lunes, 4 de mayo de 2020

My first gray

Pues sí, mi primera cana. Algún día tenía que ser y ha tocado ahora. Tal vez como recuerdo de esta etapa de encierro. Llevaría ahí varios días, pero me la descubrí el primero de mayo de este año. No se me olvidará nunca, que ese día del trabajo de mis 50 años me descubrí una cana. En este encierro presto menos atención a mi persona. No la descuido pero no presto atención. Y ese día me paré. Me hice un peeling facial, me puse una mascarilla, me acerqué al foco del espejo del baño y ahí estaba. 
Hasta ahora presumía con mis compis de no tener canas y no necesitar tintes de pelo. Sobrevivo poniendo mechas cada 3 o 4 meses, y me parece un resultado más natural. Ahora bien, el día que me llene de canas, me teñiré. El look de la directora del FMI no me va nada. Las canas solo les sientan bien a los hombres interesantes. 
Bueno, seguiré con el wassapp tamaño de alumna, no de profesora, con macroletras. La presbicia aún me respeta. No necesito gafas ni de lejos (gracias al láser), ni de cerca. 
Bueno, pues ahí esta la bicha. 
Ha tardado la verdad. Me la arranqué de recuerdo, aunque dicen que salen más si te las quitas. 
Sí, ha tardado mucho. 
Soy lenta para muchas cosas. 
También para mi menarquia fui muy lenta. Dos días después de mi 15 cumpleaños. Y mis compañeras eran mujeronas desde los 12, y yo con cuerpo de niña. Estaba desesperada de esperar a que llegara.
Me sentía llena de complejos. Uno más. 
Pero llegó. Ojalá se retrase la retirada. 
Tardía menaraquia, tardía menopausia. Esto último depende más de la madre. Como decía Wilde, todas las mujeres se acaban pareciendo a sus madres, y gracias a eso sé que tardará un montón. Felizmente, porque nos protege a las mujeres de enfermedades coronarias hasta ese día.