Gamoneda: "La poesía no se explica, su realidad sólo la nombran sus propias palabras"
El poeta leyó emocionado sonetos de su admirado Alarcos en su lección magistral sobre poética y ritmo en la Universidad
chus neira 17.05.2018 | 04:01
Antonio Gamoneda, ayer, en el edificio histórico de la Universidad, antes de su conferencia en la cátedra Alarcos.
IRMA COLLÍN
Parafraseando a Ángela Figuera, Antonio Gamoneda podría haber recitado ayer desde el aula magna del caserón de San Francisco que no le hacían falta los libros de Alarcos porque sus versos se los
cantaban las propias paredes del edificio histórico de la Universidad de
Oviedo. Y algo de evocación del maestro tuvo su conferencia sobre
poética, con momentos de mucho emoción, sobrecogido, pero el premio
Cervantes sí recurrió a las páginas del poemario de Emilio Alarcos para
recitar algunos de sus mejores sonetos, una lira, y acompañarlos de una
reflexión sincera sobre la esencia profunda de la poesía. Su explicación
de los versos del lingüista fue, en realidad, una antiexplicación. "La
poesía", contó a modo de advertencia inicial, "no se explica; las
realidades poético-intelectuales que la poesía nombra existen sólo por
las palabras que las nombran, y ninguna otra palabra puede decirlas".
Esa idea, que refrendó con cita a Eliot ("la poesía es más sensible que
inteligible") y ejemplificó en versos de Alarcos como "la campanada
roja de los jarros", la acompañó de otras dos reflexiones esenciales en
su conferencia dentro de la Cátedra Emilio Alarcos. Una es que la poesía
fue durante mucho tiempo y sigue siendo fundamentalmente oralidad,
ritmo en terminología aristotélica, palabra en el tiempo en la
machadiana. "La poesía es oral, es fónica y auditiva". Y esa condición
la relacionó con una confesión que le hizo una vez Alarcos en un bar
ovetense y que Gamoneda dejó grabada en su memoria. "Yo soy un
fonólogo". "Emilio Alarcos", concluyó, "no lo dijo por casualidad; fue
un gran lingüista pero por dentro era pasionalmente un fonólogo. Y la
pasión por la fonología y la poesía, ambas centradas en la fonación
humana venían a ser la misma pasión. ¿Era fonólogo por ser poeta o poeta
por ser fonólogo?".
Más allá
de que la poesía es ritmo, y que incluso el verso libre ha de tenerlo
por mucho que algunos jóvenes, lamentó, piensen que se trata sólo de
poner un verso debajo de otro por la "influencia maligna de las
traducciones arrítmicas de grandes poetas", más allá de esa idea,
Gamoneda aportó en sus conclusiones otra idea vertebradora del hecho
poético. "La poesía", dijo, "es liberadora, en incluso cuando canta al
sufrimiento, cambia el sufrimiento por otra cosa, y esa otra cosa es
liberadora". Lo dijo a cuento de otros versos nostálgicos y algo
tristes, "no demasiado", con los que cerró su lectura alarquiana. Pero
por muy triste o sobrecogedor que resulten las palabras de un poema,
Gamoneda asegura que siempre hay gozo, placer y lo opuesto al dolor. Lo
resume, dijo, el refrán: "'Quien canta su mal espanta', es totalmente
verdadero, y en el acto de cantar, incluso si la música es triste, el
sufrimiento se transforma en placer". "Los neurólogos", bromeó, "podrían
tratar de averiguar por qué".
La detallada y emocionada exposición de Gamoneda vino precedida de
elogios al poeta asturleonés. Por parte de la directora de la Cátedra,
Josefina Martínez, "la mujer de su vida", dijo el poeta; y por parte de
su presentador, el académico de la lengua, otro asturiano afincado en
León, Salvador Gutiérrez. La casualidad hizo que éste último coincidiera
con el consejero de Cultura, Genaro Alonso, en evocar, por lo oportuno
que parecía para la ocasión, la misma dedicatoria con la que el propio
Emilio Alarcos Llorach encabezó un trabajo dedicado a Antonio
Rodríguez-Moñino: "Usted sabía y sabe que de un adusto acebuche no
pueden esperarse tiernas olivas. Acepte, pues, el homenaje de estos
arrugados frutos. Su intención los salva".