Tribuna 17.04.2020. EL COMERCIO
En estos peculiares días en los
que no podemos evitar la conversación monotemática sobre el microscópico
cabroncete que cambió el mundo y nos encerró a todos en casa, me gustaría
compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el día después (si llega), el
día en que todo esto pase (si pasa).
La primera es si habremos
aprendido la tremenda lección que el bichito de marras nos está dando, cual
profesor antiguo de los de “la letra con sangre entra”, sobre un tema
trascendental: las prioridades. Después de ver que la vida o la muerte de un
ser humano pueden depender de una mascarilla, de un respirador, de una cama
libre en la UCI o de un profesional de la medicina que pueda atenderle a
tiempo, me pregunto si les habrá quedado claro a todos los que gestionan dinero
público que se deben priorizar siempre aquellas inversiones que pueden salvar
la vida de las personas frente a otras que, con todos los respetos, están a
años luz en importancia; subvencionar el cine español, la iglesia católica (u
otras), las lenguas autonómicas, las fiestas patronales, los equipos de fútbol,
las Semanas Negras y las carreras rosas, los chiringuitos ideológicos de
cualquier signo o utilizar el dinero de todos para que cada pueblo pueda tener
su aeropuerto y su macromuseo (a ser posible diseñados por Frank Gehry o Norman
Foster) y su concierto de los Rolling en sus fiestas de verano no digo yo que
esté mal, pero vital, lo que se dice vital, no me parece que sea.
Mi segunda reflexión es también sobre
otra prioridad, porque nada hay más prioritario para cualquier ser vivo que
comer a diario, así de prosaicos somos. Con esta pandemia ha flotado en el
ambiente el temor al desabastecimiento de los supermercados, afortunadamente no
hemos llegado (todavía) a ese escenario “madmaxiano”, lo que no implica que no
pueda ocurrir en un futuro, pues, según algunos expertos afirmaban estos días, se
estima que se conoce aproximadamente un 1% de los virus existentes en animales
salvajes, así que por pura ley de probabilidades podrían aparecer otras
epidemias de este tipo, algunas tal vez más fáciles de atajar, pero otras tal
vez mucho más difíciles. Con el Covid-19 se han cerrado fronteras a las personas
pero no a las mercancías, así que en el super de la esquina seguimos teniendo
cordero de Nueva Zelanda, salmón noruego, almendras de Marruecos o papayas de
Brasil. Si el escenario hubiera sido más grave y todos estos productos no
hubieran podido entrar en España, nuestra única posibilidad de conseguir
alimento dependería de los maltratados agricultores, ganaderos y pescadores
nacionales, unas especies en vías de extinción, pues el sector primario que
hace solo unas décadas daba empleo al 70% de los trabajadores españoles ocupa
ahora a un exiguo 4% y la cifra desciende cada año sin que a nadie parezca
haberle preocupado demasiado, al menos hasta ahora. Esta pandemia también puede
servir para poner en valor el trabajo de algunas personas para el conjunto de
la sociedad y tal vez incluso para darnos cuenta de que podríamos sobrevivir perfectamente
sin youtubers, influencers, asesores de imagen, tertulianos, estilistas,
coaches, modelos, etc, pero resultaría más complicado hacerlo sin sanitarios,
policías o cajeras de supermercado.
Para finalizar un par de apuntes
sobre un libro muy leído estos días: The coronavirus prevention handbook del
doctor Wang Zhou, jefe del centro para el control y prevención de enfermedades
de Wuhan, que recoge la experiencia de los médicos chinos en su reciente lucha
contra el Covid-19 y que ha llegado a las manos de muchos médicos españoles
recientemente. Lo primero que me llamó la atención fue que en un libro escrito
por un eminente doctor en medicina haya un apartado integro dedicado a las
hierbas medicinales que podrían tener efecto benéfico en esta enfermedad, esto
demuestra que la medicina “oficial” no tiene porqué estar cerrada a otras
alternativas si se han probado sus beneficios, sean hierbas medicinales,
acupuntura o los “baños de bosque” que en ocasiones recetan los médicos
japoneses. Y termino con un segundo apunte del libro que el citado doctor chino
nos deja en la postdata del mismo a modo de reflexión final y que les
transcribo textualmente: “Tenemos razones para creer que la aparición y
propagación de enfermedades contagiosas es la elección que hace la naturaleza
para reequilibrar su relación con los humanos”.