jueves, 22 de julio de 2021

Por compasión

 Como casi siempre, no me queda otra que estar de acuerdo con Carmen Posadas. Es así. Totalmente. No ser claro y abordar las cosas de frente si no te interesa una persona es una cuestión de cobardía, de descortesía, de falta de educación, de falta de compasión con otro ser humano y su futuro, o de todo junto. 

Noblesse oblige, como bien dice Carmen Posadas. 

Hay que ser claros y rotundos en ciertas cuestiones. La callada por respuesta es cosa fea e innecesaria también. Y así lo relata la escritora Posadas. Pero se hacen muchas cosas feas en el amor. Y en el desamor, claro. 

Estupenda la comparación de esos términos ingleses con ejemplos en la literatura universal, de la que ella es buena conocedora. 

De Carmen Posadas en XL SEMANAL 

https://www.elcomercio.es/xlsemanal/firmas/carmen-posadas/ghosting-carmen-posadas.html

Ghosting, breadcrumbing, benching, catfishing… Perdón por la ensalada de palabras gringas, pero esta semana me ha dado por fijarme en las relaciones afectivas que se entablan en Internet. No las sexuales, tampoco las de aquí-te-pillo-aquí-te-mato, sino las que aspiran a ser algo más duraderas. Los anglosajones tienen una capacidad envidiable de definir conceptos con una sola palabra, algo que resulta muy útil a la hora de clasificar conductas sociales. Como los términos requieren  traducción, haré un pequeño resumen de qué significan.

Breadcrumbing quiere decir ir 'dejando migajas de pan' (o, en este caso, de afecto) en los mensajes de WhatsApp para mantener a la otra persona interesada con mínimas señales que no comprometan demasiado. Algo similar ocurre con la palabra benching (de 'banco' o 'banquillo') que consiste en tener a alguien como suplente sentimental o plan B. Catfishing por su parte significa crearse un perfil falso, y, por supuesto, mucho más atractivo que el real, con el que ligar. Y por fin está el palabro del momento, uno que los jóvenes o no tan jóvenes usan de forma habitual: ghosting.

Los sociólogos advierten de que las redes sociales y los actuales medios propician los peores rasgos de la conducta humana

Derivado de ghost, 'fantasma', el ghosting consiste en que alguien que parece muy interesado en nosotros, que nos escribe y/o nos llama con frecuencia, un buen día se esfuma  como un fantasma sin que se sepa más de él o ella. Obviamente todas las conductas que acabo de enumerar son viejas como el mundo. Incluso resulta divertido buscarles equivalentes en la literatura universal.

Así, por ejemplo, el guapísimo Willoughby en la novela Juicio y sentimiento, de Jane Austen, practica el ghosting con la señorita Marianne, que no entiende su actitud y cae enferma. Se me ocurre que Cyrano de Bergerac es un curioso caso de catfishing, porque su protagonista, que es horroroso, enamora a la mujer de sus sueños ocultando su aspecto físico. Tanto el breadcrumbing como el benching están presentes en las novelas de Pérez Galdós o de Emilia Pardo Bazán. Son, por tanto, los mismos perros con distintos collares, solo que se producen con mucha más frecuencia en nuestros días, propiciados por las redes sociales y el anonimato que estas facilitan, un factor este sí nuevo, que por un lado simplifica (y por otro complica) cualquier tipo de relación.

Tomemos el ejemplo del ghosting. Antes, cuando alguien se cansaba de ligue o de su pareja, no le resultaba tan sencillo esfumarse como un fantasma. Cierto que siempre hubo quien fue a por tabaco y no volvió. Pero lo habitual, sobre todo en poblaciones pequeñas o en sociedades endogámicas, era que, para romper, tuviera que pasar por el mal trago de dar la cara o al menos enviar unas líneas. Ahora, en cambio, basta con bloquear a esa persona en el WhatsApp, ignorar sus mensajes y esfumarse como Houdini. Muy sencillo y muy cómodo, sobre todo para los cobardes y los maleducados.

Los sociólogos advierten de que las redes sociales y los actuales medios de comunicación propician y potencian los peores rasgos de la conducta humana. Yo voy un pasito más allá. Para mí lo alarmante no es que cambie la conducta, sino que se alteren, además, las normas y las reglas no escritas por las que se rige toda convivencia, de modo que lo que antes era reprobable ahora se convierte en perfectamente normal. ¿Qué fue de la consideración, de la compasión, del noblesse oblige?

Sí, ya sé lo que están pensando, que soy del Jurásico y estos conceptos, del Pleistoceno. Cierto, pero hacían el mundo más agradable. Como también hace la vida mucho más agradable el fingimiento, el disimulo o incluso la tan denostada hipocresía, que, como decía La Rochefoucauld (y más tarde le pirateó la idea Oscar Wilde), no es más que «el tributo que el vicio rinde a la virtud». ¿Se imaginan por un momento qué pasaría  si todos fuéramos por ahí diciendo lo que de verdad pensamos y haciendo lo que nos canta? Hay quien llama a eso ser auténtico, natural, sincero... Yo lo llamo, más bien, hacer oposiciones aceleradas para volver a la caverna.