lunes, 20 de septiembre de 2021

EL EMPLEO, CLAVE POSPANDEMIA

Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 

de EL COMERCIO el 19/09/2021 


https://www.elcomercio.es/opinion/empleo-clave-pospandemia-20210919001150-ntvo.html

El empleo, clave pospandemia

Si se ralentiza la contratación podría haber más de medio millón de parados reales originados por la crisis según avancen los meses y terminen los estímulos. El uso de los fondos Next Generation con efectos positivos en el empleo es fundamental


Sería yo babieca si creyese que el coronavirus está superado. No es así, pero estamos luchando firmemente contra este bicho a base de vacunación que, en nuestra tierra asturiana, alcanza un elevado porcentaje. Todo pasa en esta vida y esta crisis actual no debería ser una excepción, siendo la vacunación masiva la herramienta perfecta. Dentro de lo negro de este escenario, me consuela pensar que ha habido epidemias peores antes, como la peste negra del siglo XIV, que ocasionó el fallecimiento de entre el 30% y el 60% de la población europea. También la gripe española se llevó por delante en un solo año entre 20 y 40 millones de vidas.

A pesar de esta desgracia que hemos vivido, estamos en el mejor momento sanitario de la historia como demuestra el tiempo récord empleado para disponer de las vacunas. En esta situación, la recuperación se ve más clara ahora que hace un año. Un estudio de CaixaBank tras el confinamiento, sobre cómo estaba afectando la crisis económica a los distintos estratos de la población, puso de manifiesto una conclusión alarmante: que el impacto de la crisis estaba siendo fortísimo y desigual. Aplicando 'big data' para analizar más de tres millones de nóminas cada mes, debidamente anonimizadas, se pudo seguir prácticamente en tiempo real el impacto de la crisis económica en la distribución de los ingresos y el papel jugado por las transferencias del sector público. Se dividió la muestra en cuatro colectivos: las personas sin ingresos, las que obtienen unos ingresos inferiores a 1.000 euros (ingresos bajos), las personas con ingresos entre 1.000 y 2.000 euros (ingresos medios) y las que obtienen unos ingresos superiores a 2.000 (ingresos altos). Se observó la evolución del porcentaje sobre el total que representan los distintos grupos a lo largo del tiempo y cómo se mueven las personas entre los diferentes colectivos. Los resultados mostraron que un tercio de las personas con ingresos bajos se quedó sin ingresos. Entre las de ingresos medios, también un tercio pasó a tener ingresos inferiores: un 13% pasó al grupo de ingresos bajos y un 20% se quedó sin ingresos. Finalmente, entre las personas con ingresos más elevados, una proporción significativa (30%) vio reducidos sus ingresos. El análisis del impacto de la crisis mostró tanto la dureza de la misma, especialmente para algunos grupos de la población, como el importante papel jugado por el sector público en mitigar su impacto.


Para analizar el efecto de la crisis sobre la desigualdad de renta, los economistas utilizamos el índice de Gini, que puso de manifiesto que cuando tenemos en cuenta las transferencias del sector público, este índice se mantenía más estable a lo largo del tiempo, aunque el aumento no era despreciable: de 2 puntos entre febrero y agosto del pasado año. Teniendo en cuenta que en España el 1% de las personas más ricas recibe el 8,6% de la renta nacional, mientras que la cifra alcanza el 20,8% en EE. UU, ¿son deseables estos elevados niveles de desigualdad? La respuesta depende, entre otros factores, de la igualdad de oportunidades que ofrece la economía. Según el llamado 'sueño americano', el del Gran Gatsby, los estadounidenses toleran mejor la desigualdad porque es el precio a pagar en una economía en la que todos, procedan del estrato social que procedan, tienen posibilidad de ascender en la escala social gracias a su esfuerzo y talento. Esta visión del mundo sugiere una mayor tolerancia a la desigualdad siempre que esta tenga una relación positiva con la movilidad social. Sin embargo, existen estudios que ponen de manifiesto que los países más desiguales presentan menor movilidad social. Tanto a nivel personal como profesional, dedicada a la economía, no creo en absoluto en las bondades de la desigualdad social y económica. Eso sí: creo en el esfuerzo y el mérito personal.

En el momento actual considero que, sin negar la oscuridad que nos rodea, es fútil exagerarla. Cuando el mundo se encerró hace un año para luchar contra el covid las proyecciones económicas evolucionaron hacia el catastrofismo. Realizar predicciones es difícil, pero, a fecha de hoy, las economías se están recuperando con más intensidad de lo pronosticado. En recientes previsiones el FMI afirma que el PIB mundial cayó el año pasado un 3% (menos de lo esperado hace un año) y que subirá en 2021 un 6%. Todo indica que se está recuperando de manera segura la actividad económica perdida. También creo que es muy importante el nivel de confianza y optimismo que se da entre las empresas, que esperan que la recuperación se consolide. El estado de ánimo del empresariado es asombroso, de acuerdo con el reciente Barómetro de Empresas de Deloitte: el 65% creen que mejorarán su balance en el segundo semestre y en 2022, un 74% es lo que esperan crecer en producción y facturación. La mayor duda, creo yo, es si tras todo este optimismo habrá una recuperación equiparable en puestos de trabajo. Con los datos de paro registrados hay 360.000 parados más que antes de la crisis sanitaria. Si se ralentiza la contratación podría haber más de medio millón de parados reales originados por la crisis conforme avancen los meses y terminen los estímulos. A mi juicio, el adecuado uso de los fondos Next Generation con efectos positivos en el empleo es fundamental. Tener un trabajo bien remunerado es clave para mejorar las expectativas de vida y reducir la indeseable desigualdad.