viernes, 15 de mayo de 2020

Eterna renta social, ¿sí o no?

Este artículo fue publicado el 15/05/2020 
en TRIBUNA en el diario EL COMERCIO 


En el siglo XIX, la revolución industrial dio lugar a una enorme clase nueva de proletariado urbano, y el socialismo se extendió porque nadie había conseguido gestionar las necesidades, esperanzas y temores de esa nueva clase obrera. Finalmente, el liberalismo consiguió derrotar al socialismo al adoptar las mejores partes del programa socialista. En el siglo XXI, por el desarrollo tecnológico, asistiremos a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de valor económico que no solo estarán desempleadas sino que serán inempleables. Es duro pero es la pura realidad que nos espera. En septiembre de 2013, dos investigadores de Oxford, Frey y Osborne, publicaron el informe “The Future of Employment”, en el que exploraban la probabilidad de que diferentes profesiones quedaran a cargo de algoritmos informáticos y diseñaron uno que estimó que el 47% de los puestos de trabajo de EE.UU. corren un riesgo elevado. 




Creen probable que para 2033 los televendores, agentes de seguros, cajeros, procuradores, guías de viaje, conductores de autobús, archiveros…y un largo etcétera de profesiones, se puedan ver sustituidos por algoritmos. Naturalmente, para esa fecha, es probable que hayan aparecido profesiones nuevas, por ejemplo, la de diseñador de mundos virtuales. En este confinamiento que vivimos, pensar en disfrutar de viajes virtuales, es una vía de escape para sobrellevar la carga del día a día tan duro de encierro. Aparecerán nuevas profesiones que requerirán más creatividad y flexibilidad. En mi opinión, en esa nueva tesitura, el problema crucial no es crear nuevos empleos, sino crear empleos en los que los humanos rindan mejor que los algoritmos. Es posible, además, que la prosperidad tecnológica haga viable alimentar y sostener a las masas inútiles, incluso sin esfuerzo alguno por parte de estas. Esto es, que sea necesaria una eterna renta social. Y si se logra que tantas personas puedan vivir ociosas ¿qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? En este confinamiento me queda claro que, desafortunadamente, a la gente no le gusta leer. Y me entristece porque para mí es una de las cosas más placenteras de la vida. No quiero molestar a nadie con mi dicacidad, pero lo veo así y creo que soy realista. Algo tendrán que hacer o se volverán locos. ¿Qué harán todo el día, a partir de ese pronosticado 2033? Una solución son las drogas o los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrán dedicar mucho tiempo a mundos tridimensionales de realidad virtual que les proporcionarán más emoción y compromiso emocional que la gris realidad de su piso, o de su calle. Esto produce un golpe mortal a la creencia liberal en el carácter sagrado de la vida humana. ¿Qué hay de sagrado en holgazanes inútiles que se pasen el día devorando experiencias artificiales? Algunos pensadores más pesimistas como Nick Bostrom establecen que es improbable que la humanidad llegue a dicha degradación porque cuando la inteligencia artificial supere a la humana, sencillamente exterminará a la humanidad, si es que no lo hace antes el coronavirus, claro. Todo esto a cuento de la nueva normativa en España sobre un ingreso vital mínimo que tendrá en consideración la renta y el patrimonio de los hogares. No es que sea absolutamente necesario en esta gravísima crisis que empieza a sacar sus dientes, es que va a ser necesaria siempre para muchas personas sin valor económico para la sociedad. No se las puede dejar morir. Eso piensa Luis de Guindos, excelente ex ministro de Economía, felizmente ubicado en el BCE. Nadie en su sano juicio puede dudar de ello, sea o no, economista liberal. Antes de eso, somos seres humanos. En una reciente entrevista, Nacho Vegas señalaba que De Guindos no creía en tal renta mínima porque la mantenía solo de manera temporal, comparándola, tiene bemoles, con la nacionalización de Bankia y el cumplimiento, según él, de la máxima neoliberal de “socializar pérdidas y privatizar ganancias”. Sinceramente, de Nacho Vegas me convencen más las estupendas letras de sus canciones y su personalísimo y bello timbre de voz, que sus lecciones de economía. Y aunque tal vez él lo crea, De Guindos no es un demonio neoliberal, sino uno de los economistas que más ha hecho por este país. Y la economía de mercado, “casualmente” es la que ha adoptado ese país de dictadura comunista y gran desarrollo económico desde donde nos ha llegado por mensajería rápida el coronavirus. No tengo dudas de la existencia del amor eterno, para quien tal cosa logra en la vida. No todos. Y empiezo a estar bastante convencida de la necesidad de una renta social mínima eterna, más pronto que tarde.