Este artículo fue publicado el 31/05//2018
en la Sección de ECONOMÍA del diario EL COMERCIO
El Consejo de Administración de El Corte Inglés abre la puerta de salida a Dimas Gimeno e intenta encontrar un plan de futuro. Si no fuera porque las noticias de los
últimos tiempos sobre El Corte Inglés ya no nos suenan a música celestial sino a
reggaeton del malo, resulta bastante triste pensar qué se ha hecho mal para que
un empresa con el poderío del Corte Inglés y el valor de marca en nuestro país,
– yo creo que La Roja y El Corte Inglés es lo más nacional que tenemos los españoles,
sin grandes discusiones – tenga que verse en esta situación: la búsqueda de un
plan de futuro. Le ahorro, amable lector, por no aburrir y por limitaciones de
espacio, un resumen detallado de los problemas que viene padeciendo este
emblema comercial español, aunque se llame inglés. Le ahorro la guerra que se
cocía a fuego lento desde hace meses, pero que ha estallado en mayo con toda su
crudeza y le llevo al grano: un conflicto familiar que está poniendo en peligro
una empresa importantísima de nuestro país, con prestigio internacional, que da
empleo a 90.000 personas y que tiene una facturación de 15.000 millones. Todo
esto la convierte, trasladando el lenguaje que usamos para los bancos, en una
empresa “sistémica”. Un resfriado de la cadena pondría en serios problemas a la
economía española. En el lío familiar tenemos, de un lado a Dimas Gimeno, con
el 2,9% del capital del grupo y que llegó a la cúpula del gigante de la
distribución en agosto de 2013 como director general para ser nombrado presidente
en septiembre de 2014, siendo apartado de la gestión hace siete meses. Durante
su gestión logró reducir un 30% la deuda financiera neta, que ha pasado de los
5.688 millones de euros de cierre de 2012 a los 3.927 de finales de agosto del
año pasado. Por el otro lado del jaleo familiar tenemos a las propietarias de
la mayoría accionarial: las hermanas Marta y Cristina Álvarez Guil, hijas
adoptadas de Isidoro, que han apartado de la gestión a su primo, el actual
presidente, Dimas Gimeno. Pero, ¿quiénes son estas señoras que controlan una
empresa tan cercana como El Corte Inglés? Marta y Cristina Álvarez Guil llevan
ligadas a El Corte Inglés casi quince años. Sin embargo, hasta la desaparición
de Isidoro se mantuvieron en segundo plano. Ambas han seguido los pasos de su
madre en cuanto a la discreción que siempre caracterizó a María José Guil, con
quien el patriarca compartió décadas de matrimonio, el segundo para ella. Ya sé
que esto parece un relato de revista del “cuore” pero es que ahí está lo más
sangrante: que un asunto que debería ser exclusivamente económico, orientado a
la buena gestión de la entidad, no es más que un lío familiar. Los primeros
años tras el fallecimiento de Isidoro, Dimas controló la marca, pero las
verdaderas herederas son Marta y Cristina, sus hijas de hecho, aunque no
biológicas. Cuando Isidoro Álvarez conoció a la que a la postre sería su mujer,
María José estaba casada con Alfonso Camorra, que dirigía el restaurante El
Riscal, situado en la calle Marqués de Riscal de Madrid, templo de la alta
sociedad desde los años 50. Todo este jaleo familiar ha hecho saltar las
alarmas entre los inversores, ha rebajado la calificación de la deuda de la
cadena y puede poner en peligro su futuro y, con ello, 90.000 empleos. Ahí es
nada.
En esta guerra intestina también hay disputa
de modelos de gestión: el actual presidente Dimas Gimeno
quiere un Corte Inglés con dependientes jóvenes, una plantilla parecida a la de
Inditex, con mayor especialización y profesionalización, fichajes de especialistas
de otras cadenas, reducción de costes y salida a bolsa. Por el otro lado, el
modelo de las hermanas Álvarez quiere conservar los valores que han hecho de El
Corte Inglés la primera cadena de grandes almacenes de España, potenciar el
modelo multi-marca y primeras marcas e incentivar las promociones internas,
como se ha hecho toda la vida.
El objetivo de las
hermanas Álvarez para el día de hoy (30 de mayo) en que escribo estas líneas es
tumbar las propuestas y mantener la intención de destituir a su “primo del alma”,
que no de sangre. Sea cual sea hoy el resultado, lo sucedido hasta el momento
me parece muy triste y me preocupa por lo que representa. Habrá más capítulos,
sin duda. Y como si el clima enrarecido no fuese suficiente, Dimas también ha cursado
una demanda judicial por la herencia del expresidente Isidoro Álvarez. Con el
recurso, el ala de Dimas pretende aclarar los motivos por los cuales la
herencia de Isidoro Álvarez terminó otorgando 5 en vez de 10 millones de euros
a su hermana María Antonia Álvarez, madre de Dimas. Lo más preocupante de este
Falcon Crest de los grandes almacenes, es que quienes lo gestionan y deberían intentar
entenderse por el bien de la compañía no se cruzan ni por casualidad: Marta
sigue trabajando en su despacho del edificio 127 de la calle Hermosilla, en
Madrid y su primo hace lo propio desde una oficina en el número 112. Los demás,
seguiremos sufriendo por el futuro de esta empresa, aunque no tengamos acciones
de la misma. Que tire la primera piedra aquel que nunca haya comprado nada en
El Corte Inglés. Esperemos que esa vez no sea la última.