domingo, 21 de julio de 2019

Esclavos de las palabras públicas

En la Academia decimos: "Todo investigador es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras". Nuestras palabras públicamente expresadas quedan ahí. Si yo escribo un artículo en prensa o hago una afirmación pública, asumo que puede haber gente que no opine lo mismo. Incluso asumo y estoy abierta a pensar que puedo estar equivocada. En eso, entre otras muchas cosas, consiste el ser inteligente: en asumir que no necesariamente estamos en posesión de toda la verdad. De hecho, la ciencia trata de eso: de encontrar la verdad, no de dar siempre la razón a un científico u otro. 
Lo que yo le digo a mi esposo en la cama, es privado y queda en un círculo privado. No hay réplica más que la que él pueda o quiera darme. 
Lo que escribo en prensa o digo públicamente en un ámbito profesional, asumo que puede tener réplica y opiniones contrarias. Y si no puedo asumirlo, lo que tengo que hacer es no decirlo. 

Ni más, ni menos.