sábado, 18 de abril de 2020

Desde mi balcón

Donde vivo no escucho aplausos a las ocho de la tarde, ni  músicos aficionados en el balcón, ni poetas de tercera división recitando bodrios. 
No. 
Escucho a mi hijo tocar el piano. Este año, con coronavirus y todo, se va a merendar primer y segundo curso de Nivel Profesional en un mismo año académico, dado su nivel pianístico y conocimiento de la teoría musical. 
¡Olé por ello! Escucho a mi niña tocar el violonchelo. Y escucho la buena música que me gusta y tengo en casa. Sin auriculares y fuera del teléfono. Qué pecado mortal escuchar música así. 
Y cuando salgo al jardín escucho esto. 
¡Ah! Y a las ocho de la tarde, el cura de la bella Iglesia de Caldones, al otro lado del valle donde vivo, toca las campanas cinco minutos. Eso sí lo escucho.