Javier Cercas: «La literatura es placer y conocimiento, como el sexo»
De promo.
En EL COMERCIO:
https://www.elcomercio.es/culturas/javier-cercas-literatura-20210303175044-ntrc.html
«No soy el Capitán Trueno, pero decir lo que pensaba del 'procés' tuvo un alto coste», admite el autor de 'Independencia' / «Los secesionistas se han apropiado de palabras tan valiosas como libertad y democracia»,
Javier Cercas avanza con 'Independencia'
en el ciclo narrativo que abrió con 'Terra Alta', la novela que le dio el
Planeta. / DANIEL MORDZINSKI
MIGUEL LORENCIMadridMiércoles, 3 marzo
2021, 17:57
Javier Cercas, (Ibahernando, Cáceres, 58 años) se afianza en la ficción
pura con 'Independencia' (Tusquets), la continuación de 'Terra Alta', novela
con la que giró su trayectoria y ganó el comercial premio Planeta. Su último
libro retrata sin piedad a la élite política y económica catalana y fustiga la
tiranía del dinero. La investigación de una extorsión con un vídeo sexual a la
alcaldesa de Barcelona en 2025 es el detonante de una osada ficción que aborda
la cara más siniestra del 'procés' «No es un novela política», dice su autor
que se ha ganando muchos enemigos por no morderse la lengua ante el
secesionismo en Cataluña.
–¿Ha escrito una novela política sobre el independentismo?
–No es política, aunque tiene una lectura política. Es la historia de
alguien que busca la independencia personal y económica, quizá la única
posible, y lo hace de forma equivocada. Su padre le dice 'arrímate a los
buenos' como le dijo su madre a Lázaro de Tormes cuando se marchó de casa. Pero
él entiende 'arrímate a los ricos y a los poderosos', quienes le usarán a su
antojo y se librarán de él como del papel higiénico.
–¿Cuál es la lectura política?
–La responsabilidad de las élites en lo que ha pasado en Cataluña, sacando
a la gente a la calle con el cebo de una utopía. Desde ese prisma, no solo es
el retrato demoledor de los políticos catalanes y unas élites enquistadas en el
poder. Es, como dice la faja promocinal, un alegato furioso contra la tiranía
de los dueños del dinero y los amos del mundo. La democracia es el mejor
sistema que inventamos para controlarlos. El poder quiere más poder y el dinero
más dinero. Quién busque una novela sobre Junqueras y Rajoy no la encontrará.
Sí habla del humus en el que crece el problema catalán, pero el problema
central es la justicia. Se pregunta si es legítima la venganza cuando la
justicia no nos hace justicia.
–¿Y la respuesta es...?
–Que no hay respuesta. Cualquier persona civilizada dirá que la venganza
nunca es legítima, pero las novelas no ofrecen respuestas claras, nítidas,
inequívocas o taxativas. Para eso están los ensayos. La literatura es placer o
no es, y es además una forma de conocimiento. Como el sexo, que es placer y
conocimiento de uno mismo y de los demás. La gran literatura incomoda al
lector. Le saca de sus casillas y le obliga a cuestionarse sus certezas. Quiero
que el lector se interrogue acerca de esa parte oscura que todos llevamos
dentro: la furia, el dolor, el odio, la apetencia de muerte, como decía Lorca
en un verso maravilloso, o la parte maldita de la que habla Georges Bataille.
De eso habla esta novela, como todas las mías.
–¿Los políticos son títeres de quienes manejan todos los hilos con el
dinero?
–El dinero manda, pero no significa que los políticos no tengan poder.
Nosotros se lo otorgamos al elegirlos. Su principal responsabilidad es
controlar al dinero, y pueden hacerlo. Si pensamos que son títeres, podríamos
creer que no tienen culpa de nada, y eso es falso. La novela se plantea cómo el
potente ayuntamiento de Barcelona está en manos de los de siempre, aunque
adopten una forma distinta colocando a una mujer carismática, con un discurso
en apariencia progresista que en realidad es xenófobo, y que sirve a sus
intereses.
–Criticar el 'procés', que la novela contempla en pasado, ha tenido un gran
coste para usted. ¿Es aquello de ladran luego cabalgamos?
–Sí. El coste es muy alto, y por eso los demás escritores callan. No les
reprocho nada. No me considero el Capitán Trueno, ni pretendo dar lecciones.
Cualquier ciudadano ante una situación tan tensa como la que se vivió en
Cataluña en el otoño de 2017 y que tenga cierta proyección pública, allá él si
se calló. Yo hice lo que debía.
–¿Tiene hoy enemigos más poderosos qué hace 20 años?
–Para Flaubert la valía de un hombre se mide por la altura de sus enemigos.
No he elegido los míos y procuro ignorarlos. Hasta los cuarenta años no tuve
ninguno ni perdí un amigo. Pero todo cambia cuando eres conocido y te
pronuncias.
–Denuncia que los secesionistas se han apoderado del lenguaje.
–Sí, y lo han hecho de maravilla. Si te apoderas de las palabras más
hermosas y valiosas, te apoderas de la realidad. La palabra independencia,
magnífica salvo en política, es suya, como libertad y democracia. Hay que
reconquistar el lenguaje.
–¿Cómo?
–Dotando a las palabras de su verdadero significado. Escribiendo una novela
titulada 'Independencia' para que todos nos preguntemos qué quiere decir una
palabra tan maravillosa y polisémica. Además de la política, está la
independencia moral, la individual, la física, la económica, la de criterio...
–¿Temió que sus lectores no entendían el cambio radical que supuso
presentarse al Planeta y su nueva manera de entender la ficción con 'Terra
Alta'?
–No. Era indispensable para mi. Cuando terminé 'El monarca de las sombras'
supe que acababa algo que empezó en 'Soldados de Salamina'. Si seguía en esa
línea corría el riesgo de repetirme, de ser un puro imitador de mi mismo. Eso
es la muerte de un escritor. 'Terra Alta' fue un intento de reinvención y
búsqueda de un territorio nuevo. Supe que era algo más amplio, el inicio de un
ciclo narrativo que sigue e marcha. En el mundillo literario siempre se piensa
lo peor, y se creyó que la escribí para ganar el Planeta, cuando era un salto
mortal para hacer cosas nuevas. Mi agente vio que había un nuevo Javier Cercas.
Creyó que para anunciarlo sería maravilloso ganar el premio más popular de
España. Jamás me había presentado a uno, pero me pareció una idea fantástica.
Cuando ganas el Planeta te acusan de matar a Kennedy y del atentado de las
Torres Gemelas. Se impone el prejuicio. Siempre huyo de mi mismo como escritor.
Es una obligación no enquistarse.
–Escribe guiado por sus obsesiones ¿cuáles son?
–Una obsesión es algo que no entiendo y que me impulsa arrojar claridad
sobre la oscuridad escribiendo. Aunque cambian algunas perduran. Una de ellas
es la exploración moral sobre qué es un héroe, figura que representa la
excelencia moral. También el pasado como una dimensión del presente sin la que
el presente está mutilado.
–El rey emérito ¿es un personaje novela?
–Sí, para un buen novelista. Las novelas dependen de cómo se trate el tema,
no del tema mismo. Un buen narrador hará una buena novela; uno malo, una
desastrosa. Hay material, desde luego. No comprendo cómo Juan Carlos I ha
dilapidado su prestigio. Quizás se sintió por encima del bien y del mal. El
23-F le dotó de un blindaje y se creó una especie de impunidad en torno a él. A
su hijo le deja una herencia envenenada. Un marronazo imponente. Crea un caldo
de cultivo contrario a la institución que representa. Escribí en un artículo
que el Juan Carlos I es de Podemos y está trabajando por la causa republicana.
–Hay un puñado de proyectos en llevar al cine a la tele y al teatro sus
obras ¿Le halaga?
–Es una forma de darles nueva vida a los libros. La mitad de un libro la pone el autor. La otra mitad es el lector. No hay literatura sin él. Una novela es una partitura interpretada por el lector a su manera, y esa es la magia de la literatura. Que lleven tus libros al cine al teatro, o al cómic es otra forma de interpretarlos. De 'Soldados de Salamina' solo falta la versión porno.