miércoles, 2 de octubre de 2019

No es pose

Este artículo fue publicado en el diario 
EL COMERCIO el 26/09/2019


Asistí no hace mucho a la jornada titulada “La sostenibilidad lidera el futuro de la inversión” en la sede de la Bolsa de Madrid y, además de disfrutarlo, salí con una idea que ya tenía clara al entrar: el objetivo de la sostenibilidad en las inversiones hace ya tiempo que ha llegado para quedarse y no hay marcha atrás en ello. Además, en contra de lo que aún piensa mucha gente, no es pose. No se trata de empeñarse en decir que las inversiones han de ser sostenibles porque queda bien, porque está en boga, sino que quienes creemos en ello lo decimos convencidos de sus ventajas a largo plazo, por muy difícil y lento que sea el camino. Así lo expresó en su momento el señor Zoido, presidente de BME y la propia vicepresidenta de la CNMV, Ana María Martínez-Pina. Personas como Helena Viñes, directora general adjunta de sostenibilidad de BNP Paribas, lo llevan al extremo de afirmar que rechazan cualquier inversión que no les otorgue esa garantía de sostenibilidad. Muy de acuerdo estoy con lo afirmado por Gema Esteban, directora de inversiones ESG & Reporting de Telefónica, relativo a la dificultad de medir o cuantificar en qué medida las inversiones que hacemos, o las que llevan a cabo gestores especializados, están contribuyendo fehacientemente a los objetivos de sostenibilidad. De lo contrario, se produciría una infidencia hacia los inversores que se preocupan por ello. Sería, de alguna manera, una traición a la confianza depositada en los gestores para elegir las empresas en las que invierten su dinero y les ofrecen esa garantía.
Con frecuencia, llegan a mis manos suplementos o folletos especializados en estos temas, cosa que agradezco mucho y, en general, están centrados en la responsabilidad social corporativa (RSC), poniendo de manifiesto que, poco a poco, las prácticas socialmente responsables sustituyen a la filosofía del beneficio cortoplacista. El empleo, la educación y la salud forman el tridente imparable de esta realidad. Y lo que, en este sentido, es absolutamente necesario entender es que las empresas que no asuman la RSC no serán viables. Puede sonar de manera muy contundente o radical, pero se aproxima a la realidad y a mí, personalmente, me parece bien que así sea. Es la única salida posible: que todos nosotros como personas físicas y, por supuesto, las empresas, como personas jurídicas, nos preocupemos por garantizar la sostenibilidad.


Del lado de las inversiones, lo más complejo, como señalaba anteriormente, además de seleccionar convenientemente las mismas, es lograr medir si el impacto es realmente positivo. Es preciso documentar y verificar que invertir el dinero en unas empresas sí y en otras no, tiene un impacto positivo en la sostenibilidad. El informe titulado “In search of impact” publicado por el Instituto de Sostenibilidad de la Universidad de Cambridge se preocupa precisamente de esto: de idear fórmulas que midan de manera exacta o, al menos fidedigna, la bondad del impacto de la inversión sostenible.
Solo de esta manera lograremos convencer a los ahorradores de que no es lo mismo invertir en unos productos financieros u otros, que las ventajas a largo plazo no son las mismas y, en caso de no hacerlo y pensar que esto es una pose, o un vocabulario de moda, las consecuencias para el planeta pueden ser totalmente irreversibles. Creo firmemente que aún estamos a tiempo de evitar tan desastrosas consecuencias para las generaciones futuras.
Pasar una crisis no es algo deseable evidentemente pero, en ocasiones, trae sus cosas buenas que vienen a explicar o entender por qué estábamos en crisis. En el tema que nos ocupa, podemos afirmar que la crisis económica ha servido para impulsar el rigor y la transparencia de las sociedades, reguladas hoy a través de la Ley de Información No Financiera. Por áreas, empleo, educación y salud concentran la mayoría de los proyectos, pero no son las únicas. Los titanes de la moda y el lujo también se han comprometido con la sostenibilidad. Este verano, más de 30 empresas, entre las cuales se encuentra Inditex, firmaron en París el “Fashion pact”. Este compromiso tiene como objetivos tratar de frenar el cambio climático, restaurar la biodeversidad y proteger los océanos. Se trata además de un sector que es responsable de utilizar el 20% de los recursos de agua y el 10% de las emisiones de CO2 del planeta.
Estoy totalmente convencida - y hay muchos expertos que coinciden en ello -, de que en el futuro sólo sobrevivirán compañías socialmente responsables porque los dineros solo se invertirán en ellas. ¿Cuestión de fe? Más bien cuestión de objetivos y de garantizar la supervivencia y sostenibilidad del planeta y de la especie humana. Creo firmemente en ello. ¿Y usted?