lunes, 7 de octubre de 2019

Gólgota

Nunca sabe uno donde va a estar su Gólgota, donde va a recibir su escarnio y su sufrimiento público y, lo que es peor, percatarse de que hay quien goza de ese sufrimiento. Lo peor de lo que sufrió Jesucristo hasta morir en la cruz no fueron los latigazos, y el vinagre en las heridas, o los golpes, o los insultos, fue el goce que encontraron algunos en hacerlo. 
También hay quien se ríe en las escenas de violencia de las pelis de Tarantino, o se recrea con novelas sanguinarias, en las que la gente se desangra. 
A mí no me pasa. Sufro con el sufrimiento ajeno, aunque sea novelado o cinematográfico, porque me meto en la novela y la peli, y me lo creo. 
El escarnio a Jesucristo señalaba: "¿No eras tú el Rey de los judíos? ¿No decías tú que tu Reino no era de este mundo?". Para algunos, era un mensaje algo altanero, elevado, como si se presentase como un ser especial. 
Jesucristo fue Dios hecho hombre. Y fue un hombre racional y justo, aunque su mensaje resultara fantasioso a algunos. Ese Reino que no era de este mundo, ese poner la otra mejilla, o no aplicar el ojo por ojo, porque eso solo generaba más violencia. 
Por supuesto también se enfadó. Y tuvo momentos de cólera y enfado muy justificados. Como cuando la emprendió a latigazos con los comerciantes en el templo. En un lugar de oración. O cuando tomaban el nombre de Dios en vano. Su mensaje era de amor y de respeto. Y en el insulto nunca hay respeto. Por consiguiente, su enfado y su cólera estaban más que justificados. 
Su mensaje caló en algunos y en otros no. Y tuvo que adaptarlo mediante parábolas para mayor compresión, por la profundidad de su mensaje. 


Un hombre es aquello de lo que se rodea. Y por aquello de la igualdad, una mujer también. Las dudas existenciales son muy fáciles de disipar. Basta mirar alrededor. A veces tenemos la posibilidad de elegir ser otra cosa, rodearnos de otra cosa, pero lo que elegimos nos define. Es más que evidente. 

Lo que nos rodea. Eso somos. El tipo de mensaje que nos llega y que nos rodea, eso es el que nos define. Ya sea un chascarrillo, una memez, una parida o un mensaje con calado y profundidad. Quien queda colmado y satisfecho con cuatro memeces, cuatro paridas, cuatro chascarrillos, cuatro superficialidades, resulta con ello auto-definido. Ni más, ni menos. 

Y además de hablar de amor y de respeto, habló de perdonar. Por supuesto que reconocía el error, pero también sabía perdonarlo y nos enseñó a perdonar. 
Hay una manera infalible de soportar el Gólgota: creer en el mensaje. Que el mensaje sea cierto. Que sea la verdad. Algo que sentimos que da sentido a nuestra vida. 
Las imposturas se acaban descubriendo. La falsedad siempre sale a la luz. 
Pero la verdad perdura. Su mensaje era para salvar a los hombres. Para redimirlos. Y con que lo hiciera con uno, ya tenía sentido. 
Y seguimos, después de más de 2.000 años dando vueltas a su profundo mensaje, que le hace inmortal. Y la Biblia es el best-seller de la historia.