Dice Aramburu en promoción de su nueva novela que no hay aventura en el mundo actual. Y habla de un tipo que se suicida.
La única aventura tal vez sea el amor, creo yo. Estar enamorado.
Y eso no es una aventura. Es la propia vida. Es estar vivo.
Y el hombre enamorado que es correspondido en su enamoramiento, yo creo que no tiene ningunas ganas de suicidarse.
Tiene ganas de vivir, de sentir y de disfrutar de lo que siente.
Estar enamorado es estar vivo.
Y el resto, sobrevivir. Que no es poco, tampoco, tal y como está el mundo.
Fernando Aramburu, escritor
«Ahora ya no hay aventura, por eso se hace literatura de cosas pequeñas»
Publica 'Los vencejos', su primera novela tras
'Patria', y reconoce que, «a cierta edad, un autor ya no deslumbra con
experimentos audaces»
Han pasado cinco años
justos desde la publicación de 'Patria', la novela que no solo se convirtió en
una de las más leídas en la historia reciente de España, sino que alcanzó una
categoría distinta: la de fenómeno social. En este tiempo, Fernando Aramburu (San
Sebastián, 1959) ha publicado otros tres libros, pero no había vuelto a la
novela. Lo hace con 'Los vencejos' (Tusquets), el diario de un tipo corriente
al que nada especial le pasa pero que decide que ya ha vivido lo suficiente y
sin haber cumplido los sesenta fija la fecha de su suicidio.
Durante un año irá
haciendo un diario para dejar a su hijo. Ahí contará su vida, sus rutinas y
pensamientos, que son los de alguien sin nada muy especial en su biografía
porque, como dice su creador, «los humanos de hoy estamos sometidos a la falta
de aventura».
–Por fin una novela después de 'Patria'. ¿Han pasado el
tiempo y los libros suficientes para minimizar las comparaciones?
–En cierto modo, sí.
Asesorado por mi familia, mis amigos y mi editor decidí esperar antes de
publicar otra novela para que no pagara una factura excesiva en términos de
comparación. Por otra parte, no soy un escritor continuo de novelas, toco otros
palos, y es lo que he hecho.
–En 2018 ya dijo que tenía escrita otra novela. ¿Era esta?
–Sí, en este tiempo he
escrito esta, que me ha llevado un par de años, y otra, que está en el cajón.
–'Patria' fue además un fenómeno social. 'Los vencejos'
probablemente se quede en el ámbito de lo literario. ¿Eso es una ventaja?
–Un fenómeno social es
incontrolable para un escritor y puede ser perturbador. Le obliga a tratar
temas sociales y políticos para los que quizá no esté preparado. 'Patria'
adquirió una dimensión que pocas veces se da y se extendió incluso fuera de
España. He estado presentándola en salas repletas de varios países de Europa,
han ido a saludarme ministros de esos países, embajadores. Dónde me he metido,
me preguntaba. Me ha dado muchos lectores, pero ha sido fatigoso. Necesitaba
tranquilidad.
–Ahora los críticos hablarán solo de literatura.
–Cuento con eso. 'Patria'
sufrió críticas ideológicas. Y desde ciertos ámbitos es muy fácil
instrumentalizar el trabajo de un escritor, que además no puede evitarlo. Por
suerte, vivo en Alemania y todo eso me llega menos.
–'Los vencejos'. Este título puede parecer extraño.
–No es gratuito. Llevo
unos días en Madrid y por la noche, al asomarme a la ventana en mi hotel, he
visto grupos de esos vencejos en el cielo. Cumplen una función en la trama, el
protagonista reflexiona al hilo de sus vuelos.
–La obra se presenta como el diario de un hombre corriente.
–Es que vivimos en
sociedades donde desde hace décadas ya no pasan grandes cosas. Lo que nos
ocurre es bastante cotidiano. Quizá la pandemia dé lugar a otro tipo de
literatura, pero yo lo que veo son textos de gente que ha escrito sus
reflexiones mientras contemplaba las calles vacías. Estamos sometidos a la
falta de aventura. Por eso se hace literatura sobre cosas pequeñas.
–Ha construido un personaje corriente que hará algo
infrecuente: suicidarse.
–En realidad, lo que
pretende es protagonizar una tragedia, estar en el centro de un acontecimiento
con peso dramático. Es como si quisiera vivir algo parecido a los héroes de
'Las penas del joven Werther' o 'El extranjero'.
–Y usa una técnica que renuncia al elemento del suspense.
Vamos contando hacia atrás en la vida de Toni.
–Pero pongo al lector en
una situación incómoda, porque a medida que avanza en las páginas acerca al
personaje a su suicidio, lo que lo convierte en ejecutor. El lector mata al personaje
por el simple hecho de leer.
–Su personaje se va desprendiendo de todo. ¿Pasa eso también
con el estilo de un escritor, lo va despojando de artificios que quizá en
etapas anteriores creía necesarios?
–Es ley de vida. Llega un
momento en que o tienes algo que decir o te callas. A cierta edad, un autor ya
no deslumbra con experimentos audaces. Uno serena su estilo, se hace más claro,
se despoja de retórica. Un escritor entiende que el lector ha invertido su
dinero y su tiempo en un libro y desea algo emocionante.
–Madrid tiene un notable protagonismo en esta novela. ¿Por
qué esta y no otra ciudad?
–No digo nunca que sea
Madrid.
–Pero es evidente por los cafés, las calles y barrios...
–Claro. Tenía que elegir.
Y celebro haber elegido Madrid. Conozco bien la ciudad, tengo familia y amigos
que me podían ayudar en la documentación... Aunque la razón más poderosa es que
quería trazar un retrato social de la España de hoy. Y qué duda cabe que en
esta ciudad suceden cosas relevantes. Además quería mostrar la vida de barrio,
y también alejarme del paisaje vasco.