viernes, 19 de marzo de 2021

Estoy de acuerdo

 Pue sí. Creo que así es. 

Enlace de EL COMERCIO. 

https://www.elcomercio.es/culturas/arte/dinero-felicidad-pasion-20210313002429-ntvo.html

«El dinero no da la felicidad, 

la pasión sí»

Favila y su hijo están «enganchados a la pintura como a una droga» y, frente al lienzo, entran en «un estado alterado de conciencia»



El pintor Amado González Hevia, Favila, y su hijo Favila, en Avilés. / OMAR ANTUÑA
AZAHARA VILLACORTAAVILÉS.

Cuando nació, al pintor Favila le pusieron nada menos que cuatro nombres: Amado Balbino Francisco Favila. «La tradición entonces en nuestra zona era poner el nombre del padre primero y los de los abuelos después, pero, además, mi padre decidió ponerme Favila de cuarto. Había estado trabajando en Suiza, en el mundo de la publicidad, y fue un invento suyo, porque, con sus conocimientos de marketing, quería un nombre con el que la gente se quedara y que fuese muy asturiano», relata el artista moscón con orígenes en Pola de Allande y Tineo. Y Favila le quedó, aunque en su Grao natal le siguen llamando «Amado o Amadín».

Él se siente igual de cómodo con todos, aunque reconoce el acierto del progenitor al escoger el nombre del segundo monarca del Reino de Asturias, el hijo de Pelayo que, según las crónicas, murió despedazado por un oso. «Así que está asociado a la valentía», bromea el pintor con calle propia, aunque lo cierto es que él no se considera especialmente osado. Y, de hecho, su vida fue por lo 'segao', porque, desde que era apenas un guaje, se recuerda pintando en el taller de aquel padre visionario, el escultor Amado González, iniciador de la saga de artistas.

«Él, con mucha idea, iba dejándome al alcance de la mano pinturas y pinceles desde muy pequeño, así que, sin que nadie me dijese nada, ya empecé a pintar por las paredes con cuatro años y luego, con el correr del tiempo, yo hice lo mismo con mi hijo», cuenta Favila, que relata así los inicios de su sucesor: su primogénito, Favila González, quien terminó abandonando Arquitectura para licenciarse en Bellas Artes, al igual que su hermana pequeña, María, cuyo nombre artístico es Glez.

Y Favila junior (28 años) lo confirma desde Madrid, donde imparte dibujo en un colegio: «Mi infancia también fue eso. Para mí, el olor de una casa es el olor a óleo, porque así fue como me crié. Tubos de pintura y pinceles no faltaban nunca y, cuando mi padre nos llevaba a una tienda de arte, para mi hermana y para mí era como estar en un sueño».

Es así como los dos Favilas conciben la creación, como un camino que hay que recorrer «poco a poco, quemando etapas, sin prisa por hacer cosas grandiosas desde el principio»: «Antes, en el Renacimiento, por ejemplo, el alumno empezaba preparando los colores. Pero no para él, sino para el maestro. Y, así, iba aprendiendo muy bien las teorías del color, las técnicas de dibujo... y eso lo hacía también disciplinado». O como dijo aquel: «Que la inspiración te pille trabajando». Aunque hoy, cuenta Favila padre, «hay quien hace cuatro manchas y, si tiene un poco de descaro, siempre va a acumular seguidores en las redes sociales».

Nada que ver con lo que él ha enseñado a su hijo -con quien comparte costumbrismo, aunque «él con trazos más expresionistas» y una rendida admiración por Sorolla- y a sus alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Avilés, «locos por volver a las clases». Y también para eso los dos Favila tienen explicación: «Pintar es una droga: engancha. Entras en un estado alterado de conciencia en el que el tiempo desaparece. Por eso los artistas tenemos fama de llegar tarde a todas partes». Y, frente a eso, nada pueden hacer la fama o el vil metal: «Dicen que el dinero da la felicidad, pero no. La da la pasión, dedicarte a lo que realmente te apasiona. No puedes pasarte la vida esperando a hacer algún día lo que te gusta».