Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL de EL COMERCIO
el 21/07/2019, con motivo del nombramiento
del nuevo presidente del Principado de Asturias
En una ocasión leí un
cuento, o tal vez soñé que lo leía, en el que uno de los personajes, el tonto,
era asturiano y, además, ignorante musical. El cuento era muy bueno pero, como ovetense,
no me gustó ver que alguien eligiera a un asturiano como tonto principal de la
historia. ¿Qué hemos hecho para que nos tomen por tontos? Mucho, empezando por
nuestro “grandonismo”. Somos la cuna de España y todo eso. Vivimos como la
Vetusta de Clarín: con un sentimiento de lo grandes que fuimos, de melancolía,
de lo que nos debe España por todo ello. Esto nos paraliza porque trasladamos los
problemas al exterior. Tienen una deuda histórica con nosotros y nos han de
subvencionar y eso nos anestesia. En cualquier balanza fiscal salimos ganando.
A Asturias no le interesa nada de nada que se publiquen las balanzas fiscales
como pide Cataluña. Además, nos pasamos la vida quejándonos de lo mal que va
todo y del poco caso que nos hace el Estado. La
capacidad de movilización de los trabajadores ha resuelto temporalmente la
situación. La tasa de pobreza en Asturias es bastante inferior a la
media española. Se ha dicho recientemente que tenemos la ratio de criminalidad
más baja de España. Gijón: ciudad sin crímenes. Esto no es la desarticulación
social, no son bolsas de miseria. Es una generación de migrantes con títulos
universitarios. El pasado viernes (19/07/2019) EL COMERCIO publicaba que el 55%
de los jóvenes con formación universitaria abandona el Principado. Dato
demoledor. La pregunta es: ¿qué va a suceder cuando
se acaben las subvenciones o cuando vayan muriendo los pensionistas? Es
evidente que las transferencias recibidas hacen que con un paisaje desolador de
tiendas cerradas y jóvenes reales que emigran, no “leyendas urbanas”, no
hay un gran nivel de deterioro social y urbanístico. Los jóvenes están en paro,
en unas cifras altísimas, pero los padres o los abuelos les pagan los estudios
con el dinero de las pensiones. España es uno de los países con la tasa de
natalidad más baja del mundo y Asturias tiene la tasa de natalidad más baja de
España. La correlación entre trabajadores activos y jubilados es la más
desfavorable del país. Quedamos aquí formando una sociedad de viejos y de
funcionarios. Otro ejemplo de lo mucho que nos aferramos al pasado es lo que está
pasando con la descarbonización. Toda la Asturias institucional ha reclamado
que el carbón siga siendo importante. No es de recibo y no es ecológico. Ya es
hora de pasar página a la Asturias de Villa (ese mafioso que llevaba sus bolsas
de dinero al banco) y no ya porque robara, sino porque empesebró a esa
izquierda dinamitera, que pedía prejubilaciones en lugar de plantear una alternativa
real a la reconversión. En realidad, sí había dinero —los fondos mineros— para buscar
una alternativa, pero lo gestionó directamente el sindicato y el resultado ha
sido un auténtico desastre y un despilfarro monumental.
La izquierda,
especialmente la sindical, no ha hecho aún una revisión crítica de esos años, un
balance de en qué se gastaron los fondos mineros y es tremendo. Siempre queda la tentación de arreglarlo todo con
obras erráticas y fallidas: museos vacíos de las cuencas, gran puerto de Gijón
que ha resultado ser un fiasco, la regasificadora, la variante de Pajares en la
situación que está, el Metrotren de Gijón, cuyo túnel está hecho y atraviesa la
ciudad, un conducto gigantesco, abandonado e inundado que ha consumido millones
de euros. No es que Asturias sea la región que menos ha crecido desde la
democracia, es que es la que menos ha crecido desde los años sesenta. Somos un geriátrico que hay que
mantener. ¿Cómo se podrá vivir aquí? ¿Continuando con la reducción de
población? Cuantos menos seamos, más fácil será vivir de los subsidios.
Si vamos a 800.000 habitantes, no sería difícil de subsidiar con un salario
mínimo universal.
Los gobiernos regionales se han
centrado en el turismo y los servicios, la
construcción, finanzas y bancos, y todo esto ha acabado con Asturias. Y ahí
está el quid de la cuestión y la motivación para el cambio. Tendremos un nuevo
gobierno en Asturias en breve, pero los retos son los mismos que hace cuatro
años: superar el hecho de ser la autonomía más envejecida de España a la cola
de la recuperación tras las crisis, con jóvenes que se van y familias que viven
de las pensiones mineras. Einstein dijo:
“No esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo”. Pues si no
queremos seguir por esta vía hay que hacer justo lo contrario. Esto es, fomentar
la creación de empresas, potenciar la industria que es la que en verdad genera
empleo, lo cual permitiría que nuestros hijos, los primeros en quienes pensamos
las madres, no tuviesen que emigrar. Llevar a cabo políticas fiscales
atractivas, bajadas de impuestos y generación de un caldo de cultivo para la
creación de riqueza. Pero no la riqueza de los políticos que, como hemos visto
aquí en Gijón, y seguiremos viendo, se han puesto de acuerdo muy rápidamente
para subirse el sueldo, sino la de los ciudadanos. Dudo muchísimo que el nuevo
gobierno haga nada de esto, pero igual se da por aludido y lo hace y así
empezamos a levantar cabeza y la próxima vez que alguien escriba un cuento, el
protagonista tonto no es un asturiano sino un catalán. Un pueblo que, por
cierto, lleva bastante tiempo haciendo el tonto. Tanto como nosotros, pero de
otra forma.