Me encanta la canción de Suzanne de Cohen y muchas otras. No conocía sus andanzas en la isla griega pero no recuerdo dónde oí hablar a un artista de las "tiparracas" de Cohen en Grecia. Y lo busqué. Me da pena de la nórdica de cara redonda. Es bella pero de cara redonda como ella misma dice. Pero eso no fue lo peor, sino lo que le tuvo que aguantar a Cohen.
Es una indeseable historia de amor y sufrimiento para ella que, dicho sea de paso, también cometió sus errores, porque internar a un hijo para perseguir a un hombre, tiene bemoles, la cosa. Ya dice mucho del tipo de mujer que es.
Una vez leí un libro donde una mujer se quedaba sin uno de sus hijos, que se quemaba con una estufa, porque ella perseguía a un tipo constantemente. El autor era un castigador y un juez total de mujeres. En esa, y en todas las obras, pero básicamente estoy de acuerdo con el castigo de esa novela. Lo primero son los hijos, aunque esté enamorada.
Muy interesante la historia que nos cuenta la prensa.
Se podría haber titulado:
"El poeta picha-brava y la nórdica de cara redonda"
Nunca le he visto el más mínimo sex-appeal a Cohen, ni en estas fotos de tiempos mozos. Para nada. No sé si Dios existe. Ojalá exista y nos regale la vida eterna, pero que Cupido existe lo tengo clarísimo. Ese no se qué que engancha a unas personas sí y a otras no.
Está claro. Mejor morir con alguna certeza.
MARIANNE Y LEONARD COHEN,
FOTOGRAFIADOS EN LOS 60 EN LA ISLA DE HIDRA. FOTO: GETTY
¿Conoces a algún poeta que haya sido un marido espléndido?»
Los poetas no son buenos maridos.
https://smoda.elpais.com/moda/marianne-la-verdadera-y-triste-historia-de-la-mujer-que-lo-dio-todo-por-leonard-cohen/
Marianne: la verdadera y triste historia de la mujer
que lo dio todo por Leonard Cohen
Una historia de amor que casi acaba en suicidio. El festival In-Edit
estrena 'Marianne & Leonard: Words of Love', el documental que aporta
nuevas capas de realidad y sufrimiento al romance irrepetible entre Marianne
Ihlsen y el artista canadiense.
NOELIA
RAMÍREZ | 26 OCT 2019 23:59
Ni se la encontró Leonard Cohen llorando desamparada por la calle ni fue él,
precisamente, el legítimo procurador de cuidados que nos quisieron vender (si entendemos
este ámbito como algo más que aportar dinero enviado por telegramas). En
realidad todo fue al revés. La verdadera historia de Marianne Ihlen,
reducida a la figura de musa y amante del canadiense, escondía capas de
desamparo emocional y fue bastante más agridulce que esa fábula mística de amor
libre y equilibrio cósmico que nos habían contado. Así lo aclaran la multitud
de testimonios del entorno de estos dos amantes y grabaciones de los dos
implicados que nutren el documental Marianne & Leonard: Words of
Love, una cinta que estrena en España el festival In-Edit
dirigida por Nick Broomfield, documentalista de otros proyectos como Whitney:
Can I Be Me o Kurt and Courtney, y amigo íntimo de
Ihlen. La investigación, además de narrar la historia de amor irrepetible entre
el canadiense y la noruega, desmonta involuntariamente la utopía de igualdad de
la revolución sexual de los sesenta y revela nuevos detalles y realidades de un
romance que fascinó al mundo.
Ni se la encontró Leonard Cohen
llorando desamparada por la calle ni fue él, precisamente, el
legítimo procurador de cuidados que nos quisieron vender (si entendemos este
ámbito como algo más que aportar dinero enviado por telegramas). En realidad
todo fue al revés. La verdadera historia de Marianne Ihlen, reducida a la
figura de musa y amante del canadiense, escondía capas de desamparo emocional y
fue bastante más agridulce que esa fábula mística de amor libre y equilibrio
cósmico que nos habían contado. Así lo aclaran la multitud de testimonios del
entorno de estos dos amantes y grabaciones de los dos implicados que nutren el
documental Marianne & Leonard: Words of
Love, una cinta que estrena en España el festival In-Edit
dirigida por Nick Broomfield, documentalista de otros proyectos como Whitney:
Can I Be Me o Kurt and Courtney, y amigo íntimo de
Ihlen. La investigación, además de narrar la historia de amor irrepetible entre
el canadiense y la noruega, desmonta involuntariamente la utopía de igualdad de
la revolución sexual de los sesenta y revela nuevos detalles y realidades de un
romance que fascinó al mundo.
Marianne & Leonard certifica todo aquello que ya conocíamos: que
los dos se amaron y respetaron de una forma poco convencional durante años
(«Éramos dos refugiados que huíamos de nuestras vidas y nos encontramos cara a
cara», cuenta ella en la cinta) y que su relación fue única hasta la muerte de
ambos. En la cinta, Marianne no reniega de la felicidad y asegura que los suyos
fueron «años muy buenos», «fabulosos», en los que «nos bañábamos bajo el sol,
hacíamos el amor, bebíamos y discutíamos»; pero también relata cómo tuvo que
irse al Reino Unido a abortar sola, cómo llegó a pensar en el suicidio en
diversas ocasiones por no saber convivir con las múltiples conquistas del
artista –entre ellas, Janis Joplin, mientras convivían juntos en el Chelsea
Hotel («quería encerrarlo en una jaula y lanzar la llave, no lo podía soportar»)–
o por qué aguantó estoicamente la expulsión de su casa en Hidra (Grecia) cuando
la nueva pareja de Cohen, Suzanne, se plantó sin previo aviso en la isla
cargada de maletas y urgiendo a su salida inmediata.
El mundo sabía de Marianne Ihlen porque Cohen siempre la recordaba con
cariño en entrevistas e interludios de conciertos desde los inicios de su
relación. También era de dominio público que a ella le dedicó e inspiró
escritos como Beautiful Losers, así como un buen puñado de
clásicos de su repertorio: So Long Marianne, Hey, That’s No Way to Say Goodbye, Bird on the Wire. La transformación en mito
romántico definitivo llegó cuando Ihlen falleció de leucemia en julio de 2016 a
los 81 años y la carta de despedida de Cohen –que leyeron en el lecho de muerte
de la noruega poco antes de que falleciera, como se comprueba en el documental–
tuvo un impacto global sin precedentes: las sentidas palabras del canadiense se
viralizaron en medios de todo el planeta, encumbrando a la categoría de leyenda
a este irrepetible romance. Una sentida despedida que propició que la
correspondencia inédita entre ambos se haya llegado a subastar este mismo año llegando
a alcanzar los 775.000 euros:
“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que
nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas
que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía.
Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito
extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen
viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino.”
Cocina y cuidados para elevar al poeta masculino
Además de aportar un archivo documental sobre este preciso (y precioso)
momento epistolar de despedida, una de las valías de Words of Love reside
en el hecho de poner el foco en la vida y sentimientos de esa obtusa figura que
es la musa. Poder acercarse a la afectada para descubrir en primera persona las
implicaciones emocionales de las mujeres que han vivido entregadas para
«elevar» el espíritu de los artistas –el propio director, que también mantuvo
un romance intermitente con ella, aclara que Ihlen fue el motor inspiracional
de su carrera y de otros cantantes–. Esta es la historia de un flechazo que fue
instantáneo en la isla de Hidra en los sesenta, pero también de todo lo que
pasa cuando te enamoras de un hombre que, como el propio Cohen se define, es
«un egoísta que se pasa la vida escapando» y que «hacía sufrir a quién me
rodeaba porque siempre conseguía huir». Ella estaba casada con un hombre de
carácter violento y tenía un hijo con él, pero por aquel entonces los
matrimonios eran abiertos y en aquella idílica isla plagada de artistas, el
ácido y el speed corrían con el mismo desenfreno que las
promesas de amor libre. «Allí todo el mundo era artista, pero yo no era
escultora, ni pintora ni artista. Yo era una artista de la vida, vivir era mi
arte», apunta sobre su función en aquella comuna de artistas refugiados al sol
griego.
El canadiense, que llegó huyendo de Montreal junto a una amiga aburrido del
ambiente aburguesado judío en el que se había criado, se quedó prendado de la
noruega. La cinta desmitifica el encuentro de una frágil Marianne llorando sola
por la isla –fue ella la que se encontró con Cohen, camino del súper con una
cesta de la compra, y le invitó a tomar algo con sus amigos artistas en una
terraza–. «El primer año en Hidra él no hacía más que escribir y
escribir. Yo corría a su encuentro, hacía la compra y le traía comida. Era
su musa griega, así que me sentaba a sus pies», cuenta. Entre ingestas de ácido
y arrumacos, Cohen vivía cuatro meses al año en Hidra y volvía a Norteamérica
el resto del tiempo para»inspirarse» y promocionar sus libros. «Marianne
se lo hacía todo. Le traía cestas con fruta y agua mientras él tenía fiebre.
Leonard iba de ácido y de speed casi siempre y entró en una
especie de locura. Ella ‘sujetaba al hombre’ para que pudiese escribir esas
páginas», explica en la cinta Aviva Layton, la que fuese mujer del editor de
Cohen en Canadá.
¿Conoces
a algún poeta que haya sido un marido espléndido?»
«Los
poetas no son buenos maridos. ¿Conoces a algún poeta, director o artista que
haya sido un marido espléndido», apunta en un momento del documental Aviva
Layton, antecediendo el drama que estaba por llegar. La conquista de los
escenarios como músico fue el golpe mortal de la relación. Judy Collins, la
artista que animó a Cohen a cantar y coger la guitarra, rememora cómo Marianne
le acusó de explotar la burbuja hippy creada en Grecia:
«Éramos muy felices en Hidra. Tú grabaste esas canciones con él y arruinaste mi
vida». Así lo sintió. Marianne dejó la isla para acompañar a Leonard en Estados
Unidos y Montreal, pero las cosas no fueron nada bien. «Un auténtico desastre»,
resume Aviva Layton: «La ironía es que un hombre como él era el hombre que toda
mujer quiere tener. Pero nadie podía ser su dueña. Los poetas son criaturas
elusivas».
Cohen aclara en grabaciones que en aquella época «tenía un apetito muy
grande por la compañía de mujeres y por la expresión sexual amistosa». Marianne
no podía convivir con esa escena de shows repletos de mujeres
(Leonard llegó a estar en una gira 23 noches seguidas de ácido) y con los
continuos escarceos de Cohen. «Esto es lo que te pasa por por elegir al hombre
guapo y ver cómo todas las chicas lo desean. Estuve a punto de suicidarme, me
destrozó», explica la propia Marianne.
Tras seguirle por varias ciudades, la relación empezó a flojear. Marianne internó a su hijo
en el extranjero varios años mientras viajaba y volvió a Hidra hasta que la nueva pareja
de Leonard, Suzanne, se presentó en su casa y la echó. Volvió a Oslo y se
convirtió en lo que siempre había querido su madre: una secretaria con una
familia ordinaria. Se volvió a casar y cuidó de los hijos de su nuevo marido.
«Generosa» y «amable» pese a los desencuentros, como todos insisten en
recordarla en el filme, siguió manteniendo una correspondencia puntual y buena
relación con Cohen. Cuando él volvió a subirse a los escenarios en 2009 porque
su mánager le había dejado sin blanca, Leonard le regaló dos asientos en primera
fila en su concierto de Oslo. El documental la muestra feliz y saludándole con
ilusión desde la grada.
Poco antes de morir, Marianne pidió a su amigo Jan Christian Mollestad
que avisara a Cohen: «¿Puedes decírselo a Leonard? ¿Podrás traer una cámara?».
El mensaje de su antiguo amante llegó al día siguiente. Ella sonrío satisfecha
al escucharlo. Tres meses después, él seguiría el mismo camino.