Los académicos tenemos unas plataformas automáticas de búsqueda de citaciones de nuestros trabajos de investigación en Google Scholar. En este caso, no es una citación de ese tipo, sino de prensa.
Me hace mucha ilusión profesional y es todo un honor. Sin duda.
Está además recogido en la selección de prensa de la Universidad de Oviedo.
Todo un honor colaborar con la Bolsa de Madrid, con BME (Bolsas y Mercados Españoles) en aquello en lo que servidora pueda ayudar.
Lo cierto es que es todo un privilegio, un reconocimiento y un honor profesional ser referencia en el artículo junto con nombres como Angel Bergés, que fue miembro del tribunal de mi tesis doctoral, allá por el año 2000 y un economista de referencia en este país, como Emilio Ontiveros.
Muy honrada y agradecida.
Seguimos.
Ibex 35: Los pecados que conducen a la
bolsa española a la irrelevancia (elconfidencial.com)
PÉRDIDA DE ATRACTIVO
Los pecados que conducen a
la bolsa española a la irrelevancia
La bolsa española ha ido perdiendo importancia a
escala internacional en los últimos años sin que desde el ámbito político se dé
la menor muestra de preocupación
Agustín Monzón
19/02/2022 - 05:00
Durante su controvertido mandato desde la Casa Blanca, Donald Trump hizo de
los éxitos de Wall Street uno de sus más
obvios motivos de orgullo, aprovechando cada récord para sacar pecho.
Este orgullo contrasta de forma marcada con la relación de los gobernantes
en España con el mercado financiero nacional. Ni la bolsa española ha
dado motivos suficientes para presumir durante la última
década, ni los políticos españoles se muestran
excesivamente predispuestos a hacer suyos los logros de los mercados
financieros del país. De hecho, la mayor parte de las veces que el Ibex ha sido
mencionado por alguna de las principales fuerzas políticas de España ha
sido con una connotación negativa, como la enseña bajo la que se
esconderían todos los males del llamado capitalismo clientelar (o de amiguetes), plagado de abusos, desigualdades y hasta corrupción. Partiendo de
esa concepción, resulta más fácil entender el desinterés con el que desde los
resortes del poder en España se ha contemplado en los últimos años el declive
de los mercados financieros nacionales. Una pérdida de pujanza que resulta muy
obvia atendiendo a los datos de evolución bursátil (desde 2010, el rendimiento
total del Ibex ha sido del 25%, 223 puntos porcentuales menos que las
bolsas mundiales), pero también en otros muchos factores, como los flujos
de inversión, el hundimiento de los volúmenes de negociación, el número de
compañías cotizadas en el mercado nacional o la limitada cobertura por parte de
las casas de análisis. La bolsa española, que en noviembre de 2007 llegó a
representar casi el 2% de la capitalización mundial, apenas supone hoy un 0,6% del total.
Existen muchas razones para observar esta dinámica como una pésima noticia
para el país. “En las economías en las que los mercados tienen una mayor
participación en la financiación empresarial, las compañías están mejor
equipadas para manejar choques económicos, crear empleos, permitir a los
inversores participar en la valoración de empresas y contribuir en la creación
de compañías de rápido crecimiento, toda vez que se asignan más fondos hacia
una economía sostenible”, refería Susana Álvarez Otero, profesora titular de
Economía Financiera de la Universidad de Oviedo en un artículo publicado en enero de 2021 por BME, el gestor de la bolsa española.
En este artículo, Álvarez Otero menciona diversos factores que, en su
opinión, respaldan la importancia de unos mercados financieros sólidos como impulso
al desarrollo económico nacional. Entre otros, destacarían las evidencias de
que las empresas cotizadas tienen una propensión muy superior a
invertir en I+D que las que no forman parte de los mercados. Otra, los
criterios de mayor transparencia a los que están obligadas las compañías que
forman parte de la bolsa. “En mi opinión, este es un argumento principal que justificaría
casi por sí solo la intervención administrativa: lo negativo que resulta el
hecho de que, si las empresas que se están financiando con capital privado no
están siendo transparentes, ello puede generar a largo plazo desconfianza en el
sector corporativo y, a la postre, pérdida de financiación”, apunta.
La reducción de empresas cotizadas implica
un menor grado de transparencia corporativa
Pese al aparente desdén de los políticos españoles, la mejora del
funcionamiento de los mercados de capitales es, desde hace años, un objetivo
clave de la política económica europea, que la persigue a través del Plan de
Acción de la Unión del Mercado de Capitales, con la que se pretende dar un nuevo impulso a los mercados de la región,
que desde hace tiempo adolecen de una evidente pérdida de
competitividad frente a los de Estados Unidos y Asia, de dolorosas
consecuencias para su evolución económica. En un artículo publicado en 2018 en la revista del ICE, Ángel Berges y Emilio Ontiveros, socios fundadores de Afi, subrayaban el
freno al desarrollo de la economía europea y, en concreto, la española que se
deriva de la excesiva dependencia de la financiación bancaria frente a la que
ofrecen los mercados de capitales. Según defendían, esta, “siendo actualmente
abundante y barata, no es la más apropiada para ecosistemas más
favorables a la innovación y al crecimiento de las empresas de menor
dimensión, algo de lo que tan necesitado está nuestro país, y Europa en
general”.
Estas necesidades no han dado pie, con todo, a una actuación urgente y
decidida por parte de los legisladores continentales, ni mucho menos, en
España, donde, al contrario, se han adoptado medidas poco propicias para la
competitividad del mercado nacional. Entre ellas, se sitúa el impuesto sobre las transacciones financieras, más comúnmente conocido como tasa Tobin, que el Gobierno puso en marcha
en 2021 para gravar con un 0,2% la compra de acciones de cotizadas españolas
cuya capitalización supere los 1.000 millones de euros. “El resultado no ha
sido bueno. Competimos en un mercado mundial, en el que las empresas, para
atraer financiación, tienen que enfrentarse a una cantidad enorme de
alternativas para los inversores. Y tener una tasa no es un punto
positivo, no ayuda a la competitividad de la financiación de las
empresas españolas”, observa Domingo García Coto, director del Servicio de
Estudios de BME.
García Coto lamenta que “no estamos siendo capaces de encontrar esa
complicidad en la política sobre la importancia de tener unos mercados que
contribuyan a la financiación de las empresas”, algo que, además de en la tasa
Tobin, se vería reflejado, en su opinión, en una panoplia legislativa que no se
caracteriza por ser especialmente favorable a los mercados. Entre otras
cuestiones, cita el cambio de régimen fiscal de las socimis, los obstáculos fiscales que limitan el desarrollo de vehículos clave como
los ETF o las SPAC o la ausencia de incentivos para el desarrollo de fondos
especializados en la inversión en pymes.
A todas estas cuestiones, que estarían limitando el atractivo de la bolsa
española para los inversores nacionales e internacionales, se sumarían otras de
un cariz más amplio, referentes a la visión del país fuera de nuestras
fronteras, según indica Javier Niederleytner, profesor del Master en Bolsa y
Mercados Financieros del IEB. “Cuando se ve cómo ha actuado este Gobierno en
cuestiones como la fiscalidad de las sicav, el intervencionismo en el mercado
eléctrico, la reforma laboral…, son muchos los inversores internacionales
que se cuestionan cómo van a confiar en este país”, advierte.
Y señala, como contraste, la mayor confianza de la que se ha hecho acreedora la
bolsa italiana (en 2021 el Ftse Mib sumó un 23%, frente al 7,93% del Ibex
35) desde que asumió la dirección del Gobierno trasalpino
Mario Draghi, con unas políticas más favorables al
mercado. “En España, hay empresas de gran calidad, pero el interés apunta hacia
otro lado”, argumenta.
Cabe señalar, en cualquier caso, que muchos de los males que padece la
bolsa española son compartidos con otros muchos mercados internacionales,
aunque su manifestación en el parqué nacional sea mucho más intensa. Así, el
persistente descenso del número de empresas cotizadas es un fenómeno que se
viene dando desde hace varios lustros en la mayor parte de las bolsas
occidentales. “Hay diversos motivos que explican esta disminución, entre
ellos los bajos tipos de interés, con la facilidad que ello supone de acceder a
financiación ajena por parte de las empresas, o el auge del capital
riesgo y el 'private equity'. Por supuesto, la situación derivada del
covid-19 también ha tenido un gran impacto en los mercados”, explica Ana
Martínez-Pina, coordinadora de Regulatorio Financiero de Gómez-Acebo &
Pombo y exvicepresidenta de la CNMV.
Los números son contundentes. Desde finales de 2018, el Mercado Continuo de
la bolsa española solo ha asistido al estreno de cuatro compañías (Soltec,
Ecoener, Línea Directa y Acciona Energía). Mientras, un gran número de las
que cada año aparecen en las quinielas como candidatas a dar el salto al parqué
acaban desistiendo, con Ibercaja como uno de los casos más recientes. E incluso resulta cada vez más común que compañías de origen español
decidan cotizar en mercados extranjeros, como ha ocurrido recientemente con el
grupo Wallbox o, más significativamente, con Allfunds, que buscó acomodo en la bolsa holandesa.
En paralelo, se cuentan por decenas las compañías que, tras un periodo más
o menos largo de cotización, acaban optando por tomar el camino de salida, ya
sea por su fusión con otra compañía cotizada, su compra por parte de grupos
privados o su simple desaparición. En los últimos 12 meses, hasta ocho
empresas han dejado de cotizar en el mercado español, según los datos de BME.
Todo esto ha resultado en que, a día de hoy, en la Bolsa de Madrid se
cuenten un total de 124 empresas, un número que contrasta con las casi 400 que
forman parte de la Bolsa de Estocolmo. Las cotizadas de Suecia, un país habitualmente
señalado por sus políticas favorables al desarrollo de sus mercados
financieros, suman una capitalización cercana a los 1,1 billones de
euros, un 77% superior a la del mercado español, a pesar de ser un
país con una población cuatro veces menor.
Palancas de impulso
Esta situación obliga a cuestionarse si se podrían tomar medidas para hacer
más atractiva para las empresas españolas la opción de cotizar en bolsa. Para
Martínez-Pina, la respuesta es clara: “Sí se podrían adoptar medidas
legislativas que aligerasen tanto el proceso de salida a bolsa como las
obligaciones que tienen las sociedades cuando ya cotizan, siempre
teniendo en cuenta que la transparencia y la protección al inversor en una
sociedad cotizada suponen obligaciones adicionales, que no se exigen a una
empresa que no tiene acceso al mercado y al pequeño ahorrador”.
La responsable de Gómez-Acebo & Pombo llama la atención sobre algunas
medidas recientes, como la supresión de la información financiera
trimestral obligatoria o la introducción de las
acciones de lealtad, que ofrecen la posibilidad a que los accionistas que
lleven dos años en la compañía tengan doble voto, que podrían ayudar a
incentivar las salidas a bolsa. También aboga por dar un impulso a
medidas que han resultado exitosas en otros mercados, como las SPAC, e
invita a considerar la posibilidad de introducir algún incentivo fiscal para
los inversores en acciones cotizadas. Este último aspecto también es
resaltado en el artículo ya citado de Álvarez Otero, que habla de la necesidad
de crear una cultura de participación en los mercados de acciones. Según
resalta, menos de la mitad de los hogares europeos invierte en activos
financieros distintos de los depósitos bancarios (con la única excepción de
Suecia, donde el 60% sí invierte). “Considero primordial promocionar la
educación financiera para generar una cultura inversora entre la
ciudadanía que entienda la importancia de tener una bolsa de valores
fuerte con muchas empresas cotizadas, es decir, un mercado financiero amplio”,
sostiene.
Pero esa labor más pedagógica no solo debe apuntar a los inversores, sino
también a los empresarios, tal y como defiende Javier Fernández-Galiano,
director de Financial Advisory de Deloitte. “En España, existe un tema
cultural relacionado con la salida a bolsa: las compañías, por diferentes
razones, dan prioridad a otras alternativas estratégicas u operaciones corporativas
antes que a la salida a bolsa. En otros países de nuestro entorno, es mucho más
frecuente ver salidas a bolsa. Esta labor pedagógica con las compañías, que
desde luego ya se está trabajando, se debería continuar por los diferentes
participantes del mercado”, señala. A esta cuestión, Fernández-Galiano
suma otra variable importante: el tamaño de las operaciones. “Si el tamaño que
el emisor busca es demasiado pequeño y, por tanto, solo tiene encaje en el BME Growth, este mercado
cuenta con poca presencia de inversores institucionales y falta de liquidez.
Por el contrario, para acudir al Mercado Continuo, los inversores
institucionales y los bancos colocadores reclaman un tamaño mínimo de operación
que muchos emisores no buscan. Por tanto, existen muchas operaciones
que actualmente no tienen encaje en ninguno de los mercados”, explica.
Esta cuestión está muy relacionada con un factor que la mayor parte de las
voces del mercado considera determinante en la situación de la bolsa
española: el tamaño medio de las empresas en España, considerablemente menor que en los países de nuestro entorno. Un
menor tamaño hace menos asequibles las cargas (costes de emisión,
exigencias administrativas, informativas…) que conlleva la participación en los
mercados financieros. Y, al mismo tiempo, la no participación en los mercados
supone un freno al crecimiento de esas empresas, conformando un círculo vicioso
dañino para los intereses de la economía nacional.
El reducido tamaño de las empresas
españolas es un hándicap para su salto a la bolsa
Precisamente, el presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventura, se refirió,
en una reciente intervención durante la celebración del evento Spain Investors
Day, a la necesidad de articular vías que favorezcan el salto al mercado de las
pymes. “Debemos potenciar nuestro mercado de pymes cotizadas y para ello son
necesarias mediadas desde diversos frentes, tales como incrementar la cultura
de mercado, potenciar la formación y asesoramiento independiente a empresas en
materia de financiación. También es conveniente reflexionar sobre cómo
dirigir la inversión colectiva a los mercados de pymes, por ejemplo
revisitando la necesidad de liquidez diaria de determinados vehículos de
inversión colectiva que pueden atender estos mercados. O actuar favoreciendo un
mayor acceso del inversor minorista al mercado bursátil, o desarrollar
posibles incentivos fiscales que hagan más atractivo que las empresas
coticen, porque es esencial para la economía española”, comentó entonces.
Pero tampoco puede ignorarse que en la preferencia cada vez más marcada de los
empresarios por buscar opciones de desarrollo para sus negocios fuera de la
bolsa influyen también una serie de factores relativos a la evolución de la
economía sobre los que poco efecto puede tener la regulación. Son cuestiones
relacionadas con el surgimiento de una economía cada vez más basada en
intangibles —que reduce la necesidad de capital de las empresas y las
hace más renuentes a la transparencia exigida en los mercados públicos— o el
desarrollo de una economía de mayor competencia global, que limita
el tiempo con el que cuentan los fundadores de una empresa para explotar el
éxito de sus negocios y anima a venderlas en etapas más iniciales, en las que
el salto a la bolsa aún puede resultar prematuro.
No obstante, en todas estas cuestiones influye, obviamente, la existencia
de alternativas con un alcance cada vez más mayor, entre las que destacan los
distintos vehículos de capital privado. La exclusión de cotización de Másmóvil
en 2020, tras su adquisición por parte de varios fondos de capital riesgo,
o la venta, también en 2020, de Idealista —un habitual de las quinielas de candidatos a salir a bolsa— a otro
fondo privado son ejemplos claros de cómo este tipo de inversores se han
erigido en los últimos años como una pujante competencia para las
bolsas, ofreciendo unas valoraciones que muchas veces resultan inasumibles
sobre el parqué. En este sentido, Domingo García Coto observa que el capital
riesgo es una vía de financiación de proyectos empresariales complementaria y
muy válida. Pero considera que, en muchas ocasiones, “el terreno de juego está
desequilibrado, con una regulación más propicia para la actividad del
capital riesgo”, por lo que insta a buscar fórmulas de reequilibrio.
La escasez de nuevos proyectos que llegan al mercado español ha contribuido
a cronificar la que se asume que es una de las claves del relativo bajo
rendimiento de la bolsa española en los últimos años: el elevado peso de negocios considerados de la “vieja
economía” y la escasez de compañías centradas en las
tendencias más pujantes en el mercado, como la digitalización.
García Coto admite que el relevo de los grandes valores del Ibex avanza muy
lentamente, pero, aun así, observa razones para el optimismo en el crecimiento
del mercado para pymes BME Growth. Solo en 2021, este mercado
experimentó la incorporación de 14 nuevas empresas, con un crecimiento neto
en el número de sus miembros de ocho, hasta los 127, con una capitalización
conjunta superior a los 18.000 millones de euros.
“Esperamos que el BME Growth consiga desarrollarse aún más para cubrir
ese hueco que algunos emisores están buscando para salir a cotizar. En
2021, ya existieron algunas operaciones relevantes en el BME Growth y confiamos
en que en 2022 haya un mayor desarrollo en nuestro mercado alternativo en
diferentes aspectos (liquidez, inversores, analistas)”, indica también
Fernández-Galiano.
BME Growth, anteriormente conocido como MAB, es la principal pieza de un
entramado que el operador de la bolsa española ha ido articulando en los últimos
años y que tiene como fin facilitar a las empresas en las distintas
etapas de su desarrollo el acceso a los mercados financieros para
obtener la financiación que puedan requerir.
El reciente salto al
Mercado Continuo de Atrys Health, hasta entonces miembro de BME Growth,
constituye una prueba de éxito de las que permiten mantener la esperanza de una
próxima revitalización de la bolsa española. Sin embargo, para ello sería
necesario que este tipo de casos representaran la norma más que una
excepción. Es mucho lo que queda por trabajar para alcanzar ese escenario,
que solo será factible con el convencimiento de todos los actores implicados de
que un mercado financiero fuerte es una base esencial para una economía
saludable.
SELECCION DE PRENSA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO