Pues no es necesario ser una chica culta. En el fondo, la mayoría de los hombres son muy simples para según qué cosas. Uno de los mejores escritores de este país, de los que además de ser escritor puede entrar en la categoría de intelectual y pensador (no todos) tiene por esposa una mujer más simple que el asa de un cubo. De las que la oyes hablar, y escribir, y te dan ganas de echar a correr. Lo contaré.
Ye lo que hay...
Los hombres se fijan en lo que se fijan. De hecho, un chico me dijo hace años la primera noche: "Caramba, las profes de Universidad que yo tuve no eran así. Creí que eras esteticiènne o algo así...".
Algo así me dijo...
Se lo perdoné. Me casé con él. Vamos que lo de dos carreras, un doctorado, cinco idiomas, buen sueldo, trabajo fijo.....No es lo determinante para que les entren ganas de meterse en la cama contigo. Va a ser que no.
Y fue.
Un artículo de Mases.
Galdós: una novia asturiana
Fue la analfabeta Lorenza Cobián quien acabó entrando en la vida
sentimental de don Benito hasta resquebrajar su idilio con Emilia Pardo Bazán
JOSÉ ANTONIO MASESMiércoles, 3 marzo
2021, 22:18
El día
4 de enero se cumplió poco más de un siglo del fallecimiento, en Madrid –4 de
enero de 1920– de una de las más relevantes figuras literarias españolas del
siglo XIX. Nacido en las Palmas de Gran Canaria, el 10 de mayo de
1843, y representante por excelencia de la novela realista de la época, fue
miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde 1897 y mantuvo estrecha
amistad con destacados autores asturianos, entre los cuales destacan Ramón
Pérez de Ayala, Leopoldo Alas y Armando Palacio Valdés. En
1876, año en el que publicó 'Doña Perfecta', y en compañía del novelista
cántabro José María de Pereda, el escritor visitó el Principado y, acompañado
de Clarín, visitó Covadonga, Oviedo, Gijón y otros lugares de la región. Galdós
firma el prólogo de 'La regenta' (Madrid, 1901) y anota: «Desarróllase la
acción [...] en la ciudad que bien podríamos llamar patria de su autor, aunque
no nació en ella, pues en Vetusta tiene Clarín sus raíces atávicas, y en
Vetusta moran todos sus afectos, así los que están sepultados como los que
risueños y alegres viven, brindando esperanzas; en Vetusta ha transcurrido gran
parte de su existencia; allí se ininció su vocación literaria –continúa
Galdós–; en aquella soledad melancólica y apacible aprendió lo mucho que sabe
en cosas literarias y filosóficas: allí están sus discípulos. Más que ciudad,
es para él Vetusta una casa con calles, y el vecindario de la capital asturiana
una grande y pintoresca familia de clases diferentes, de variados tipos
sociales compuesta ...».
En la
vida amorosa de don Benito hay episodios muy sonados. Hombre muy dado a
alegrarse la pestaña ante la presencia de ciertas damitas en flor, Galdós no es
capaz de domeñar los impulsos de su fogoso corazón hacia el de cierta moza
asturiana, guapa y muy diestra en romper corazones: la parraguesa Lorenza
Cobián González –nacida en 1851 en la aldea de Bode, municipio de Parres, y
desaparecida en Madrid en 1906–, dueña de atributos personales de tal encanto
que en seguida le abren paso en la corte, hasta dejarse llevar de las
llamaradas que le lanza la pestaña caliente de don Benito.
El
canario y Lorenza se hacen novios y dejan una heredera en común, María Pérez
Galdós Cobián.
Las
cartas cruzadas entre don Benito y doña Emilia Pardo Bazán dan cuenta del
elevado cariz erótico que contenía el idilio entre ambos: «Le hemos hecho la
mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas; a Moisés, que las prohíbe
también, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye;
a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices, porque están en el
Empíreo con cara de bobos tocando el violín... Felices, nosotros». Y no faltan
requiebros de esta guisa: «Te amo como un pedazo de mejilla y una guía del
bigote»; «Yo haría por ti no sé qué barbaridad»; «En cuanto yo te coja, no
queda rastro del gran hombre»; «En prueba, te abrazo fuerte, a ver si de una
vez te deshago y te reduzco a polvo»; «Miquiño del alma, ratonciño querido,
monín, fachina amado, pánfilo de mi corazón, me están volviendo tarumba tus
cartitas»; «Te muerdo un carrillito y te doy muchos besos por ahí, en la frente
y en la boca»; «Rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el
cuerpote todo».
Sin
embargo, es la analfabeta y asturiana Lorenza Cobián González quien acaba
entrando en la vida sentimental de don Benito hasta resquebrajar el idilio del
escritor con la gran escritora gallega.