martes, 11 de septiembre de 2018

Escritores capullos

"Toda ficción se basa en la propia experiencia, sobre la que el novelista se abalanza como un carroñero en cuanto olfatea la posibilidad de una historia. Pero un novelista nunca cuenta la experiencia propia como verdaderamente fue, sino que la retuerce, la dramatiza, la embellece, la distorsiona, la aliña con intrigantes falsedades. Y, a veces, el resultado final es tan sólo una venganza - afirmó con una voz torva -. Alguien hirió en el pasado el orgullo o los sentimientos del novelista, de un modo seguramente insignificante del que nadie, salvo el mayor resentido, guardaría memoria; pero el novelista cuida como una reliquia el recuerdo de ese agravio insignificante, lo pule y lo abrillanta, mientras trata de imaginar cómo tendría que haber reaccionado y no lo hizo, mientras maquina las circunstancias de la reacción que nunca tuvo para devolver o dejar sin efecto el agravio y resultar triunfador en el envite, en lugar del capullo tartamudo que en la vida real demostró ser. Toda novela tiene algo de triunfo tardío de un capullo tartamudo derrotado en la vida real". 

J.M. de Prada
M.B.C.N. 2016

Lo anterior no lo he escrito yo, sino un escritor de oficio, cuya profesionalidad admiro. Estoy totalmente de acuerdo con él en lo que dice acerca de que un derrotado en la vida real quiera vengarse a través del escrito. O que lo intente. Allá cada cual. 

Me parece más bello tomarse el oficio como algo hermoso, como algo que uno desea que se cumpla, no como una venganza. Respetando cada palabra escrita y cuidándola porque lo escrito puede ser profético. Escuché en una ocasión a una buena periodista española entrevistar a esta escritora francesa, y lo hizo en un muy correcto francés la verdad, y así se lo explicó Amélie. Lo cierto es que me admira escuchar a personas como esta escritora para las cuales el oficio es algo inevitable al ser tan vocacional. En el fondo es una suerte. Otros podemos dedicarnos con mucha, mucha intensidad pero si no es tan vocacional, no es lo mismo. Está claro. Grandiosa la señora Nothomb. Tan grande como su sombrero, por lo menos. 


Amélie Nothomb