martes, 17 de marzo de 2020

Mi cuarentena contra el "cornavirus"

Con mi primogénito, casi no tuve niño. Le decía "carro" y respondía "carro". Con 8 añitos hablaba con él, con la misma sensación de estar hablando con un adulto. 
Mi hijita pequeña me ha dado y me sigue dando más juego infantil, siendo muy espabilada. La primera vez que oyó el nombre del virus, dijo "cornavirus". Y nos quedamos con eso en casa, porque nos hizo gracia. Con las cornás que nos va a dar este bicho, a nivel sanitario y económico, está muy bien puesto el nombre por mi Elsita. Muy requetebién. 
Intento disimular el miedo. Hacer de tripas de corazón y pensar que soy una privilegiada, porque mis hijos tienen terreno para salir a jugar, respirar aire puro, tomar el sol, sin salir a un parque o a terreno exterior. Subir a la casita del árbol....y vivir en un mundo feliz, el suyo, no el de Aldoux Husley, que yo no puedo estropear con mi miedo. Pueden sintetizar vitamina D, hacer ejercicio, potenciar sus defensas, que no son nada malas tras haberlos criado largo tiempo con la leche de mis pechos. Mi madre me llamaba la Central Lechera Asturiana. "¡Pero hija, para ya!. Que pareces una nodriza no una profesora de Universidad". 
Cuántas visitas me ha ahorrado eso al pediatra. 
Muy preocupada me tiene Irene Montero, con esos bebés frágiles y prematuros que ha tenido. Se cuidarán de su mamá. Qué relevante la manifestación de pañoletas malvas al cuello, del pasado día 8 de marzo. Increíble pero cierto. No es broma. Esas personas están al mando de esto. 
Ay Schettino!! ¿Dónde nos llevarás tú, pardiez?






Suelo enviarle de jueves o viernes por e-mail, al sacerdote de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús de Gijón, los cánticos que voy a interpretar el domingo. Así lo hice esta pasada semana, pero la víspera le envié mensaje diciendo que no asistiría este pasado domingo. El metro de distancia lo iba a guardar de sobra, porque estoy en la tercera planta, sola. Pero ¡qué se yo lo que puede haber en el teclado del órgano...! Salud para el organista de sábado tardes. 

Me contestó con unos chistes. 
No sé porqué a la gente el clero le fastidia tanto. A mí, las monjitas de mi cole solo me dieron cosas buenas y me educaron, y el sacerdote de la Basílica me hace reír y me ha invitado a hacer algo que me gusta: tocar teclados y cantar. 
Los curas y las monjas son seres humanos, con sus virtudes y sus defectos. Como todos nosotros. Pero hay una diferencia importante: en su mayoría, en su inmensa mayoría son el tipo de personas que más pueden ayudar a otras cuyo primer objetivo en la vida, como es mi caso, es ser cada día mejor persona. 
Y de eso, no tengo ninguna duda. Por eso, siempre me he llevado bien y mantengo relación con este colectivo social al que respeto y admiro mucho. 
Ahí van unos chistes. Ironía es eso. Ironía. ¿Se entiende, verdad? El cura es del Sporting. 









O cincuentona, o lo que le toque a cada uno. O mucho mejor. Con la que cada uno elija o quiera estar. Así debería ser, ¿verdad?

A mí me queda de cuarentona poco más que el tiempo inicial de confinamiento. Que irá para más largo, aunque espero equivocarme.