Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el 20/03/2020
NB: Los porcentajes de este artículo están calculados sobre las personas ingresadas por la enfermedad porque el número real de afectados lo desconocemos dado que no se están haciendo tests a toda la población.
Si está leyendo estas líneas, espero que esté libre de
la bestia que nos ataca, dejando un escenario de tercera guerra mundial vírica.
Nos repetimos como el ajo, pero esta realidad que estamos viviendo supera
cualquier ficción. Esas películas se me hacen eternas y aburridas, porque me
digo que esto es imposible y me voy para la cama. Y no. Es posible. Y no sabes cuán
dramático (o maravilloso) puede ser algo, hasta que no lo vives. Esto que nos
ocupa no tiene nada de maravilloso, salvo la asombrosa capacidad de contagio
del virus. De drama, tiene bastante. Mucho, para todos aquellos a los que les
toque y a sus familias. Lo que me motiva a escribir es lo que para mí tiene de
tongo. Y eso, me enoja más que el propio virus.
En una situación de incertidumbre, las certezas, las
verdades son más necesarias que nunca. Y hay cosas que no son opinables, sino
que son realidades contrastables. Soy una ignorante en cuestiones sanitarias,
por eso nunca asumiría el cargo de ministra de sanidad, si me lo ofrecieran; ni
siquiera, de auxiliar de enfermería porque carezco de formación. Anonadada me
quedé cuando escuché cuál era la formación de la persona que lleva la cartera
de Sanidad: ¡¡filósofo!! Y filosofar con el coronavirus no vale de nada. De
números no soy tan ignorante y por eso no tolero que me engañen. Ni siquiera que
lo intenten. De toda la avalancha de información, datos, artículos, mensajes de
móvil que recibimos sobre el asunto, de todo esto aún me quedan dos dudas que
no me están aclarando. La primera es si la inmunización es posible, es decir,
si alguien que lo ha superado tras el contagio y ha sobrevivido, puede volver a
enfermar. Y para eso, ya tiene que haber datos disponibles porque esto empezó
en diciembre en China. Es cuestión relevante para saber a lo que nos estamos
enfrentando realmente. Y la segunda duda es la tasa de mortalidad real que
provoca este bicho. En el momento en que escribo estas líneas, el número de muertes
a nivel mundial es de 8.810 y recuperados 84.121 lo que genera una mortalidad
neta mundial del 9,5%, considerando la ratio sobre la suma de ambas cifras,
lógicamente. En España, la cosa está mucho más fea, dado que somos el segundo
país más afectado de Europa. Ni más, ni menos que 767 muertos con 1.107 recuperados,
provocando un 40,9% de mortandad. En estas cifras, no estoy considerando el
total de afectados, por la sencilla razón, de que no los sabemos. Se ignora si
son 17.000 o 170.000 ¿Algo que mata en España casi al 41% de los que ingresan en
el hospital por ello, se puede considerar un catarrito de temporada, o una
gripe? Nunca he sufrido gripe. Jamás, aunque me vacuno anualmente contra ella,
básicamente porque no tengo tiempo de ponerme enferma y no tengo más bajas
laborales que las maternales. Hasta fui capaz unos días de dar clase con
collarín, tras un accidente de tráfico. Aunque me dolía el cuello, seguí adelante.
A la compañía de seguros del camión que me arrolló seguro que le dolió más la
indemnización. Dicho esto, no le temo a los camiones, porque soy conductora prudente,
ni le temo a la gripe, pero sí le temo a este bicho con corona porque viaja
rápido y está matando españolitos a gogó. Y de todas las naciones de esta
nación de naciones. Este “angelito” no distingue entre catalanes, vascos y
resto de españoles (que tal vez para los primeros los demás seamos, eso, los
restos) y tampoco distingue entre géneros. Ahora bien, si vas a la señaladísima
e inaplazable manifestación con pañoleta malva al cuello, tienes mayores
probabilidades de pillarlo. No respeta ni la sede de la Moncloa. ¡Ay que ver,
con el bicho! ¡Ay que ver qué certero es en su ataque!
Me encantaría poder debatir esto, pero no con el
catalán que dirige el ministerio de Sanidad, que me da pereza, ni con Quim Torra,
que me parece un chiste, sino con alguien que sepa más de números que yo, y que
valore cuántos se están recuperando de los que están ingresando y cuántos
muriendo. No se puede engañar a la población diciendo calma, a quedarse en
casita y mirar el móvil, y a hacer grupos de whatsapp para enviar chistes o
información, mientras nos cargamos a velocidad de vértigo la economía. No sé si
ha nacido el hombre capaz de engañarme a mí, pero este catalán tan grisáceo,
comedido y filosofador, este seguro que no es. Menos filosofía y mejor encaje
numérico para entender de lo que hablamos y llegar, definitivamente, a la
verdad. Si es posible, antes de morir.
Cosme Cuenca en zapatillas, a la vera de la Otero Cocotero
(mi alias colegial, al que cogí cariño tras 13 años en las Dominicas)
En el mismo número de ayer de EL COMERCIO, declaraciones de artistas asturianos y en la contra, el impagable chiste de NETO.
Roberto Álvarez, Nacho Vegas a la guitarra...