Eso explica Sergio del Molino en esta entrevista para EL COMERCIO. Bastante de acuerdo estoy.
«No hay ningún
flanco de la democracia que no esté siendo atacado»
SERGIO DEL MOLINO, ESCRITOR Y PERIODISTA
«El nacionalismo de Vox no se distingue en nada del de los secesionistas.
Y, además, dependen el uno del otro»
Sergio del Molino (Madrid, 1979), uno de
nuestros ensayistas más brillantes, retoma en su nuevo libro, 'Contra la España
vacía', algunos de los argumentos del ensayo que lo encumbró y en el que
analizó las consecuencias del éxodo que provocó que, entre 1950 y 1970, el
campo español se vaciase. Un desequilibrio que sigue marcando a todo un país.
Del Molino fue uno de los participantes de los Encuentros en Verines, que ayer
se clausuraron en la localidad llanisca de Pendueles y que estuvieron dedicados
al género literario que él cultiva con maestría.
-En una Asturias cada vez más envejecida, el asunto de la
despoblación preocupa, y no poco. ¿Vislumbra alguna solución?
-En Asturias tenéis una
historia muy particular porque están la emigración, la minería... Hay un montón
de factores que hacen que sea difícil comparar su situación con la del resto de
España. Y yo no sé si hay mucho que hacer, pero creo que la actitud con la que
habría que afrontar este fenómeno es teniendo claro que es un problema
democrático.
-Explíquese, por favor.
-Da igual el número de
habitantes que tenga una zona... Lo importante es que todos estén integrados
dentro de la comunidad y no sientan que su ciudadanía es de segunda. Y eso es
lo que no pasa ahora. Yo creo que el principal problema de muchos habitantes de
comarcas despobladas no tiene tanto que ver con las cuestiones prácticas y
cotidianas de vivir en un área donde los servicios son de peor calidad o
directamente no existen: el problema es que se sienten fuera del sistema,
extranjeros en su propio país. Eso sí que es una cuestión clave que hay que
abordar con una perspectiva de Estado.
-¿Una perspectiva que demasiadas veces brilla por su ausencia en
esta democracia?
-Esta es una democracia
bastante sólida. No creo que haya una amenaza inminente ante ella, pero sí que
es verdad que está rodeada por muchos frentes: los suficientes para que nos
preocupemos y les prestemos atención, de manera que la ola no nos salte por
encima y no nos inunde. Porque, ahora mismo, no hay ningún flanco de la
democracia que no esté siendo atacado, golpeado, mordisqueado por alguna fuerza
política hostil a ella.
-Se refiere a la ultraderecha y a los movimientos secesionistas...
-Sí. En España, están
básicamente esas dos amenazas, que son dos reflejos de una misma reacción que
se puede ver en todo el mundo occidental. Es la forma de reaccionar de algunos
oportunistas populistas que intentan canalizar la desorientación y la angustia
de una parte importante de la población que se siente abandonada o no se siente
integrada dentro de la propia democracia. Intentan canalizarlas con cantos de
sirenas y en España eso tiene esas dos vertientes. Por un lado, los
nacionalismos y, por otro Vox, que también es un nacionalismo. Es una expresión
españolista de un nacionalismo, pero no se distinguen en nada. Y, además,
dependen el uno del otro.
-¿Necesitamos la altura de miras de la Transición o liquidar el
«régimen del 78»?
-No creo que haya que
glorificar la Transición, pero sí hay que tomar conciencia de que
protagonizaron un momento excepcional de la historia de España. Lo bonito es
que no lo hicieron ni por altura de miras ni por generosidad ni porque fueran
mejores que otros, sino porque, probablemente, entendieron que no les quedaba
más remedio que negociar y renunciar a una parte de sus proyectos políticos
para poder construir un país en el que ninguno estaba muy cómodo. Y, fruto de
esas renuncias, surgió, con todas sus imperfecciones, la mejor democracia y el
mejor momento histórico que ha tenido nunca España, algo que nosotros debemos
aprovechar. Lo idiota sería lo contrario. Aprovechémonos de ese legado, no lo
malogremos. Tenemos algo que ya quisieran en muchas partes del mundo:
trabajemos en ello. Si uno hereda una casa estupenda, lo que hace es
aprovecharla y amueblarla a su gusto.
-¿La herencia franquista pervive en muchas instituciones?
-Hay una retórica muy cómoda y
esto afecta, fundamentalmente, a la izquierda, que utiliza el franquismo como
comodín. Si tu enemigo es una dictadura que desapareció hace más de cuarenta
años, es un enemigo muy fácil: rehuyes los debates actuales y niegas la
legitimidad al otro para debatir. Eso es un error. Nadie, con dos dedos de
frente, puede negar que España es una democracia avanzada que funciona
razonablemente bien. Evidentemente, podemos meter mano en muchísimas cosas: en
la judicatura, en los medios... Pero, en líneas generales, es una democracia
que no se distingue prácticamente en nada de otras como la francesa o la
británica. A partir de ahí, hablemos de cosas serias. Dejemos al franquismo en
paz, que ya pasó mucho tiempo.