martes, 24 de marzo de 2020

Ese pelito rosa....



Me sorprende el pelito rosa del entrevistador, pero me sorprende más aún, la osadía en las preguntas, la verdad. Y yo la agradezco. De entre las dos explicaciones que se dan, me encaja más la de las drogas que la de la distancia. O un poco de ambas. Lo cierto es que Nacho Vegas no las esquiva. Un valiente. 

Me parece un gran letrista, la verdad. Un orgullo que sea de aquí, y que resida aquí, en Xixón, como dice él. No todo lo bueno se nos tiene que ir de Asturias. También me parece que tiene un timbre de voz muy singular, lo cual es necesario para diferenciarse como artista, cuando hay tanta competencia. Tiene una voz con personalidad que me gusta. También es muy agradable expresándose, y humilde. Y eso es estupendo. En Asturias hay mucho "babayu" (presuntuoso, en castellano) pero entre los que se dedican al mundo del arte, hay campeones olímpicos del "babayismu", que te pones a hablar 10 minutos, y parece que van a empezar a cantar "me duele la cara de ser tan guapo". Es tremendo. Es de echar a correr y no parar. Y por descontado, no puede ser el caso de Nacho Vegas, simplemente oyéndole en esta entrevista. Pero la verdad, como hombre me daría miedo. Su compañía me asustaría. 50 km de distancia como mínimo. 
Bueno es que sigan siendo amigos cuando se ven. 

Leí en una ocasión un artículo maravilloso de Javier Marías, uno de tantos buenos que tiene, que decía que lo mejor es que los miembros de la pareja vivieran en casas diferentes e, incluso, en países diferentes. Me pareció muy bestia, pero tiene su parte de razón. 
Si hay amor de verdad por ambas partes, la convivencia diaria no es necesaria. Te puedes querer en la distancia, en los reencuentros, y cuando tienes tiempo para vivir días seguidos juntos. 
Mi madre y su esposo llevan casi 25 años juntos, y al principio era así. Cuando podían. En los viajes, a ratos. Mi madre ha viajado con él por todo el mundo. A veces venía a Oviedo. Luego vendió todo lo de Logroño y hoy están juntos, aislados como los demás por el coronavirus, en el piso de mi madre de Oviedo. 
No es cuestión de distancia. Es cuestión de que sea auténtico y así lo sientan ambas partes, y de que encuentres, de una vez por todas, la persona con la que te quieras quedar, y en la que te quieres quedar. 
La primera mujer del esposo de mi madre era lesbiana. Él no lo sabía. Lo vivió como una traición. En tiempos de Franco, eso no se podía confesar. Y si las lesbianas querían hijos, no había otra. Él escribió un ensayo sobre ello - "Las mariposas azules"- (por eso no le importará que lo cuente) y otros libros. Sus dos hijos varones son homosexuales. No sé si eso se hereda. No importa. 
Miro la foto del pequeño, en la portada del libro, que es un niño guapísimo y no sé a quien me recuerda. 
Son buenos chicos y él es un buen hombre que hace feliz a mi madre. Él es cuatro años más joven que mi madre, aunque no lo parezca. 
Y eso es lo que importa. Que son felices y se aman. Y que quieren morir uno junto al otro, pero por el coronavirus, no, por favor.