Pues lo dice muy bien Évole. Estamos
todos en la cárcel y lo teníamos encima, y no lo veíamos. Muy buen artículo,
pardiez.
Primeras temporadas
Ha hecho Carlos Alsina durante
los últimos tres días un ejercicio radiofónico adictivo. Una serie documental
que repasa cómo vivimos los 80 días previos a la declaración del estado de
alarma. Cuáles fueron las primeras noticias que se dieron, los primeros casos
detectados, de qué se hablaba en los medios, qué nos preocupaba, mientras se
iba ciñendo sobre nosotros, casi sin darnos cuenta, la amenaza de la pandemia.
En nuestro país, los informativos estaban monopolizados por la formación del
nuevo Gobierno, por la mesa de negociación sobre Catalunya o la escala en
Madrid de la ministra venezolana Delcy Rodríguez. También vivimos la
indignación generalizada por la suspensión del Mobile. El título que le ha
puesto Alsina no puede ser más elocuente: “Cuando fuimos ciegos”. Y cada
capítulo arranca con una cita de Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. He aprovechado la serie para echar la
vista atrás y ver qué hacía durante esas semanas. Despedí el 2019 y arranqué el
2020 con una obsesión: nuestra primera temporada de una serie documental que
iba a tener como temática el mundo carcelario. No había pensamiento en esas
semanas que no estuviese vinculado con la serie, sus capítulos, sus
protagonistas. Veníamos de hacer un formato que nos marcó durante los últimos 11
años. Y nos enfrentamos a lo nuevo con un exceso de responsabilidad. Además,
las primeras temporadas nunca son fáciles. Que se lo pregunten al Cruyff
entrenador, o a Luis Enrique, que en enero del 2015 parecía que estaba fuera
del equipo y acabó ganando el triplete en Berlín. Digo esto para darle la razón
a Carlos Zanón, que escribía que el fútbol nos apasiona porque se parece mucho
a la vida. Y un equipo de fútbol se parece bastante a uno de televisión. Con el coronavirus, yo también
milité en el equipo de los ciegos. Ni entrado febrero. Ni empezado marzo. No
había más mundo en mi cabeza que la serie de las cárceles. Ya ves tú. Recuerdo
el jueves 12 de marzo. Un día antes del anuncio del estado de alarma. Después
de una reunión maratoniana por la mañana, donde nos enteramos de que al día
siguiente se suspendían las clases, dudaba de ir a una comida porque tenía
curro en la redacción. Eran aquellos tiempos en los que el curro pasaba por
delante de todo. Pero debí de tener el presentimiento de que un tipo de vida se
esfumaba, y había que despedirla por todo lo alto. Al final, decidí acudir a mi
última comida social, a la que nunca me hubiese perdonado no ir. Para la
historia quedarán, en medio de un ambiente preapocalíptico, los canelones de
rustido gratinados con trufa fresca y el arroz de paloma torcaz. Pero por más
que saliesen exquisiteces de aquella cocina, lo gordo se estaba cociendo fuera
de aquel restaurante. Y los tres comensales lo sabíamos, por eso nos costaba
levantarnos de la mesa. Por la tarde volví a la redacción. Y a punto estuvimos de
emprender viaje hacia Alicante para entrevistar a un preso que salía de
permiso, y así cumplir con la planificación que teníamos prevista. Insisto, era
el 12 de marzo por la tarde. Eran aquellos tiempos en los que las
planificaciones había que cumplirlas. Por suerte, algunos miembros del equipo
dijeron que no lo veían claro. Y a última hora abortamos la operación. Y
decidimos empezar a pensar cómo podíamos reaccionar ante la que se avecinaba. Los programas de cárceles quedaron aparcados. Y gracias a la
versatilidad y al talento de un equipo capaz de crear de la nada en las
circunstancias más adversas, salimos adelante haciendo seis programas desde
casa. Mañana acabamos la primera temporada de una serie que tenía que
hablar de cárceles y que vio como acabábamos todos encerrados. El último
capítulo es con un narco, Marcial Dorado, el amigo o examigo de Feijóo, que sigue
cumpliendo condena. Debía emitirse el primer domingo del estado de alarma. Pero
ese domingo los planes pasaron a mejor vida.