lunes, 21 de febrero de 2022

About love

 Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 

de EL COMERCIO el 20/02/2022


https://www.elcomercio.es/opinion/about-love-20220220000642-ntvo.html

About love

Cuando la ruptura de parejas está al orden del día y se convierte en una realidad que nos lleva a aceptar que para la mayoría el amor tiene fecha de caducidad, escuchar esa declaración en la radio es alentador y hermoso

 

Uno es soledad. «Ser uno es no tener nada», decía Juan Gelman en un maravilloso verso. Dos es compañía y tres es multitud. Me quedo con el 2, ese número que se 'tripite' en este año 2022 y que es el símbolo zodiacal de los Géminis: la pareja. Ya sabemos que los tríos terminan mal. En la ficción y en la realidad. La esfera de la pareja es la que permite lograr la mayor conexión e intimidad. Que me disculpen los poliamorosos, pero servidora tiene sus limitaciones y estar totalmente enamorado implica que no cabe nadie más en la cabeza. Un sentimiento tan intenso y absorbente requiere exclusividad y, tal vez, los poliamorosos ganen diversidad, no lo niego, pero pierden intensidad.

En este mes de febrero, el que la difunta escritora Almudena Grandes elegía para publicar sus libros, se celebra el 14, el día del amor. El de los enamorados con patrocinio de San Valentín. De camino al trabajo tal día me tocó escuchar en la radio del coche a un señor que le dedicaba una romántica canción a su esposa, sentenciando que, para él, todos los días desde hacía casi 30 años son el día de los enamorados y, por supuesto, todos los 14 de febrero. Cuando la ruptura de parejas está al orden del día y se convierte en una realidad que nos lleva a aceptar que para la mayoría el amor tiene fecha de caducidad, escuchar esa declaración totalmente sincera por las ondas radiofónicas es alentador y hermoso. Por algo se escriben novelas, óperas, canciones, que giran en torno al amor: porque es algo que mueve el mundo, que mueve a las personas, que cambia radicalmente sus vidas y digo más, cambia a las personas. Somos la suma de las personas que hemos conocido. Una conexión profunda con alguien a quien amas implica un cambio en uno mismo y en el otro. Por eso es relevante plantearse si sentimos amor de verdad, si estamos realmente enamorados o si sabemos verdaderamente lo que es. «Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso...// Esto es amor, quien lo probó lo sabe». Nadie como Lope de Vega definió mejor ese torbellino de emociones que trae consigo el amor y que nos hace sentir vivos. Tiempo para estar muertos nos va a sobrar. Es obvio. La Parca no se olvida de nadie.


Aún recuerdo la primera vez que me planteé esa importante pregunta. Fue un total desencuentro, un día del verano de mis 17 años, en una sidrería de Luanco, compartiendo una botellina de sidra con mis amigas. Llegaron unos chicos, unos campesinos de Gozón. Eran dos y uno de ellos quedó bloqueado al ver a una de mis amigas: una morenaza alta, con un cuerpo y una cara espectacular. Pidieron permiso para sentarse con nosotras y cuando me percaté del interés de uno de ellos por mi preciosa amiga y la conversación parecía que quería derivar tímidamente al terreno de las relaciones, planteé a bocajarro y sin anestesia la pregunta: «¿Qué se entiende por estar enamorado?». Quizá lo hice en un tono demasiado trascendental para aquellos chicos. El caso es que lo pregunté también por interés propio, porque a esa edad yo no lo sabía, ni lo había vivido, ni creía que ese embelesamiento que sentía yo por Gary Cooper, que ya estaba en los cielos, pudiera ser amor. El gran amor que yo deseaba y que le diese sentido a mi vida. Ante tal cuestión, el menos interesado se levantó y le dijo al otro: «Yo paso tío. Voy a echar un pitu a la playa». La verdad es que me acuerdo de la situación como si hubiera sucedido ayer. Me quedé en shock y no por experimentar el rechazo de un hombre tan primario que, con toda seguridad, no era mi alma gemela, sino por haber planteado, según él, una pregunta impertinente e inconveniente en una luminosa tarde de verano. Su amigo se quedó con nosotras. Tenía un interés apremiante. El caso es que la tarde, después de aquello, no fue tan mal. Nosotras nos enteramos del día a día de una granja en un pueblecito de Gozón. Yo le preguntaba cosas, para alargar la conversación y darle al muchacho la oportunidad de lucirse, mientras que mi amiga, que se estaba percatando de la maniobra de su locuaz compañera, me daba patadas por debajo de la mesa. Sentí pena por él, pero también comprendí a mi amiga. Al menos, él hizo lo que sintió que debía hacer: darse a conocer y mostrar lo mejor de sí mismo. No le sirvió de nada para impactar a mi amiga, pero lo importante es que lo intentó. Que no se quedó con la duda y superó el miedo al rechazo que finalmente vivió en pro de un posible logro mayor: el amor de mi amiga. ¿Puede alguien decir que ha vivido una buena vida si deja de intentar algo así por una razón tan elevada como el amor? Podría entenderse por su posterior fracaso que fue un error. En absoluto. El error garrafal habría sido no intentarlo. Como se diría en catalán, esa lengua con sentencias jurídicas aquí y allá, pero que suaviza la sonoridad de algunas palabras malsonantes en español: la vida sin estar enamorado es una 'merda'. En efecto, una total y absoluta 'merda'.








ARTÍCULO EN SELECCIÓN DE PRENSA DE LA UNIVERSIDA DE OVIEDO: 

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