jueves, 23 de septiembre de 2021

Bonachón y buen escritor

Si se buscase sinónimo de "bonachón" en el diccionario con nombre propio saldría Alexis Ravelo. Además es buen escritor y este premio lo corrobora. 

En su discurso no oculta que perseguía el premio porque se había presentado 3 veces, y también cuenta que era la primera vez que estaba en el Café Gijón. 

A mí me encanta ese lugar. La última vez que lo visité fui sola, cosa que no me gusta - odio estar sola en un lugar público y estar sola en la calle y casi nunca lo hago; puedo pasar horas y horas sola trabajando en mi despacho de la Facultad, o en casa, pero no me gusta en absoluto salir sola -. Fue en 2019 tras una jornada de trabajo en la Bolsa de Madrid, sita en Plaza de la Lealtad. Me fui paseando hasta el Café Gijón, en día de tremendo calor, como no conocemos en Asturias. 

La vez que más recuerdo de las que estuve en el Café Gijón fue hace ya muchos años, cuando a mi esposo le faltó poco para partirle la cara a Raúl del Pozo. Qué mirón más descarado, Dios mío. 

Enhorabuena al premiado. Está más contento que un "guaje con zapatos nuevos", como decimos por Xixón. 

Y por ahí está nuestra alcaldesa. Pintoresca ella.



«La lectura me sirvió para no pegarme un tiro o para no terminar en la cárcel» | El Comercio

«La lectura me sirvió 

para no pegarme un tiro 

o para no terminar en la cárcel»

«Estos años la sociedad se ha ido polarizando. Me preocupa ese resurgimiento de las famosas dos Españas»

Aida Collado
Gijón

Con más de veinte títulos a sus espaldas, Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) es el flamante ganador del Premio Novela Café Gijón, por 'Los nombres prestados', un thriller psicológico que firma bajo el pseudónimo de Larsen

–Así que era usted. ¿No se pondría Larsen por Corinna?

–¡Ni pensarlo! Aunque también da para una novela (Risas). Saqué el pseudónimo del nombre de uno de los personajes de Juan Carlos Onetti y la verdad es que me ha dado mucha suerte, porque los dos concursos que he ganado en mi vida fue firmando con él.

–Puede presumir de una larga trayectoria. ¿Qué ha querido contar con 'Los nombres prestados'?

–Intento saldar una pequeña cuenta pendiente con la violencia. Mi carrera literaria gira en torno a esta y, de alguna manera, en los últimos años me está interesando indagar sobre ella, sobre las posibilidades que se nos presentan, sobre qué hacer para erradicarla. Empecé a escribir esta novela en 2013 y cualquiera puede ver cómo ha ido cambiando estos años la sociedad, cómo se ha ido polarizando. Me preocupa ese resurgimiento de las famosas dos Españas. El argumento trata el encuentro entre dos personas, casi enemigas naturales, que son dos caras distintas de la violencia política, pero que están condenadas a entenderse por el bien de un tercero al que deben proteger.

–El jurado destaca que es un libro muy bien estructurado, que ahonda en temas como el perdón. Hace falta, en un mundo en el que el discurso de odio es cada vez más marcado.

–Claro. Los discursos de odio surgen siempre después de marcar al otro. Cuando sentimos odio ya lo hemos marcado, lo hemos deshumanizado. A un niño lo llamamos 'mena', para no llamarlo niño, lo que es. El discurso de odio solo es posible después de la cosificación. Algo muy basico de la ética kantiana es que el problema surge cuando vemos a los demás seres humanos como un medio para conseguir algo, en este caso descargar nuestras frustraciones, en vez de como un fin en sí mismos.

–Hace poco que ha presentado la sexta entrega de la serie protagonizada por su personaje más popular, Eladio Monroy. Demuestra una alta productividad.

–Yo trabajo mucho. O no trabajo nada, porque soy escritor (Risas). Mi producción en los últimos tiempos no es tan frenética, pero desde hace unos años tengo la suerte de poder dedicarme a la escritura y de poder dedicarle un número importante de horas.

–Recupera a Monroy cada vez que se cabrea, dice, para no romperle la cara a alguien. ¿Qué rostros peligran hoy?

–Esencialmente los de la ultraderecha. También me preocupa mucho la tergiversación de los discursos, cómo las fuerzas más reaccionarias se están apropiando de los discursos más progresistas para volverlos a su favor. Y tampoco me gusta la imposibilidad de establecer debates densos en torno a las cosas que importan. Vivimos en un mundo que ofrece soluciones sencillas a problemas complejos y es muy difícil establecer debates intelectuales de altura. Uno echa de menos la honestidad intelectual y la intensidad que existía antes.

–Se siente cómodo en el género negro.

–Sí. Es paradójico porque me siento cómodo en un género eminentemente incómodo, que debe inquietar al lector. A mí me permite hablar de las cosas que me preocupan y saber que mis libros irán directos a las manos del lector. Puedo hacer lo que me interesa sin miedo a que la academia me acepte o no.

–Con 'La estrategia del pequinés' ganó en 2014 el Dashiell Hammet, que se entrega en la Semana Negra de Gijón. Desde luego la ciudad le trae suerte.

–¡Mucha! Una de las cosas buenas de este premio es la oportunidad de volver a Gijón, de la que tengo gratísimos recuerdos. Para mí Gijón es encontrarme con compañeros, pasear por una ciudad amable. ¡Y qué ganas tengo de comerme un pote y unas sardinas! A mí se me empezó a conocer gracias a Gijón..

«Redención y verdad»

El jurado –Rosa Regàs, Mercedes Monmany, Antonio Colinas, Marcos Giralt y José María Guelbenzu– se refirió en su fallo a 'Los nombres prestados' como un «thriller psicológico con una trama político-social [...] La novela, muy bien estructurada, se sirve de un narrador omnisciente para abordar temas tan importantes como la identidad, el perdón, la redención, la evolución y la verdad».

–Dice que la lectura le ha salvado de pegarse un tiro. ¿Cómo ha pasado estos últimos dos años?

–La lectura siempre ha sido mi refugio. Me sirvió para no pegarme un tiro o para no terminar en la cárcel. Soy de un barrio humilde, desde muy joven me busqué la vida en la calle y la literatura me salvó. En estos dos últimos años me ha seguido salvando. Fui de los muchos que cuando terminó el confinamiento fui a la librería a hacer un roto en la cuenta corriente. La palabra siempre nos salva, siempre es esperanza.

–La suya también ayuda a otros.

–Una de las cosas más bonitas de este oficio es ver que tu libro ha acompañado a alguien en un hospital o le ha hecho más grato un viaje. Me interesan mucho los lectores jóvenes. Me parece tremendamente gratificante que tu libro les lleve a otros, a otras voces, a otras narrativas.