Corría el verano de 1998 y estaba yo con un chico en un garito de pijos de Somió en Gijón y me pregunta: "¿Qué te pareció el Amercian Psycho? Es uno de mis libros favoritos, por no decir el que más".
¿El American qué? Respondí.
Me replica: "Dices que te gusta la literatura y no has leído el Amercian Psycho?"
Sigo diciendo que me gusta y la necesito para vivir, pero no considero que la obra cumbre de Bret sea una joya de la literatura universal. Lo leí, claro que lo leí, por lo que representaba para él. Creo que me gustó más la película que hicieron tiempo después. Me encanta el protagonista. Es un actor colosal.
Después de ese le regalé otros de Bret pero no le convencieron tanto, así que ni los he abierto.
Recuerdo que leí "Less than Zero" en inglés, para un examen de cuarto curso de la Escuela Oficial de Idiomas, y no me gustó nada de nada.
Dejo más abajo entrevista reciente sobre sus andanzas. Ahora publica "Blanco" y yo veo muy negro que lo lea. Qué no...qué no ye lo mío.
Me examinaron de esto.....
Al público le gusta cuando
tomo cocaína con Basquiat pero mi libro es una historia intelectual”
Bret Easton Ellis publica ‘Blanco’, un ensayo autobiográfico sobre el cine,
las redes sociales y la cultura de la victimización
No todos los días te descuelga el teléfono
una leyenda. Desde su casa de Los Ángeles, Bret Easton Ellis (Los
Ángeles, 1964), el autor de American
psycho (1991), una de las novelas más influyentes de su época, atiende
a este diario para hablar de su nuevo libro, Blanco (Random House), una
especie de autobiografía intelectual a caballo entre el ensayo cultural (mucho
cine y literatura), la confesión íntima y las opiniones políticamente
incorrectas que va lanzando como hachazos. Si en American psycho el protagonista
era un yuppie de Wall Street que se convertía por las noches en un asesino en
serie, aquí se trata de él, sin juegos de espejos, un joven que consigue ser
escritor de éxito, que se hace famoso y va a fiestas con los actores de
Hollywood, cae en crisis enormes y, en su madurez, cuestiona los lugares
comunes del pensamiento progresista.
-¿Dónde se encuentra usted?
-En casa, bajo cuarentena, aquí
no es tan duro como donde usted vive. Se nos permite ir a comprar, no tenemos
polis patrullando, pero de repente ahora nos dicen que no podemos bajar ni al
colmado de la esquina. Mi novio está todo el día enganchando a las noticias y
toma más precauciones, se pone de los nervios, pero yo me lo tomo con calma.
-¿Cuál fue la primera idea del
libro?
No fue mía, sino de mi agente:
‘¿Por qué no haces un libro de pequeños ensayos, Bret?’. Cuento lo que supone
ser miembro de la generación X, las películas que han cambiado mi vida... Para
mí, es una historia intelectual, mía pero también de una época.
-Son unas memorias pero
atípicas: habla sólo un poco de sus padres, da sólo algunos detalles de sus
juergas con famosos...
-No quise escribir unas
memorias llenas de datos, tal vez algún día lo haga. Hay gente decepcionada,
esperaban detalles de mis novios, de drogas... Cuento algo pero prefiero hablar
del postimperio americano, de Trump, de la mierda de las políticas
identitarias... Y lo hago a través de detalles personales. Al público lo que le
gusta, claro, es la escena en que esnifo cocaína en un lavabo del Odeon con
Basquiat y pocos meses después se muere. Pero mi libro no es eso.
Elogia las películas de
terror que veía de niño...
-Eran explosiones sangrientas
no pensadas para niños, pero que veía con pasión. Crecí en los años 70, un
mundo construido exclusivamente para adultos en el que no había nada para
niños, menos los dibujos del sábado por la mañana y algún estreno de Disney.
Eso me ayudó a crecer más rápidamente. Estoy muy agradecido, aprendí que la
vida incluye una buena parte de decepciones, desilusiones y penas. No me gustan
los lloriqueos. Sueno como un viejo ¿verdad? Me la suda, ‘Menos que cero’, mi
primer libro, ya sonaba como escrito por un viejo. De niño, me urgía ser un
adulto. Ahora todo el mundo está con los videojuegos, pero entonces el mundo
infantil no tenía ningún interés. Hoy puedes ser un crío toda tu vida, hasta
los 70 años si te da la gana.
-En Nueva York usted vivía en el mismo
edificio que Tom Cruise.
-Fuimos vecinos muchos años,
unos veinte, desde finales de la década de los 80 hasta que me mudé en el 2006,
ahora se lo he alquilado a dos gays españoles monísimos. Tom vivía arriba mío.
Nos encontrábamos en el ascensor, si yo estaba con algún chico y él aparecía
dentro, eso les impactaba mucho porque ya era una estrella descomunal. Me
identificaba con él, es de mi edad, los dos estábamos en la cresta de la ola,
él como actor y yo como escritor. Era enigmático, pero aún no inaccesible, era
enérgico, eternamente joven, despreocupado...
-¿Son muy diferentes los
actores de la gente común?
-Tienen problemas, neurosis,
todo en su vida se magnifica. Amo a los actores, muchos son mis amigos, tuve
novios actores y me quemé con ellos. Son pasivo-agresivos, obsesionados con
gustarte, dependen de su atractivo y eso los hace inseguros. Lo mismo sucede
con los escritores, que teatralizamos las cosas. Al escribir, intento imaginar
las escenas más impactantes, y acabas haciendo lo mismo en tu vida real,
especialmente ahora con el virus. Pienso: ¿moriremos mi novio y yo? Los actores
son como mascotas, guapísimos, son mentirosos por naturaleza, sobre todo en Los
Ángeles, porque eso les ayuda en su carrera.
-También conoce a Quentin
Tarantino...
-Me dijo que Kathryn Bigelow no
habría ganado el Oscar si no fuera mujer y estuviera buena. Yo también lo
pienso. ¿Qué tiene de malo opinar eso? Es simplemente tratar a Bigelow como una
persona adulta, una directora que no le convencía. Las redes sociales se nos
echaron encima.
-Ese es otro tema de ‘Blanco’,
las opiniones en la red.
-Me irrita hasta la ansiedad
que se considere que está muy mal dar tu opinión. No le hablo de homofobia ni
de racismo, sino de opiniones normales, que algo te gusta o te disgusta, hoy se
señala a las personas que emiten las opiniones “equivocadas”. Me da rabia que
se enfaden tanto por mis tuits, que yo considero inocuos. Tengo todo el derecho
del mundo a expresar opiniones no suficientemente meditadas. Basta con no
hacerles caso.
Hablenos de ‘The
Canyons’, la película de Paul Schraeder que usted produjo.
-¿No la ha visto? ¡Debería
verla, búsquela en alguna plataforma! Amo esa película, es mi mejor experiencia
en Hollywood. Costó solo 200.000 dólares, los juntamos entre mi dinero y el
micromecenazgo. Es un experimento. Nunca quisimos que llegara a los cines, pero
al final hasta recuperamos lo invertido. ¿Es una gran película? No, no lo
pretendíamos pero es la posibilidad de hacer algo distinto, mostrar que hay
vida fuera de Hollywood.
-Llama la atención ver a James
Deen como actor normal...
-Es un actor fantástico, borda
su papel. Ella, Lindsay Lohan, también está fantástica. James Deen parece el
chico que vive al lado, realmente guapo, con un carisma natural aunque, claro,
resulta que también hace cine porno, pero yo escribí el papel para él. La
pornografía me parece bien: ¿qué hay de malo en cosificar a hombres y mujeres
atractivos? El problema es que es de acceso tan fácil que pierde el
romanticismo que tenía ir a buscar un ejemplar del ‘Playboy’.
-Escribe más de cine que de
literatura.
-Ciertamente. Un libro lo
experimento de modo muy emocional, personal, íntimo, y me cuesta hablar de
ello, mientras que las películas se hacen para ser comentadas, me dan ganas de
hablar de ellas.
-¿Qué problema tiene con David
Foster Wallace?
-No me lo creo como escritor de
ficción, lo que realmente era es un gran periodista y reportero, un cronista.
En los 80, se dio cuenta de que había mucha gente que se hacía rica muy joven
escribiendo una novela, pensó que no seria demasiado difícil, y se puso a
hacerlo a los 21 años con ‘La escoba del sistema’, claramente influenciada por
mi novela ‘Menos que cero’... y fue encumbrado como un genio. No me imagino a
un escritor de verdad haciendo algo como ‘La broma infinita’, lo siento, me
parece una estafa, un fake book , me sorprende –bueno, no– que tanta gente se
lo haya tomado en serio. Pegaba a las chicas, las amenazaba con matarlas,
sufría serios problemas psicológicos, era increíblemente cruel. ¿Por qué nos lo
pintan como un tipo angelical, pánfilo y auténtico? Fue un capullo y un autor
menor, sobrevalorado.
-¿Hay una manera políticamente correcta de
ser gay?
-Hay una manera políticamente
correcta de ser todo: mujer, persona de color, gay... Soy un mal gay, no soy
grupal. Soy un viejos gay, antes nos metían en la cárcel, echo de menos cuando
serlo tenía una parte de juego peligroso, los tiempos de Mapplethorpe, de la
novela ‘Faggots’ de Larry Kramer. Yo me niego a ser un modelo positivo de vida.
-¿Vivimos en una
sociedad de víctimas?
-Sí. Veo a jóvenes educados en
universidades buenas, privilegiados blancos, diciendo que viven oprimidos.
¡Vaya risa! ¿Tu identidad te convierte automáticamente en oprimido? ¿Oprimido,
yo? ¡Vamos anda! Si eres gay, mujer, negro... te enseñan a ser víctima. Hay una
competición por ver quién es más víctima y el premio del concurso es que el
ganador tiene derecho a tener más poder que tú. Lo mejor hoy es ser latina,
transexual, mujer y con una minusvalía, esa será la que tengan por modelo. Es
con este tipo de ideas col las que los izquierdistas han matado a la izquierda.
- Dibuja a los demócratas
de EE.UU. como malos perdedores ante Trump...
-Si este libro hubiera sido
escrito en la era de Bush, habría despotricado contra el Tea Party. No me
gustan los movimientos políticos de este tipo, ni de un lado ni de otro,
tampoco el mundo hipster de Obama. No he votado a Trump, pero tampoco a Hillary
Clinton. Mi novio es muy joven y es socialista, partidario de Bernie Sanders, a
quien yo veo muy ingenuamente poco práctico. Ninguna persona racional se
comportaría como se comportan los progresistas ante Trump, con histeria y
ataques fuera de toda proporción. ¿Ha ganado Trump? Pues asumidlo, tíos, y la
próxima vez buscad un candidato mejor que otra Clinton.
-Trump era ya el héroe de su
psicópata Patrick Bateman en 1991.
-Los chicos de Wall Street lo
tenían como su ídolo, era muy famoso, salía en los periódicos cada día,
financiaba a los diferentes partidos, era apuesto, se llevaba a todas las
chicas, se movía por la ciudad en su limusina, creó un modelo. Se le menciona
unas 40 veces en el libro. No era un político, y de hecho se le consideraba por
gran parte de la élite progre neoyorquina. Trump es como el Joker, el puto amo,
sin reglas, se ríe de todos y no necesita el dinero de nadie.
- ’American psycho’ no fue
publicado por la editorial que lo contrató, Simon & Schuster, que se echó
atrás en el último momento. Tal vez no estamos tan mal en libertad de
expresión.
-¡Sí lo estamos! ¿Puedes
escribir lo que quieras, decir lo que te pase por las narices, cantar lo que
quieras? Pues parece que en las redes sociales no están permitidas ciertas
bromas sobre el grupo de gente que se victimiza, cada día twitter y facebook
expulsan a gente por ofender. ¿Pero qué basura de libro o de película vas a
hacer si no ofendes a nadie? En privado, todos son mucho más interesantes
cuando hablan, pero en público la gente se corta, se autocensura porque están
ahí, vigilándote, los del #metoo, los identitarios, siempre listos a arrancar
un trozo de tus frases y crucificarte. Yo he sufrido las ‘fake news’ que el
puto ‘New York Times’ lanzó sobre mí, y estuvieron a punto de destrozarme la
carrera en 1991, tuve un sarpullido a causa de todo eso.
-¿Cuál es la última
fiesta a la que ha ido?
-A una de Chanel, este año, me
lo pasé muy bien pero regresé pronto a casa, a las diez y media. Ya no voy a
fiestas en Los Ángeles, son una falsedad, estoy muy viejo y cansado, mi novio
es mucho más joven (el cantante Todd Michael Schultz) y tampoco va.
-¿Cuál es el mejor escritor
estadounidense vivo?
-Jonathan Franzen. ‘Libertad’
es una obra maestra que me gustaría haber escrito. ‘Las correcciones’, también.
-En una novela, es un libro que
arrastro desde hace 14 años, una historia autobiográfica de los 80, sin la
artificialidad de ‘American psycho’, es sobre algo terrible que me ocurrió en
la universidad, y la gente que conocí allí. Pero también escribo cine y series,
las novelas ya no conectan con el público como antes, ya no se puede soñar en
hacer la gran novela americana.