Este artículo fue publicado el sábado 09/04/2016
en el diario EL COMERCIO
Es
bello comprobar que, en el mundo, de vez en cuando, se hace justicia. Creo en
ella, aunque diariamente se vean ejemplos que puedan hacer tambalear esa fe. Es
preciso mantenerla porque es un pilar básico. Hay que aceptar su lentitud y sus
errores, en ocasiones. Sin embargo, produce un inmenso placer comprobar que,
con frecuencia, se hace justicia. Y que haya reacciones rápidas ante las
injusticias es maravilloso. ¡Menuda lección nos ha dado el pueblo islandés! Ahí
está su presidente…de patitas en la calle. ¡Vaya chanchullos se cuecen por
Panamá!
Hoy
me voy a referir a la justicia literaria. El argentino Eduardo Sacheri ha
ganado el premio Alfaguara de novela 2016 y fue seleccionado como vencedor
entre 707 manuscritos presentados. Lo siento por los otros 706 pero me alegro
infinitamente. Con este premio, el autor de la que es, para mí, una de las
historias contemporáneas más bellas y románticas, es elevado a los altares de
esta editorial y con sabrosa remuneración pecuniaria, que nunca viene mal a los
de ese gremio. Creo que son poquísimos los que pueden vivir dignamente de esta
actividad. Sacheri, además de profesor universitario, es autor de libros de
relatos y varias novelas. ¡No sé de dónde saca el tiempo! En 2005 publicó “La
pregunta de sus ojos”, libro que fue llevado al cine por Juan José Campanella y
logró el Oscar a la mejor película extranjera, con guión del propio Sacheri y
Campanella. Yo le dí mi Oscar particular a esta cinta cinematográfica y no me
arrepiento de ello. Logra emocionarme cada vez que la veo. Esta vez le han
premiado por “La noche de la usina” y, del jurado, Sara Mesa ha destacado que
es una obra “muy bien contruida” y con un “clímax perfecto”. El brillante autor
Carlos Zanón ha elogiado de Sacheri que hace con el lector lo que quiere. Lo
suscribo totalmente. Desde luego, conmigo, verdaderamente hace lo que quiere. Si
uno de los objetivos de la literatura es emocionar, en mi caso, este escritor
lo hace rotundamente y cada vez que veo o leo su obra, lo cual, no es otra cosa
que una prueba contundente de su valía como creador. Me ha emocionado hasta su
manera de agradecer el premio, dando “gracias a Dios, a la vida y al jurado”.
Yo
le doy las gracias a él por existir, por escribir, por ser el guionista de mi
peli favorita y por hacer que mi mundo, cuando tomo contacto con su obra, sea
un mundo feliz y sin dolor. ¿Se le puede pedir más a un escritor? Sinceramente
creo que no, así que no me queda más que felicitar al jurado por semejante
prueba de justicia literaria. ¡Chapeau!