domingo, 7 de marzo de 2021

Qué cacao mental

 La verdad  es que cuando he escuchado a esta chica en alguna entrevista me ha caído bien. Sinceramente. Es algo naif, pero es sincera. Y me parece agradable y amable. Pero leo lo que escribe, y pobrecilla, qué traumas, qué cacao mental arrastra esta mujer. No es necesario sufrir tanto. Un poquito de autoestima, Llucia, por favor. 

https://www.lavanguardia.com/opinion/20210307/6265137/objeto-deseo.html

Objeto de deseo

Llucia Ramis.

Lo primero que aprendes sin darte cuenta es que te ha tocado ser objeto de deseo. Es decir, se te valorará dependiendo del deseo que provoques y del grado de dificultad que pongas para satisfacerlo. Si te va la marcha, dirán que eres fácil, y cuando hayan conseguido lo que quieren (o porque no lo consiguen), te despreciarán; has sido un capricho. Si tienes curiosidad pero al final gana el miedo, te llamarán calientabraguetas. Si dices que no, serás una estrecha. Si dices que sí, a lo mejor es para que no digan nada. Esto, en la adolescencia.

En la universidad, algún profesor te calificará por tus encantos y no por tus conocimientos. Y eso provocará que luego dudes del motivo de una oferta de trabajo: ¿te la han hecho porque eres competente, o porque el jefe te quiere cerca? Si prosperas y ­estás buena, es que te has acostado con alguien. Si no estás buena y asciendes, eres una trepa. Un antiguo jefe me dijo en público, hace años: “¿Sabes cuál es tu problema? Que me iría a la cama con todas tus compañeras, y a ti no te tocaría ni con un palo”. Un administrativo, mientras firmaba un contrato: “Tendrás que contarme cuál es el secreto para llegar hasta aquí siendo tan joven”.

 

Al cargar toda la vida con la evaluación de los hombres, te cuesta mirarte de otra manera

Cuando llevas toda la vida cargando con la evaluación de los hombres, te cuesta mirarte de otra manera, desde otro punto de vista. Te has vuelto reactiva. Crees que no despertar deseo significa que algo va mal. Será que tu novio se ve con otra, o que ya no le gustas. Ni te planteas que pueda estar cansado o tenga mil preocupaciones, como a veces te pasa a ti. Seguro que conocerá a una más joven y te dejará por ella.

Empiezas a ser invisible. Le preguntas al espejo, espejito mágico, qué puedes hacer al respecto: ¿un lifting?, ¿operarte los pechos? Te convences de que es para verte bien tú, sentirte guapa. Pero ¿no será que necesitas la aprobación de tu propio reflejo en los demás? ¿Eres capaz de verte sin los filtros a los que te han acostumbrado y a través de los que te mira casi todo el mundo? ¿Cómo aprender a ser sujeto y no objeto, cuando el arte te ha retratado como musa y fantasía, algo a lo que aspirar, una representación del anhelo? Una obra para ser observada y apreciada (y algunos interpretan que piropeada o incluso toqueteada cuando vas sola).

Entiendes –pero cuesta asimilarlo– que tu poder no está en el deseo que provocas, ni en la capacidad que tienes para satisfacerlo. Sería un poder muy limitado, muy frágil. Por eso, sospechas, hay tanto empeño en hacernos creer que es así.