sábado, 25 de abril de 2020

Bret Easton Ellis

Corría el verano de 1998 y estaba yo con un chico en un garito de pijos de Somió en Gijón y me pregunta: "¿Qué te pareció el Amercian Psycho? Es uno de mis libros favoritos, por no decir el que más".
¿El American qué? Respondí.
Me replica: "Dices que te gusta la literatura y no has leído el Amercian Psycho?"
Sigo diciendo que me gusta y la necesito para vivir, pero no considero que la obra cumbre de Bret sea una joya de la literatura universal. Lo leí, claro que lo leí, por lo que representaba para él. Creo que me gustó más la película que hicieron tiempo después. Me encanta el protagonista. Es un actor colosal. 
Después de ese le regalé otros de Bret pero no le convencieron tanto, así que ni los he abierto. 
Recuerdo que leí "Less than Zero" en inglés, para un examen de cuarto curso de la Escuela Oficial de Idiomas, y no me gustó nada de nada. 
Dejo más abajo entrevista reciente sobre sus andanzas. Ahora publica "Blanco" y yo veo muy negro que lo lea. Qué no...qué no ye lo mío. 












Me examinaron de esto..... 



Al público le gusta cuando tomo cocaína con Basquiat pero mi libro es una historia intelectual”
Bret Easton Ellis publica ‘Blanco’, un ensayo autobiográfico sobre el cine, las redes sociales y la cultura de la victimización
No todos los días te descuelga el teléfono una leyenda. Desde su casa de Los Ángeles, Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964), el autor de American psycho (1991), una de las novelas más influyentes de su época, atiende a este diario para hablar de su nuevo libro, Blanco (Random House), una especie de autobiografía intelectual a caballo entre el ensayo cultural (mucho cine y literatura), la confesión íntima y las opiniones políticamente incorrectas que va lanzando como hachazos. Si en American psycho el protagonista era un yuppie de Wall Street que se convertía por las noches en un asesino en serie, aquí se trata de él, sin juegos de espejos, un joven que consigue ser escritor de éxito, que se hace famoso y va a fiestas con los actores de Hollywood, cae en crisis enormes y, en su madurez, cuestiona los lugares comunes del pensamiento progresista.
-¿Dónde se encuentra usted?
-En casa, bajo cuarentena, aquí no es tan duro como donde usted vive. Se nos permite ir a comprar, no tenemos polis patrullando, pero de repente ahora nos dicen que no podemos bajar ni al colmado de la esquina. Mi novio está todo el día enganchando a las noticias y toma más precauciones, se pone de los nervios, pero yo me lo tomo con calma.
-¿Cuál fue la primera idea del libro?
No fue mía, sino de mi agente: ‘¿Por qué no haces un libro de pequeños ensayos, Bret?’. Cuento lo que supone ser miembro de la generación X, las películas que han cambiado mi vida... Para mí, es una historia intelectual, mía pero también de una época.
-Son unas memorias pero atípicas: habla sólo un poco de sus padres, da sólo algunos detalles de sus juergas con famosos...
-No quise escribir unas memorias llenas de datos, tal vez algún día lo haga. Hay gente decepcionada, esperaban detalles de mis novios, de drogas... Cuento algo pero prefiero hablar del postimperio americano, de Trump, de la mierda de las políticas identitarias... Y lo hago a través de detalles personales. Al público lo que le gusta, claro, es la escena en que esnifo cocaína en un lavabo del Odeon con Basquiat y pocos meses después se muere. Pero mi libro no es eso.
Elogia las películas de terror que veía de niño...
-Eran explosiones sangrientas no pensadas para niños, pero que veía con pasión. Crecí en los años 70, un mundo construido exclusivamente para adultos en el que no había nada para niños, menos los dibujos del sábado por la mañana y algún estreno de Disney. Eso me ayudó a crecer más rápidamente. Estoy muy agradecido, aprendí que la vida incluye una buena parte de decepciones, desilusiones y penas. No me gustan los lloriqueos. Sueno como un viejo ¿verdad? Me la suda, ‘Menos que cero’, mi primer libro, ya sonaba como escrito por un viejo. De niño, me urgía ser un adulto. Ahora todo el mundo está con los videojuegos, pero entonces el mundo infantil no tenía ningún interés. Hoy puedes ser un crío toda tu vida, hasta los 70 años si te da la gana.
-En Nueva York usted vivía en el mismo edificio que Tom Cruise.
-Fuimos vecinos muchos años, unos veinte, desde finales de la década de los 80 hasta que me mudé en el 2006, ahora se lo he alquilado a dos gays españoles monísimos. Tom vivía arriba mío. Nos encontrábamos en el ascensor, si yo estaba con algún chico y él aparecía dentro, eso les impactaba mucho porque ya era una estrella descomunal. Me identificaba con él, es de mi edad, los dos estábamos en la cresta de la ola, él como actor y yo como escritor. Era enigmático, pero aún no inaccesible, era enérgico, eternamente joven, despreocupado...
-¿Son muy diferentes los actores de la gente común?
-Tienen problemas, neurosis, todo en su vida se magnifica. Amo a los actores, muchos son mis amigos, tuve novios actores y me quemé con ellos. Son pasivo-agresivos, obsesionados con gustarte, dependen de su atractivo y eso los hace inseguros. Lo mismo sucede con los escritores, que teatralizamos las cosas. Al escribir, intento imaginar las escenas más impactantes, y acabas haciendo lo mismo en tu vida real, especialmente ahora con el virus. Pienso: ¿moriremos mi novio y yo? Los actores son como mascotas, guapísimos, son mentirosos por naturaleza, sobre todo en Los Ángeles, porque eso les ayuda en su carrera.
-También conoce a Quentin Tarantino...
-Me dijo que Kathryn Bigelow no habría ganado el Oscar si no fuera mujer y estuviera buena. Yo también lo pienso. ¿Qué tiene de malo opinar eso? Es simplemente tratar a Bigelow como una persona adulta, una directora que no le convencía. Las redes sociales se nos echaron encima.
-Ese es otro tema de ‘Blanco’, las opiniones en la red.
-Me irrita hasta la ansiedad que se considere que está muy mal dar tu opinión. No le hablo de homofobia ni de racismo, sino de opiniones normales, que algo te gusta o te disgusta, hoy se señala a las personas que emiten las opiniones “equivocadas”. Me da rabia que se enfaden tanto por mis tuits, que yo considero inocuos. Tengo todo el derecho del mundo a expresar opiniones no suficientemente meditadas. Basta con no hacerles caso.
Hablenos de ‘The Canyons’, la película de Paul Schraeder que usted produjo.
-¿No la ha visto? ¡Debería verla, búsquela en alguna plataforma! Amo esa película, es mi mejor experiencia en Hollywood. Costó solo 200.000 dólares, los juntamos entre mi dinero y el micromecenazgo. Es un experimento. Nunca quisimos que llegara a los cines, pero al final hasta recuperamos lo invertido. ¿Es una gran película? No, no lo pretendíamos pero es la posibilidad de hacer algo distinto, mostrar que hay vida fuera de Hollywood.
-Llama la atención ver a James Deen como actor normal...
-Es un actor fantástico, borda su papel. Ella, Lindsay Lohan, también está fantástica. James Deen parece el chico que vive al lado, realmente guapo, con un carisma natural aunque, claro, resulta que también hace cine porno, pero yo escribí el papel para él. La pornografía me parece bien: ¿qué hay de malo en cosificar a hombres y mujeres atractivos? El problema es que es de acceso tan fácil que pierde el romanticismo que tenía ir a buscar un ejemplar del ‘Playboy’.
-Escribe más de cine que de literatura.
-Ciertamente. Un libro lo experimento de modo muy emocional, personal, íntimo, y me cuesta hablar de ello, mientras que las películas se hacen para ser comentadas, me dan ganas de hablar de ellas.
-¿Qué problema tiene con David Foster Wallace?
-No me lo creo como escritor de ficción, lo que realmente era es un gran periodista y reportero, un cronista. En los 80, se dio cuenta de que había mucha gente que se hacía rica muy joven escribiendo una novela, pensó que no seria demasiado difícil, y se puso a hacerlo a los 21 años con ‘La escoba del sistema’, claramente influenciada por mi novela ‘Menos que cero’... y fue encumbrado como un genio. No me imagino a un escritor de verdad haciendo algo como ‘La broma infinita’, lo siento, me parece una estafa, un fake book , me sorprende –bueno, no– que tanta gente se lo haya tomado en serio. Pegaba a las chicas, las amenazaba con matarlas, sufría serios problemas psicológicos, era increíblemente cruel. ¿Por qué nos lo pintan como un tipo angelical, pánfilo y auténtico? Fue un capullo y un autor menor, sobrevalorado.
-¿Hay una manera políticamente correcta de ser gay?
-Hay una manera políticamente correcta de ser todo: mujer, persona de color, gay... Soy un mal gay, no soy grupal. Soy un viejos gay, antes nos metían en la cárcel, echo de menos cuando serlo tenía una parte de juego peligroso, los tiempos de Mapplethorpe, de la novela ‘Faggots’ de Larry Kramer. Yo me niego a ser un modelo positivo de vida.
-¿Vivimos en una sociedad de víctimas?
-Sí. Veo a jóvenes educados en universidades buenas, privilegiados blancos, diciendo que viven oprimidos. ¡Vaya risa! ¿Tu identidad te convierte automáticamente en oprimido? ¿Oprimido, yo? ¡Vamos anda! Si eres gay, mujer, negro... te enseñan a ser víctima. Hay una competición por ver quién es más víctima y el premio del concurso es que el ganador tiene derecho a tener más poder que tú. Lo mejor hoy es ser latina, transexual, mujer y con una minusvalía, esa será la que tengan por modelo. Es con este tipo de ideas col las que los izquierdistas han matado a la izquierda.
- Dibuja a los demócratas de EE.UU. como malos perdedores ante Trump...
-Si este libro hubiera sido escrito en la era de Bush, habría despotricado contra el Tea Party. No me gustan los movimientos políticos de este tipo, ni de un lado ni de otro, tampoco el mundo hipster de Obama. No he votado a Trump, pero tampoco a Hillary Clinton. Mi novio es muy joven y es socialista, partidario de Bernie Sanders, a quien yo veo muy ingenuamente poco práctico. Ninguna persona racional se comportaría como se comportan los progresistas ante Trump, con histeria y ataques fuera de toda proporción. ¿Ha ganado Trump? Pues asumidlo, tíos, y la próxima vez buscad un candidato mejor que otra Clinton.
-Trump era ya el héroe de su psicópata Patrick Bateman en 1991.
-Los chicos de Wall Street lo tenían como su ídolo, era muy famoso, salía en los periódicos cada día, financiaba a los diferentes partidos, era apuesto, se llevaba a todas las chicas, se movía por la ciudad en su limusina, creó un modelo. Se le menciona unas 40 veces en el libro. No era un político, y de hecho se le consideraba por gran parte de la élite progre neoyorquina. Trump es como el Joker, el puto amo, sin reglas, se ríe de todos y no necesita el dinero de nadie.
- ’American psycho’ no fue publicado por la editorial que lo contrató, Simon & Schuster, que se echó atrás en el último momento. Tal vez no estamos tan mal en libertad de expresión.
-¡Sí lo estamos! ¿Puedes escribir lo que quieras, decir lo que te pase por las narices, cantar lo que quieras? Pues parece que en las redes sociales no están permitidas ciertas bromas sobre el grupo de gente que se victimiza, cada día twitter y facebook expulsan a gente por ofender. ¿Pero qué basura de libro o de película vas a hacer si no ofendes a nadie? En privado, todos son mucho más interesantes cuando hablan, pero en público la gente se corta, se autocensura porque están ahí, vigilándote, los del #metoo, los identitarios, siempre listos a arrancar un trozo de tus frases y crucificarte. Yo he sufrido las ‘fake news’ que el puto ‘New York Times’ lanzó sobre mí, y estuvieron a punto de destrozarme la carrera en 1991, tuve un sarpullido a causa de todo eso.
-¿Cuál es la última fiesta a la que ha ido?
-A una de Chanel, este año, me lo pasé muy bien pero regresé pronto a casa, a las diez y media. Ya no voy a fiestas en Los Ángeles, son una falsedad, estoy muy viejo y cansado, mi novio es mucho más joven (el cantante Todd Michael Schultz) y tampoco va.
-¿Cuál es el mejor escritor estadounidense vivo?
-Jonathan Franzen. ‘Libertad’ es una obra maestra que me gustaría haber escrito. ‘Las correcciones’, también.
-¿En qué trabaja?

-En una novela, es un libro que arrastro desde hace 14 años, una historia autobiográfica de los 80, sin la artificialidad de ‘American psycho’, es sobre algo terrible que me ocurrió en la universidad, y la gente que conocí allí. Pero también escribo cine y series, las novelas ya no conectan con el público como antes, ya no se puede soñar en hacer la gran novela americana.