Este artículo fue publicado en la SECCIÓN de ECONOMÍA
del diario EL COMERCIO el 30/10/2019
El pasado 29 de junio, realizaba yo una
reflexión en EL COMERCIO sobre la conveniencia de la continuidad en las bajadas
de tipos de interés. El artículo se titulaba: “Tipos bajo cero: ¿Estás seguro
Mario?”. Con ello planteaba un análisis sobre las continuas bajadas de tipos
de interés, que estaban complicando muchísimo el negocio bancario, hasta
extremos nunca imaginados, con el agravante de verse forzadas, las entidades
bancarias, más tarde o más temprano, al cobro de los depósitos. Con ese artículo, no pretendía yo trasladar ningún mensaje negativo sobre su mandato
como Presidente del Banco Central Europeo (BCE) porque no tengo esa idea de él,
en absoluto. Lo que intentaba exponer es que el efecto de sus medidas se estaba
agotando, además de complicar muchísimo la actividad bancaria. Draghi acaba de
terminar su mandato y la mayoría de voces coinciden en definirlo como aquél que
ha salvado al Euro. Y llevan razón. A priori, su misión al frente de tan
importante institución es, como usted bien sabe, mantener el nivel de inflación
en el área euro. Ni más, ni menos y no es poco. Pero ha hecho muchísimo más.
¿Cuál es el problema actual? Lo que él mismo ha dicho y con lo que estoy
totalmente de acuerdo: que el BCE no lo puede hacer todo. En lo que más hemos
logrado la unión es en lo monetario, pero no lo hemos logrado en lo político y,
sobre todo, en campos importantes como la fiscalidad. Dentro del margen de
maniobra del BCE y su herramienta que es el control de la cantidad de dinero en
circulación vía tipos de interés, es que ya no queda literalmente margen de
rebaja cuando se despide dejando los tipos de interés al 0%, la tasa de
depósito para los bancos en el -0,5% y la previsión de reiniciar el programa de
compras de deuda en noviembre. Draghi llevó a cabo una política monetaria
ultra-expansiva que ha sido especialmente beneficiosa para las economías del
Sur de Europa, incluida la española. Mucho nos han ayudado sus decisiones a
nuestra economía. Quienes no están muy contentos con su labor son los alemanes,
que siempre le han tachado de vampirizar fondos; no obstante, Mario Draghi ha
sabido enfrentarse a ellos, firme en su convicción de que Europa era algo más
que Alemania y Francia y de que había que intentar salvarlos a todos. Los
poderes del BCE no son infinitos y el alcance de sus armas monetarias
expansivas es potente pero limitado. No tengo ninguna duda de que Draghi puede
llevar la cabeza bien alta, a sabiendas de que su mandato ha tenido más luces
que sombras. El balance es favorable. Pero deja ese aviso a navegantes, como
capitán que se retira. Él, como capitán del BCE, ha sido un europeísta
convencido, sin complejos y con buen talante que ha peleado por Europa. Ahora
hace falta que el resto se lo crean. Con el Reino Unido ha quedado claro que no
contamos. A Lagarde le queda ahora el reto de convencer a los políticos
europeos de que la unión es algo más que la moneda y que la modificación de la
política fiscal de los gobiernos conformando un frente común es absolutamente
necesaria para avanzar en la idea de una Europa unida. Si yo fuera Christine no
tendría ninguna duda de que esa sería la principal tarea a realizar.