Como casi siempre, no me queda otra que estar de acuerdo con Carmen Posadas. Es así. Totalmente. No ser claro y abordar las cosas de frente si no te interesa una persona es una cuestión de cobardía, de descortesía, de falta de educación, de falta de compasión con otro ser humano y su futuro, o de todo junto.
Noblesse oblige, como bien dice Carmen Posadas.
Hay que ser claros y rotundos en ciertas cuestiones. La callada por respuesta es cosa fea e innecesaria también. Y así lo relata la escritora Posadas. Pero se hacen muchas cosas feas en el amor. Y en el desamor, claro.
Estupenda la comparación de esos términos ingleses con ejemplos en la literatura universal, de la que ella es buena conocedora.
De Carmen Posadas en XL SEMANAL
https://www.elcomercio.es/xlsemanal/firmas/carmen-posadas/ghosting-carmen-posadas.html
Ghosting, breadcrumbing, benching,
catfishing… Perdón por la ensalada de palabras gringas, pero esta semana me ha
dado por fijarme en las relaciones afectivas que se entablan en Internet. No
las sexuales, tampoco las de aquí-te-pillo-aquí-te-mato, sino las que aspiran a
ser algo más duraderas. Los anglosajones tienen una capacidad envidiable de
definir conceptos con una sola palabra, algo que resulta muy útil a la hora de
clasificar conductas sociales. Como los términos requieren traducción,
haré un pequeño resumen de qué significan.
Breadcrumbing quiere decir ir 'dejando migajas de pan' (o, en este caso, de afecto)
en los mensajes de WhatsApp para mantener a la otra persona interesada con
mínimas señales que no comprometan demasiado. Algo similar ocurre con la
palabra benching (de 'banco' o 'banquillo') que consiste en
tener a alguien como suplente sentimental o plan B. Catfishing por
su parte significa crearse un perfil falso, y, por supuesto, mucho más
atractivo que el real, con el que ligar. Y por fin está el palabro del momento,
uno que los jóvenes o no tan jóvenes usan de forma habitual: ghosting.
Los sociólogos advierten de que las
redes sociales y los actuales medios propician los peores rasgos de la conducta
humana
Derivado de ghost, 'fantasma', el ghosting consiste
en que alguien que parece muy interesado en nosotros, que nos escribe y/o nos
llama con frecuencia, un buen día se esfuma como un fantasma sin que se
sepa más de él o ella. Obviamente todas las conductas que acabo de enumerar son
viejas como el mundo. Incluso resulta divertido buscarles equivalentes en la
literatura universal.
Así, por ejemplo, el guapísimo Willoughby en la novela Juicio y
sentimiento, de Jane Austen, practica el ghosting con
la señorita Marianne, que no entiende su actitud y cae enferma. Se me ocurre
que Cyrano de Bergerac es un curioso caso de catfishing, porque
su protagonista, que es horroroso, enamora a la mujer de sus sueños ocultando
su aspecto físico. Tanto el breadcrumbing como el benching están
presentes en las novelas de Pérez Galdós o de Emilia Pardo Bazán. Son, por
tanto, los mismos perros con distintos collares, solo que se producen con mucha
más frecuencia en nuestros días, propiciados por las redes sociales y el
anonimato que estas facilitan, un factor este sí nuevo, que por un lado
simplifica (y por otro complica) cualquier tipo de relación.
Tomemos el ejemplo del ghosting. Antes, cuando alguien se
cansaba de ligue o de su pareja, no le resultaba tan sencillo esfumarse como un
fantasma. Cierto que siempre hubo quien fue a por tabaco y no volvió. Pero lo habitual,
sobre todo en poblaciones pequeñas o en sociedades endogámicas, era que, para
romper, tuviera que pasar por el mal trago de dar la cara o al menos enviar
unas líneas. Ahora, en cambio, basta con bloquear a esa persona en el WhatsApp,
ignorar sus mensajes y esfumarse como Houdini. Muy sencillo y muy cómodo, sobre
todo para los cobardes y los maleducados.
Los sociólogos advierten de que las redes sociales y los actuales medios de
comunicación propician y potencian los peores rasgos de la conducta humana. Yo
voy un pasito más allá. Para mí lo alarmante no es que cambie la conducta, sino
que se alteren, además, las normas y las reglas no escritas por las que se rige
toda convivencia, de modo que lo que antes era reprobable ahora se convierte en
perfectamente normal. ¿Qué fue de la consideración, de la compasión, del noblesse
oblige?
Sí, ya sé lo que están pensando, que soy del Jurásico y estos conceptos,
del Pleistoceno. Cierto, pero hacían el mundo más agradable. Como también hace
la vida mucho más agradable el fingimiento, el disimulo o incluso la tan
denostada hipocresía, que, como decía La Rochefoucauld (y más tarde le pirateó
la idea Oscar Wilde), no es más que «el tributo que el vicio rinde a la
virtud». ¿Se imaginan por un momento qué pasaría si todos fuéramos por
ahí diciendo lo que de verdad pensamos y haciendo lo que nos canta? Hay quien
llama a eso ser auténtico, natural, sincero... Yo lo llamo, más bien, hacer
oposiciones aceleradas para volver a la caverna.