miércoles, 10 de julio de 2019

Berna Glez. et moi

Asistí el pasado domingo a la presentación de la nueva novela de Berna González. Se la compré porque me da buena espina; me gustó la de las lágrimas de Claire Jones. Le pedí que me la firmara y mi niña hizo fotos. Berna se dejó. No sé muy bien esto para qué sirve, pero bueno, esta vez me hizo ilusión. No vaya ser que un día den el premio Nobel a alguno de los que presentan por aquí y hayamos perdido la oportunidad de tener foto. 

Por cierto, cómo metió la gamba hasta el corvejón, el director del festival cuando presentando esta novela hizo referencia a la anterior, a la de Claire Jones, ubicándola en una provincia española que no era. Berna suavemente le rectificó, sin rectificarle, y él ni se enteró porque solo se estaba escuchando a sí mismo. Olé. 


Cuando me veo en las fotos que me hizo mi niña, veo la chapa que le dí a Berna, comentándole lo que me había gustado de su novela anterior, y madre mía, hay que ver que no me callo ni con una esponja en la boca, y sumergida en el agua. ¡Qué rollo tengo! ¡Qué brasas soy! Viéndolo en la secuencia fotográfica no sé si me dan ganas de reír o llorar. Bueno, mejor reírse de una misma. 







  
Bueno, parece que le dejé contestarme. Menos mal, Susanita, menos mal...



















Y mi peque que es un sol, que se la puede llevar a todas partes, entreteniéndose y atendiendo a lo que se decía. De la que nos fuimos para casa, me pregunta: "O sea mamá, que novela negra es cuando hay muertos en la novela". Después de oír lo de la prostituta descuartizada de Lorenzo y Noemí, ya estaba curada de espanto. Y yo le contesté: "Pues en principio sí, pero no necesariamente". No lo saben ni ellos. Y es que los niños hacen preguntas muy lógicas pero muy difíciles de contestar. 




Preparadas las tres generaciones en casa, para poner una nota de color, el pasado domingo, en la negrura del festival de novela negra, llamado la Semana Negra, cubierto por una capota perenne de cielo gris, casi negro. 


RED DRESS CODE