Recuerdo que en una de mis crisis bestiales de migraña de 72 horas, cuando era nulípara, le pedí al neurólogo que me hiciera un TAC. Que lo mío no era normal. Todo ok. Me daba betabloqueantes como preventivo que no funcionaban, e insistía en su idea: "Susana, ten hijos". Yo no me había presentado aún a la oposición, tenía una burrada de trabajo y el neurólogo me decía que trajera churumbeles a este mundo. Creí que me estaba tomando el pelo, pero no. En mi caso, acertó totalmente. Fue tenerlos y fenomenal. Las lactancias prolongadas también ayudaron. No solo, como dicen los investigadores a incrementar las defensas de los bebés - que bien que me ahorrado yo, visitas al pediatra - sino que funcionan como preventivo contra el cáncer de mama. Está demostrado empíricamente que las monjas tienen una incidencia más alta de este cáncer o las mujeres que no dan el pecho. Los senos de la mujer no los puso ahí la naturaleza para adornar, sino para amamantar a las crías de la mejor forma posible. Si tienen otros efectos colaterales positivos, pues estupendo. Las leches artificiales pueden clonar los elementos nutritivos de la leche materna, pero no los anticuerpos específicos que la madre genera para su criatura.
Dicho esto, a mí, hacer caso de lo que dice la ciencia me ha ayudado mucho, porque esto es cosa seria, y porque hacer trabajos académicos de investigación lleva su tiempo, para que los resultados sean fiables.
Si los expertos dicen en casa, pues en casa. No hay argumentos para discutirlos si no sabemos de ello.
Es indispensable
decretar un confinamiento total
Lo único que pido es que me escuchen: no
tomar medidas drásticas se va a traducir en una situación dantesca, y observar
este hecho a través de cualquier bandera no solo sobra, sino que hace daño
Me llamo Oriol
Mitjà. Soy médico infectólogo y, desde el
inicio de mi carrera, he dedicado mis esfuerzos a lograr la equidad en salud
mediante la investigación de enfermedades relacionadas con la pobreza. Siempre
he trabajado para defender el derecho a la salud de todas las personas y a en
particular de personas vulnerables en países pobres. He vivido los últimos 10
años en Papúa Nueva Guinea donde he trabajado intensamente para eliminar el
pian, una Enfermedad Tropical Desatendida que afecta a niños de zonas remotas
en países de África y Oceania. Mi equipo y yo hemos obtenido resultados
notables en este campo, hecho del que me siento muy orgulloso porque demuestra
mi compromiso profesional, mi constancia y mi búsqueda incesante de la
excelencia. Actualmente soy el jefe de un equipo de
investigación y asesoro a la OMS en materia de enfermedades tropicales.
Escribo este
artículo para responder a las críticas que estoy recibiendo a partir de mi exposición mediática las últimas semanas
en relación con la crisis del coronavirus SARS-CoV-2. Me preocupa que se use la
descalificación personal para desacreditar el contenido de mis argumentos
científicos.
Desde que apareció el SARS-CoV-2 en
Wuhan (China) me fijé en la naturaleza del virus y su dinámica de
transmisión. Mi campo
de investigación es el desarrollo de estrategias para el control de
enfermedades infecciosas. Para hacer mi trabajo cuento con
la colaboración de matemáticos con la capacidad de generar modelos que predicen
o simulan la posible progresión de las epidemias. Los modelos matemáticos hace
semanas que alertan de un escenario terrible que requiere de medidas muy
drásticas. Esto es lo que estoy intentando comunicar por
tierra, mar y aire, porque creo firmemente que es mi responsabilidad social
como experto. Les pido que, al evaluar la validez mi discurso, tomen en cuenta
lo que expongo a continuación.
En primer lugar, se me acusa de haber lanzado mensajes
contradictorios en relación con el coronavirus. El 11
de febrero yo dije en RAC-1 que la infección era leve. Si bien es cierto que en
aquel momento la letalidad del virus era del 0.2% fuera de China, este es un
mensaje descontextualizado. Entonces era de los pocos investigadores, si no el
único, que defendía que no se celebrara el MWC. Abogaba por la cancelación del evento a
fin de evitar la llegada del virus a nuestro país. Había
riesgo de importación, sabíamos que el virus era muy transmisible y no teníamos
clara su agresividad.
Posteriormente escribí artículos de análisis en 'El País' del 13
de febrero, y en SINC del 24 de Febrero acerca de la necesidad
de plantearse la gravedad de la infección viral y las medidas necesarias ante
una posible epidemia en España. En mi tribuna de 'El País' del 29 de
febrero ya pedía que
se intensificaran las pruebas de detección y que se
valorara el distanciamiento
social.
Me critican porque tengo una opinión disidente a la de la mayoría (o al
menos a la del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias). Un
sano proceso en la toma de decisión alienta y acepta las discrepancias,
maximizando la oportunidad de acomodar las opiniones minoritarias para mejorar
la decisión resultante. La
opinión independiente de los científicos y académicos es especialmente valiosa
porque no está contaminada por intereses políticos o económicos. La
unidad en estrategia nos hace fuertes, pero la unidad en opinión nos hace
inútiles.
Las críticas
Ningún
científico critica a gestores y/o políticos sin haber intentado incontables veces compartir
con ellos su información y opinión. Así que recurro a la única vía de divulgación
con la que cuento, que son los medios de comunicación y las redes sociales. Este
aspecto está estrechamente ligado a otra crítica que se me hace: la de soberbio
por proponer la dimisión del comité de emergencia español. La gestión de una
crisis sanitaria es muy delicada y hubiera preferido hacer una evaluación
cuando todo hubiera pasado. Pero
me aterra que este órgano siga sin tomar las decisiones adecuadas. Así
que, sin dudarlo, mantengo que tenemos que poner a otra persona al timón de
este barco, y debemos hacerlo ya.
Entiendan
que hace ya semanas
que es factible anticipar el escenario en el que nos encontramos, y
que si la comunicación hubiera sido adecuada, la crisis actual se podría haber evitado
en gran medida con el uso precoz de medidas de control, o
en el peor de los casos se podría haber mitigado si nuestros gestores
sanitarios hubieran tenido la información para prepararse y planificar la
gestión de los recursos con tiempo suficiente. Tal vez frenar la entrada del virus era imposible, porque
implicaba confinar a un país sin casos, pero se podrían haber comprado equipos
y diseñado protocolos que no pusieran a nuestros
sanitarios en primera línea de una batalla que ahora mismo libran a destajo y
sin armas adecuadas.
Creo
también que los
expertos designados para gestionar este momento, tal vez con la mejor de las
intenciones (no alarmar a la población), han contribuido a avivar el fuego que
querían evitar. Opino que un confinamiento sin previo
aviso es mucho más difícil de asimilar que uno programado con un cierto margen.
No solo no nos hemos preparado bien a nivel sanitario, tampoco lo hemos hecho a
nivel social. En el contexto en el que nos encontramos, la lealtad ciega va a
traducirse en más muertes, así que bienvenida sea la discrepancia.
Política y opinión
Abordo finalmente la crítica que me resulta más agotadora: la de
estar al servicio de un determinado relato político. Soy catalán.
Investigo en un hospital público adscrito al Institut Català de
Salut. Fin del asunto. Lógicamente, además de médico soy persona y tengo ideas propias, pero
afirmar que estas han orientado en modo alguno mi actuación durante las últimas
semanas me sugiere que, como en tantas cuestiones, el pecado está en el ojo que
mira. Nunca he estado
adherido a ningún partido político ni he firmado ningún manifiesto en su favor,
aunque se haya usado mi nombre sin mi conocimiento ni autorización. Cualquier
dirigente político que utilice mis propuestas frente al coronavirus para hacer
cualquier otra cosa que tomar decisiones en materia de salud pública carece por
completo de mi atención y mi interés. Cualquier periodista, o comunicador, que
esgrima un uso político a mis palabras para desvirtuar mi mensaje contribuye a
una equivocación dolosa. No
tomar medidas drásticas se va a traducir en una situación dantesca, y observar
este hecho a través de cualquier bandera no solo sobra, sino que hace daño.
Al
exponerme públicamente soy
consciente de que mis palabras pueden ser criticadas, malinterpretadas o
utilizadas para fines que me son ajenos, pero lo asumo
como un mal necesario dada mi voluntad de lanzar un mensaje que me parece
fundamental. Francamente, llegados a este punto no me importa parecerles
soberbio, lo único
que pido es que me escuchen: ES INDISPENSABLE
DECRETAR UN CONFINAMIENTO TOTAL para frenar la propagación del coronavirus, y
necesitamos hacerlo ya. Las simulaciones matemáticas advierten que con las medidas de confinamiento parcial
actuales el sistema sanitario se saturará alrededor del 26 de marzo. La
saturación de nuestro sistema de salud la defino aquí como la incapacidad de
ingreso en UCI de alguien que lo requiere. Si llegamos a este punto habrá que
escoger qué paciente ingresa en UCI y qué paciente no ingresa. Esto solo se podría evitar si iniciamos
la restricción total de la movilidad y el confinamiento total de los ciudadanos
y residentes (con excepción de los servicios básicos esenciales).
Hasta ahora hemos corrido detrás del virus y nos queda poco tiempo
para revertir esta dinámica. Espero que este artículo me
ayude a transmitir esta idea con contundencia y, sobre todo, que ponga fin a las suspicacias
generadas alrededor de mis palabras. No soy político, ni
soy periodista: soy investigador. Creo que es hora de que la sociedad, en su
conjunto, escuche a la ciencia, puesto que es mucho lo que hay en juego.
*Médico Investigador en enfermedades infecciosas y Salud Global,
Hospital Universitari Germans Trias i Pujol