sábado, 18 de abril de 2020

Cucina e camera da letto




Gloriosa escena. 

Cucina e camera da letto. 

Ella le reprocha que va de flor en flor y él que no sabe hablar más que de cocina y cama. Cuánto agradezco las enseñanzas de italiano de mi profesora PierAngela Farnesio, nativa del Piemonte italiano, un lugar muy afectado por el virus. Sin duda, la fuerza e intensidad de la escena ganan en versión original con las voces de los actores. 
Ella le replica que siempre está inquieto e insatisfecho. 
Sin saberlo, se contesta a sí misma, la pobrecilla.  

Nadie quiere escapar de dónde está satisfecho y la causa de la insatisfacción del muchacho es bastante evidente. 
Sabe cocinarle sus spaguettis a la bolognesa, plato preferido, y poco más. 
Una mujer poco visible. Una mujer amagada porque no es un mujer presentable en el siglo XXI. Es evidente. Pero esto ya lo vio Fellini no en el siglo XXI sino en el pasado, en 1960. 

Esta cocinera de spaguettis a la bolognesa al menos tiene unas facciones preciosas y unos ojos felinos. Otras, ni eso. Hasta cara de pan, como bien dice Sara Mesa, que lo dice muy bien, poque escribe muy bien. 

La igualdad bien entendida en pleno siglo XXI implica que las mujeres podemos esperar de los hombres que no sean machistas, o que intenten no serlo si nos aman. Y ha de haber reciprocidad en las exigencias, porque si no es así, no tiene gracia la igualdad, ni es una igualdad justa. Los hombres, también pueden esperar de las mujeres que les aporten algo más que lo que Marcello le reprocha a Emma. Solo cucina e camera da letto. 

No hago spoiler porque la ha visto todo el mundo, ¿verdad?

Después de esta escena y de las cosas que se dicen el uno al otro, Marcello hace lo único posible, abandonar ese amor enfermizo y dependiente que no le aporta nada, más que un lastre con el que está cargando y del que finalmente decide desprenderse. 
Pero claro, eso es ficción y este es un Marcello valiente. 

Los problemas existenciales o de identidad, en realidad, son falsos. 

Si uno no sabe quien es, basta con que se de media vuelta en la cama. Si quiere seguir ahí, y está satisfecho, pues ya está. Ya sabe quien es. Debería aceptarlo y ser feliz con ello, y mostrarlo y no amagarlo, en aras de una falsa privacidad. Esconder la identidad de la persona amada, de la que supuestamente estamos orgullosos porque es el testigo principal de nuestras vidas, el Elegido o la Elegida, esconder a esa persona no es privacidad, es un insulto.
Si está satisfecho y es lo que quiere, pues con esa media vuelta en la cama resuelve sus problemas de identidad personal. 


Y si no está satisfecho al darse media vuelta en la cama, como le pasa a Marcello con Emma, lo coherente es poner pies en polvorosa y largarse. Pero la ficción literaria o cinematográfica tiene que encajar, tiene que tener sentido. 

Y la vida, "como parece que no tiene sentido", pues algunos se la pasan tomando decisiones que no tienen sentido. Y viven vidas sin sentido. Hay vidas que sí tienen sentido, en lo profesional y, también, en lo personal. 

No todo el mundo fracasa en ese aspecto. No todos. Marcello, ese fotoperiodista con ínfulas de escritor, aún no ha logrado el éxito profesional y personal, pero deja la puerta abierta a ello al final de la peli. Busca su redención. 

Otros sí lo han logrado. Y se les nota. Si no es cuestión de que tenga cara de pan, o lorzas a gogó, o voz cazallera, es cuestión de lo que es. De amarse con mutuo orgullo y mostrarlo. El amor verdadero no se esconde. Hay pecados feos y gordos, pero tanto cómo ese, creo que no. Y este poeta que preside el Cervantes, no lo comete.