De lo mejor que he leído en prensa en los últimos tiempos. Enhorabuena al autor.
La verdad solo es una y, o bien fundamentamos vidas y relaciones sobre la verdad, o estamos perdidos.
La validación social de la mentira
Cuando un mentiroso es descubierto intenta confundir a
quien lo descubrió alegando, por ejemplo, que no hubo mentiras, sino cambios de
opinión
Gerardo Castillo Ceballos
Facultad de
Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Martes,
19 de diciembre 2023, 21:28
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La mentira ya no conlleva el estigma de antes y
últimamente se validad socialmente, sobre todo en el ámbito de la política.
Pero eso no puede evitar que sea y siga siendo un antivalor moral. La raíz de
actual tolerancia con la mentira es el nuevo nihilismo del siglo XXI, que anula
la distinción entre la verdad y la mentira. En la posverdad o mentira emotiva
priman las emociones sobre los hechos objetivos: la apariencia de verdad es
para algunos más importante que la propia verdad.
Alfonso López Quintás, catedrático de Filosofía de la
Universidad Complutense de Madrid, afirma que actualmente la mentira se
considera rentable, en cuanto le permite a uno salir airoso de ciertos apuros y
montar estrategias eficaces para vencer sin necesidad de convencer. Si se va
con la verdad por delante, no se llega lejos; en cambio, la mentira es un
recurso de éxito.
La actual 'cultura' de la mentira está propiciando la
mitonomia, que es la adicción de las personas a mentir de forma compulsiva. El
mitómano tiene como principal origen de sus mentiras el narcisismo, que es una
tapadera de sus inseguridades. El mentiroso compulsivo construye su propia
identidad con el propio entrenamiento de las mentiras que dice y que repite.
Algunos síntomas del mentiroso patológico compulsivo
son: la sonrisa involuntaria producida por el placer que produce una mentira
exitosa; no es capaz de aguantar la mirada; usa demasiadas palabras para
intentar ser creíble; alardea de sí mismo; y tiene necesidad permanente de ser
admirado.
Las mentiras estimulan al mitómano y le confieren de
un escudo para protegerse frente a realidades incómodas. A pesar de ello, la
ansiedad suele formar parte de la vida del mentiroso compulsivo, ya que posee
una preocupación desmesurada por ser descubierto. Y cuando esto le pasa,
intenta confundir y manipular a quien lo descubrió, por ejemplo, alegando que
no hubo mentiras, sino cambios de opinión. En ese caso se intenta suplantar la
mentira por la rectificación de un error.
La mentira es un acto consciente y deliberado, pero no
tiene por qué ser intencional, ya que existe la mentira inconsciente, que se
relaciona íntimamente con el autoengaño, el mentirse a uno mismo. Se debe a un
proceso de razonamiento incorrecto, según el cual se distorsiona la
interpretación de un suceso para protegerse de una realidad desagradable que no
se quiere asumir.
La mentira consciente provoca un serio perjuicio tanto
al mentiroso como al engañado. Al que miente le perjudica en el sentido que
altera seriamente su sentido de la realidad, y provoca que poco a poco pierda
la capacidad de diferenciar lo que es verdad de lo que es falso, y acabe
creyendo sus propias mentiras. La consecuencia más directa que surge de la
mentira es el daño emocional que hace a la persona engañada. Además, se la
induce a tomar decisiones que nunca habría tomado.
Frente a la 'cultura' de la mentira urge promover la
'cultura' de la verdad. Se podrá objetar que esta propuesta no es realista,
porque, ¿qué posibilidades tiene si la verdad sigue siendo irrelevante e
ignorada por algunos políticos e intelectuales? O peor aún: la dificultad de
contrarrestar la mentalidad relativista de nuestro tiempo, que afirma que la verdad
es relativa y niega la existencia de verdades absolutas. Pero de ser esto así
tal afirmación se refuta a sí misma.
Michael Lynch, profesor de Filosofía de la Universidad
de Connecticut, sostiene que la verdad sí importa, tanto en la vida personal como
en la vida política. Explica que el creciente cinismo acerca de la verdad parte
en buena medida de nuestra confusión sobre qué es. «Necesitamos superar nuestra
confusión y despojarnos de nuestro cinismo acerca del valor de la verdad».
La verdad es un valor vinculado a la honestidad, que
implica la actitud de mantener en todo momento la veracidad en las palabras y
en las acciones. La familia y la escuela deben fomentar el amor a la verdad
desde edades tempranas, tanto con la enseñanza como con el ejemplo. El amor a
la verdad posibilita una sana convivencia y es condición para cualquier otro
amor.