domingo, 10 de mayo de 2020

Esclava de mis palabras

En la construcción de la casa, pensé en lo de la piscina. Me dije: "no tiene sentido". ¿En Asturias? No tiene ningún sentido económico. Solo en verano, y también llueve. Además, soy socia de todas las piscinas municipales de Gijón, de las del Grupo Covadonga y las del Club de Tenis. Pues una piscina en el chalé, como que no. Y ahora ¿qué? Todas cerradas. Miro golosa la del vecino, desde la ventana de mi baño, cuando salgo de la ducha. Me dan ganas de entrar por la noche a nadar, con nocturnidad y alevosía. ¿Por qué cuando deseamos algo intensamente pensamos que somos capaces de hacer algo ilícito por lograrlo?
No. No lo haré. Soy una funcionaria responsable y buena ciudadana. No. Pero la miro con mucho deseo y mucha envidia cochina. 
Todo investigador es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras. Y yo soy esclava de mis palabras en este confinamiento y de decidir no hacer piscina. Sniff. 




La miro la deseo con locura desde la ventana de mi baño.