jueves, 16 de abril de 2020

Lo que tú quieras, cariño

Recuerdo que mi hijo, cuando recibió el Premio Extraordinario de Educación Primaria del Ayuntamiento de Gijon el pasado año, evocó en su discurso a su tutor del último curso de Primaria y a su profesora de la etapa de Infantil: Esther. 
Esther les decía que había dos palabras mágicas: "Por favor y Gracias". Y que las usasen siempre para pedir las cosas y agradecerlas. 
En mi opinión, en el matrimonio, hay también unas palabras mágicas. Pero son para mí, y en mi matrimonio. "Lo que tú quieras, cariño"
Y no lo digo porque sí. Sencillamente lo pienso y lo siento así. 
Cuando me casé, y este próximo diciembre se cumplirán 20 años (si es que no me pide antes el divorcio para irse con una morenaza veinteañera, esas cosas pasan) estaba convencida de que para mí había 4 o 5 cosas importantes. Por el resto, no discuto. Lo mismo me da esta peli que esta otra, que ir a este sitio o a este otro, que veranear aquí o allá. Si quieren mi opinión, la doy y punto. Por el resto, no me compensa discutir. En el trabajo no soy así, pero en pareja sí. 
Ahora, después de casi 20 años casada, he descubierto que no son 4 o 5 cosas las que verdaderamente me importan, sino 2 o 3, con lo cual discutir conmigo es algo así como rodar la película de "Misión Imposible". 
Otra cosa es dialogar, opinar, intercambiar pareceres....pero discutir qué va, que va....
Por eso no entiendo lo que dice esta actriz respecto a las relaciones de pareja y la convivencia. Y lo comento porque me parece una mujer interesante, y casi, casi de mi edad. Me voy acercando a la temida edad. Brrrrrrrrr....

Ni pienso que la convivencia tenga que ser la muerte o el fin de una pareja como señala ella. Si es así, mala, malísima cosa creo yo, en relación a esa pareja. 
Ni pienso que sea absolutamente necesario convivir todos los días, para vivir el amor o tener y mantener pareja estable. 
Ambas cosas me parecen circunstanciales. 
Tener pareja, sentir que tienes pareja depende de que estés enamorado. Es cuestión de amar y que te amen. 
Hay personas que conviven pero que no son una auténtica pareja. 
Por lo demás, me gusta la entrevista. 


https://www.mujerhoy.com/temas/personajes/gillian-anderson.html


De terapeuta sexual en Sex Education a Margaret Thatcher: el triunfo de Gillian Anderson

A sus 51 años, la actriz estadounidense brilla más que nunca. Triunfa como una desinhibida terapeuta sexual en Sex Education, que ahora emite su segunda temporada, y se ha metido en la piel de Margaret Thatcher en lo nuevo de The Crown. Anderson no descansa. Ni falta que le hace.






Hay un momento en la segunda temporada de Sex Education (Netflix) en el que Jean, el personaje de Gillian Anderson, suspira resignada mientras desde su cama ve el montón de calderilla que ha dejado tirada Jakob, su último amante. La serie sobre la enredada vida amorosa de los adolescentes británicos engancha tanto a padres como a hijos. En ella, Anderson interpreta a la terapeuta sexual Jean Milburn, una madre soltera, elegante, segura de sí misma.
Ese montón de monedas le resultará familiar a cualquier mujer de la edad de Anderson (51 años) porque representa la presencia, a veces asfixiante, de esa otra persona, incluso cuando no está en la misma habitación. Para Jean significa además la constatación de que la emoción de un nuevo amor pronto se desvanece, entre el desorden o el aburrimiento. De eso hablamos con Gillian Anderson cuando quedamos para entrevistarla.

La actriz, célebre por su papel de Dana Scully en Expediente X, se ha divorciado dos veces y tiene tres hijos: Piper, de 25 años; Oscar, de 13; y Felix, de 11 años, con cuyo padre comparte la custodia. Su compañero desde hace tres años es el dramaturgo y guionista (y creador de The Crown, para mayores señas), Peter Morgan, padre a su vez de cinco hijos.

El amor más allá de los 40

Anderson es habladora e ingeniosa, distante y amigable al mismo tiempo, y tiene ese rasgo peculiarmente felino de algunas mujeres motivadas y seguras que han alcanzado la mediana edad. “¿Cómo es comenzar una nueva relación bien entrados los 40 años en comparación con hacerlo en los 20?”, le pregunto. “Es muy diferente —responde—. Creo que estás más formada, especialmente si te has tomado un tiempo para encontrarte a ti misma. Cuando terminé con mi anterior relación, alguien me animó a escribir una lista de las necesidades y deseos que buscaba satisfacer. Las necesidades no son negociables. Si vas a una cita con alguien y te das cuenta de que no satisfará, digamos, tres de ellas, entonces no es la persona para ti. Los deseos, por otro lado, son más fáciles de cumplir. Hacer toda esa reflexión me dejó claro qué tipo de persona sería buena para mí. Además, hoy tenemos la libertad de ser más creativos sobre cómo queremos que sean nuestras relaciones. Por ejemplo, mi pareja y yo no vivimos juntos. Si lo hiciéramos, sería nuestro fin. Y funciona muy bien, porque realmente sentimos algo muy especial cuando nos encontramos. Y, ¿sabes?, para mí es glorioso ver unos pantalones tirados en el suelo de su casa y no tener que recogerlos”.
A pesar de llevar tacones (unos botines blancos y puntiagudos) Anderson es más bajita que yo, que apenas paso del 1.60 m. Destaco esto porque sus papeles han sido siempre grandes, poderosos. Incluso en el teatro, donde ha sido la Blanche de Un tranvía llamado deseo o la Margo Channing de Eva al desnudo. Tal vez los directores de casting la tienen fichada en el apartado de “mujer, impredecible, carismática, incisiva, inteligente y valiente”. Después de todo, su próximo papel será nada menos que el de Margaret Thatcher en The Crown.
Nos hemos citado en el restaurante chino —cerrado— de un céntrico hotel de Londres. Cuando llega, se disculpa por el desorden pegajoso que se ve en su cabello: es lo que tiene usar la peluca de la Dama de Hierro. Sus uñas están muy cuidadas y son del mismo color rosa pálido que usaba Thatcher. La célebre primera ministra británica le fascina y por eso la ha estudiado a la perfección. “Nunca ha existido nadie como ella. Era única”, reconoce.
Hija de padres norteamericanos, pasó sus primeros años en el norte de Londres antes de volver a Michigan para estudiar en el instituto. Cuenta que era una adolescente punk y que sufría ataques de pánico que la han seguido atormentando a lo largo de los años. Especialmente durante las intensas grabaciones de Expediente X. Empezó con la terapia a los 14 años –sigue haciéndola desde hace casi tres décadas–, se hizo mundialmente famosa a los 25 y tuvo su primer hijo a los 26. Pero se separó de su primer esposo tres años después de eso.
En 2011 sufrió la muerte de su hermano Aaron, de 30 años, por un tumor cerebral, aunque rara vez habla de él. Anderson es una activista que hace campaña por varias causas y que colabora con una decena de organizaciones. En 2017, coescribió We: A Manifesto for Women Everywhere, un manual de consejos para mujeres que fue muy bien recibido. También ha diseñado dos pequeñas colecciones de moda para Winser London, ha sido nominada al Bafta y tiene un Globo de Oro.

Una serie con pocos tabúes

La actriz es abstemia desde que tenía poco más de 20 años pero es reacia a explicar exactamente por qué. Creo que lo entiendo. Sus hijos serán pronto adolescentes y no necesitan conocer qué “cosas peligrosas” hizo su madre. Cuando estás frente a ella, percibes por qué era la actriz perfecta para interpretar a la peculiar y divertida terapeuta de Sex Education. Aunque no deja de ser una comedia, los temas abordados por su elenco son reveladores. Fue una de las primeras producciones en contratar a un “director de intimidad” para que los jóvenes actores se encontrasen cómodos y analizaran lo que estaban haciendo frente a las cámaras.
El tránsito de Jean es el de muchas mujeres que un día se ven divorciadas y con hijos adolescentes. “Duele, ¿no? —pregunta cuando hablamos de la menopausia—. Todavía no estoy en ese punto en el que ya no ovulo, pero tu cuerpo tiene que llorar eso, ¿no? La última vez que amamanté fue desgarrador. No paré de llorar. A mi edad estás en un punto en el que es como si empezaras de nuevo justo al mismo tiempo que tus hijos adolescentes están iniciando su propio camino. Una vez estaba mirando vídeos de Piper [su hija mayor] cuando tenía tres años y me preguntaba de dónde sacaba esa paciencia yo entonces”.
Reconoce que no está preparada para que sus dos hijos menores se conviertan en adolescentes, pero a veces Jean, su personaje, se mete en sus conversaciones en casa. “De pronto me encuentro diciendo algo vergonzoso en la mesa y no sé si soy yo o Jean la que habla. Ella no se calla, comparte demasiada información. Yo no podría, ni siquiera con mi hijo mayor, que tiene 20 años. Uno de los pequeños llegó el otro día a casa después de una clase de educación sexual y me quedé completamente callada. No fui capaz de continuar la conversación y no sé por qué”.

A jornada completa

Anderson ha tratado de escoger sus papeles para que estos interfieran lo menos posible con la crianza, pero como muchas mujeres que han dedicado gran parte de su tiempo a sus carreras, todavía vive con dudas persistentes sobre si hizo o no lo correcto.
¿Cómo concilió mientras filmaba Expediente X durante 16 horas al día, especialmente siendo madre soltera? “Extrañé mucho a mi hija. Esos momentos en los que ves a un niño pequeño en la calle y tú estás separado del tuyo o cuando sale el tema de los hijos en una conversación son muy difíciles. Piper subió a muchos aviones cuando tenía seis años hasta que pedí que trasladáramos la producción a la costa oeste, de Vancouver a Los Ángeles. Probablemente fue egoísta con mis compañeros, pero podía imaginar estar lejos de ella tanto tiempo. Me obsesioné con los horarios. Aún lo estoy por lo que pasé en esos años”.

Antes había veces que me veía horrible y empezaba una dieta o me atormentaba contando los mililitros de leche que bebía. Ahora estoy bastante a gusto, y también soy una mejor compañía”.

Le pregunto si le gustaría trabajar menos. “Mmmm… aún no. Tengo la sensación de que ese momento llegará”. Se queda en silencio, reflexionando sobre esa idea. “Hay otra versión de mi vida —dice al cabo de un rato— en la que podría haber trabajado menos y haber estado más presente como madre. Pero a veces simplemente te preguntas por qué. ¿Por qué parar si estás haciendo las cosas que soñaste, te ofrecen papeles y gracias a eso puedes pagar las facturas y, además, tus hijos ven cómo su madre está disfrutando de su trabajo? ¿No es eso positivo?”.
Anderson es una mujer de todo o nada. Tan pronto está siguiendo un plan de alimentación saludable, meditando y haciendo ejercicio… como recluyéndose en casa, en plan ermitaña, hinchándose a bombones. “Antes había veces que me veía horrible y empezaba una dieta o me atormentaba contando los mililitros de leche que bebía. Ahora estoy bastante a gusto, y también soy una mejor compañía”.
He disfrutado de esta hora con Anderson. Impresiona su actitud curiosa y su estilazo. Es una mujer simpática y reflexiva, pero es poco probable que lea la entrevista; rara vez lo hace. Me inspira la profunda conciencia que tiene de sí misma. Le ha costado mucho trabajo, pero ha merecido la pena.