viernes, 18 de mayo de 2018

Cosas de la ¿amistad?

Recuerdo que era yo una niña, de 12 o 13 años, y era amiga de A. Y un día A empezó a hablarme muy mal de B: que si B esto, que si B lo otro....Me ponía la cabeza como una jaula de grillos. Y yo no había tratado nunca a B. 

El caso es que tiempo después coincidí con B en un trabajo del cole y me cayó estupendamente. Iba con algo de predisposición negativa por todo lo que A, en su momento, me había contado, aunque soy de las que olvidan mal: recuerdo solo bueno de las personas y los hechos, y casi había olvidado todo lo negativo que me había contado A de B. Nos hicimos amigas B y yo. Coincidíamos en muchas cosas y B mostró además gran admiración por mi facilidad para tocar el piano. Ella lo intentó pero no pudo ser, y su hermana mayor, que había estudiado piano, me invitó a su casa y toqué varias veces para ellas. Merendaba a veces en su casa y ayudada a B con las matemáticas. B es hoy una excelente abogada que vive en el extranjero. 

Tiempo después me enteré por una tercera persona que la animadversión de A hacia B se debía a una pésima jugada que A le había hecho a B y lógicamente B cortó la relación. Y A tenía el cinismo de contarlo de otra manera, ensuciando a B de la forma más injusta. Pasé del asunto y siempre me fié de mis tripas, de mi estómago, de las sensaciones que cada una de ellas me transmitía, al margen de juicios previos no pedidos. 


B y yo seguimos siendo, hoy día, muy amigas. Ella vive en Holanda pero las tecnologías, wasapp y demás ayudan a mantener el contacto. 

Nunca hemos vuelto a hablar de A. Ni la hemos buscado en Facebook. Yo no lo he hecho. No le deseo nada, ni bueno, ni malo. A pesar del ataque de envidia que le dio cuando ella, A, tuvo que dejar el Conservatorio en tercero de piano porque no valía para ello, y vio que yo seguía adelante con mi carrera hasta acabarla. 

¿Es amiga una persona a la que le dan ataques de envidia hacia tí?

Por eso, cuando mis hijos, en alguna ocasión, me vienen con cosas así, o similares, les digo que se fíen de su criterio con las personas. De su instinto. Que no juzguen a alguien por lo que otros les hayan dicho. Que lo juzguen por cómo se porta con ellos porque eso define lo que esa persona es. 

Si yo me hubiera fiado del criterio y juicio de A, a la que no veo ni quiero ver desde que dejé el colegio, allá por el siglo pasado, no hubiera disfrutado de una de las amistades más largas y sólidas de toda mi vida. La que existe entre B y yo. Y cuando hablamos o chateamos, por un momento, nos volvemos a sentir las niñas que tanto se quisieron y ayudaron en su infancia y adolescencia. Porque sí, las adolescentes del siglo pasado éramos NIÑAS. 

B admiraba tanto a las personas que tenían talento para la música que se casó con un músico.