Este artículo fue publicado el 03/09/2015
en la Sección de ECONOMÍA del diario EL COMERCIO
Dado que se me ha
preguntado sobre el tema, traslado desde este medio, EL COMERCIO, mi opinión
acerca de la situación de los mercados financieros como consecuencia de la
actual crisis de la economía china. Muchas han sido las opiniones de distintos
economistas acerca de esta negativa coyuntura que nuevamente nos ocupa. Los
enemigos que los economistas tenemos, que no son pocos, nos tachan de la falta
de coherencia en nuestras opiniones y recetas, dado que “unos dicen una cosa y
otros, la contraria”. Yo lo que digo es que aquí se nos presenta un grave
problema de “información asimétrica”, así como una falta de coherencia entre lo
que China es políticamente y lo que pretende ser económicamente. Y esa
disociación, indudablemente, no es buena.
China quiere
funcionar como una economía de libre mercado pero políticamente es lo que es, y
nada parece indicar que vaya a cambiar en el corto plazo. La economía de
mercado casa bien con la democracia pero no con este tipo de régimen y, si
hasta ahora parece que les funcionaba esta dualidad, cuando llegan los problemas,
en este caso la pérdida de fuerza en su economía, la incoherencia tiene su
reflejo en los mercados.
El buen
funcionamiento en la transmisión de dinero se basa en un clima de confianza. Cuando
esa confianza se rompe, empiezan los problemas. A esto se le añade la cuestión a
la que me refería inicialmente y que es hipótesis explicativa de muchas de las
tesis doctorales en economía financiera: la asimetría informativa. El asunto más
grave no es que China haya empezado a tener problemas o se produzca una bajada
en el ritmo de crecimiento, lo peor es que no sabemos realmente lo que está
pasando. Hay una absoluta falta de transparencia en las medidas que se están
adoptando y esto genera desconfianza a nivel internacional. La dimensión de la
economía china hace que cualquier temblor se sienta en la otra punta del
planeta. Llevamos unos días de intensa volatilidad y caídas bursátiles como consecuencia del repunte de la incertidumbre sobre la
magnitud real de la desaceleración
de la segunda economía mundial. A pesar de los esfuerzos que muestra el
gobierno chino – al menos, lo que nos deja ver– por contener las caídas en la
bolsa, el índice de Shanghai registra
pérdidas continuas y ha desencadenado una oleada de ventas a nivel global. Hay
mucha incertidumbre acerca de la escala real de la desaceleración económica
china, la imposibilidad de predecir sus implicaciones sobre el crecimiento
global, las presiones deflacionistas tras la devaluación del yuan y la caída de
las materias primas, así como las dudas sobre el inicio de la normalización monetaria de la FED.
Por otro lado, el
hecho de que responsables chinos como Yao Yudong del Research Institune of Finance and Banking, organismo dependiente
del Banco Central de China, eche balones fuera y declare que la volatilidad en
los mercados mundiales no se debe a China ni a la devaluación del yuan, sino a
la preocupación ante una subida de los tipos de interés por parte de la FED tampoco
ayuda mucho. Es evidente que si EE.UU sube los tipos, los mercados emergentes
sufrirán tensiones de liquidez, pero también lo es que la potente economía
asiática podría ser más transparente y, tal vez, llegue un día en que
políticamente sea coherente con lo que pretende ser económicamente. La libertad
y la transparencia informativa son las reglas del juego democrático y también
de lo que algunos llaman “jugar en Bolsa”, que no es ningún juego de niños,
sino un pilar fundamental en el sistema financiero mundial.