitudes—. Sin embargo La
invención de la soledad es una celebración que llega tarde, un poco a
destiempo, cuando el padre ya no está, y solo queda la palabra para abrazar,
para llegar ahí donde un día hubo vida y un hombre de excelente salud.
4. El odio: El padre, Sharon
Olds.
«Mi padre no era una mierda. Era un hombre / equivocándose en la
vida», estos versos tan contundentes pertenecen a uno de los mejores poemarios
que se han escrito sobre el padre. En el momento de su publicación, la crítica
fue unánime al considerar El padre como la mejor obra de la
poetisa Sharon Olds.
Escritos a lo largo de nueve años, los poemas que conforman este libro son la
secuencia que narra la enfermedad y la muerte del padre desde el prisma de la
hija. El padre es alcohólico y la hija nació de una mujer a quien él nunca amó.
Sharon Olds sabe que otros padres miran a sus hijos con ternura y los besan,
que los aúpan y los recogen a las puertas del colegio para llevarlos a
merendar. Sabe también que eso nunca le ha ocurrido a ella. El odio asoma por
las heridas abiertas de estos poemas mientras Olds asiste, esta hija que nunca
ha sido amada o aceptada, a la descomposición del padre, de la idea de padre
pero también de la última esperanza de reconciliación con él.
5. La nostalgia: Tiempo de
vida, Marcos Giralt Torrente.
Vivió un año y medio de vida con su padre, el del final, y aquí
está comprendido, en Tiempo de vida, uno de los más bellos
homenajes a la figura del padre. Marcos
Giralt Torrente escribe porque no quiere abandonar tan
pronto al padre, porque las palabras son a menudo liana pero también
salvavidas. En estas páginas hay una escena particularmente emotiva en la que
Marcos y su padre celebran el último fin de año juntos. Marcos sabe que le
quedan tres meses a lo sumo y, cuando terminan las campanadas y es momento de
abrazos y cotillón, se pregunta: ¿cómo desearle feliz año a quien no va a
tenerlo?
Giralt Torrente ahonda en ese enfado perpetuo ante un padre que lo
desatendió en la infancia para abordar en una acuciante necesidad de
reconocimiento. «Qué pocas veces nos permitimos estar juntos y qué paralizados
estábamos en la mayoría de ellas». Como Auster, Giralt Torrente escribe para
detener el tiempo. Para que en algún lugar, aunque sea en una página de papel,
su padre, el pintor Juan
Giralt, siga vivo.
6. El miedo: La carta al padre, Franz
Kafka.
Es un libro corto o una carta larga en la que toma la palabra el
hijo, Franz,
para escribirle a su padre, Hermann
Kafka, rígido, injusto, autoritario, para darle las razones del
miedo que siente ante su presencia: «Hace poco me preguntaste por qué digo que
te tengo miedo. Como de costumbre, no supe darte una respuesta, en parte
precisamente por el miedo que te tengo, en parte porque para explicar los
motivos de ese miedo necesito muchos pormenores que no puedo tener medianamente
presentes cuando hablo». En la carta rememora algunas situaciones como aquella
en la que Franz, siendo aún niño, fue castigado a pasar la noche en el balcón
por el hecho de haber pedido con demasiada insistencia un vaso de agua. Este y
otros traumas inocularon el miedo y la rebeldía en el autor. Podríamos decir
que Kafka sigue encabezando la lista de los escritores que sufrieron relaciones
conflictivas con sus progenitores. Pero el suyo no fue, como en la mayoría de
los casos, un padre ausente, sino al revés: Franz Kafka podía sentir la figura
de su padre omnipresente en todos y cada uno de los ámbitos de su vida.
7. La violencia: El
desierto y su semilla, Jorge Barón Biza.
«En los momentos que siguieron a la agresión, Eligia estaba
todavía rosada y simétrica, pero minuto a minuto se le encresparon las líneas
de los músculos de la cara». El desierto y su semilla empieza
cuando, tras una larga historia de peleas y reconciliaciones, Eligia y Arón se
reúnen con sus abogados para concretar el divorcio. Parece que todo va bien
hasta que el padre se va a por un vaso que, en lugar de whisky trae ácido, y se
lo arroja a la cara de Eligia. Más tarde, el padre se pega un tiro y el hijo,
el autor de esta demoledora memoir, se va con su madre a Milán,
donde se someterá a varias curas que lograrán una gran mejora aunque no
restablecer su imagen. Al volver a su país de origen, Argentina, parece que
todo va bien —un mantra que se repite a lo largo de la novela— y sin embargo,
Eligia se suicida tirándose por la ventana.
En esta historia todo es real menos los nombres (Eligia se llama
en realidad Clotilde,
y Arón es Raúl
Barón Biza, escritor). El escritor argentino Jorge Barón Biza pone
palabras a la desgracia que colapsó su vida. El resultado, El desierto
y su semilla es esta obra que fue aclamada como fundamental desde su
publicación. Más allá de lo espeluznante del caso, un padre que tira ácido
sobre el rostro de su hasta entonces mujer, lo aterrador no es la primera parte
del título, el desierto, sino «su semilla». La semilla es el hijo, que decide
rehacerse por oposición al progenitor, ser todo lo contrario: nada de
violencia, nada de resentimiento, enrolarse en una especie de pacifismo que lo
aboca a la indiferencia total, a una deuda filial llevada hasta las últimas
consecuencias. Tres años después de la publicación del libro, en septiembre de
2001, Jorge Barón Biza se suicidó.
8. El misterio: Correr el
tupido velo, Pilar Donoso.
Hay una foto muy conocida, en blanco y negro, en la que el
novelista chileno José
Donoso, de perfil, pasa un hombro por encima de su hija Pilar, de trece años,
que lleva el pelo largo, que le cae sobre los hombros y con la sonrisa ladeada,
distraída. Pilarcita, como la llamaban sus padres, la hija adoptiva de este
gigante literario, José Donoso, escribió un libro sobre su padre
titulado Correr el tupido velo. Diez años después de la muerte
de Donoso Pilar se embarcó en una aventura que acabó revelándose como
aniquiladora: leer sus diarios y los de su madre para sacar a la luz los
secretos y mentiras que fueron sus vidas. El libro es descarnado, de una
franqueza total, y nos introduce en los recovecos de una vida familiar en la
que realidad y ficción se desdibujaban la una a la otra. El sufrimiento y el
desgarro quedan embellecidos por la prosa de la hija, en el que termina siendo
un libro de amor al padre. Para Pilarcita la escritura del libro fue
demoledora: «Este libro me removió con una intensidad que me obligó a
replantearme absolutamente todo». Dos años después de la publicación del libro
Pilar Donoso fue encontrada muerta en su apartamento de Santiago de Chile.
9. El amor: El olvido que seremos, Héctor
Abad Faciolince.
Veinte años después de que Héctor
Abad, el padre del escritor, fuera asesinado por sicarios
paramilitares en una calle de Medellín, logró el hijo, Héctor Abad Faciolince,
encontrar las palabras para hilvanar un relato que empieza así: «Somos el
olvido que seremos». Una frase atribuida a Borges que advierte que en toda vida
anida ya la semilla de la desaparición. Aunque la muerte definitiva quizás sea
el olvido y el olvido es justamente lo que este libro viene a combatir. A
diferencia de otras figuras paternas literarias en las que el amor del hijo no
era correspondido, el testimonio de Abad Faciolince es una prueba de un amor
sin fisuras, no de ese amor mítico que surge del desconocimiento, sino del amor
real que surge ante un padre al que se quiere y se admira.
No es fácil escribir sobre amor incondicional, sobre este
vínculo paternofilial casi milagroso que se enfrenta al olvido y a la muerte
desde el único lugar en el que es posible hacerlo, desde el amor.