Un hombre que viaja en tren, ve por la ventanilla un piso desecho a la venta en «el pueblo más feo del mundo». En la parada siguiente, decide coger un autobús, volver atrás en su camino, comprar la vivienda e iniciar allí una nueva vida. Así comienza 'La buena suerte', la novela con la que ayer hizo acto de presencia en la Semana Negra. «Todas mis novelas son de supervivientes y salvo en la primera, siempre hay una luz al final, porque la capacidad del ser humano para adaptarse a la vida es bestial», comentaba en presencia de Ángel de la Calle, antes de presentar la novela y firmar los libros en el recinto ferial. Y cree la autora que esta última «es la más luminosa», porque la coprotagonista, Raluca, «es un personaje que creció tanto mientras se escribía la novela que acabó haciéndose con ella, y es ella la que más luz aporta», comentaba.
'La buena suerte', explica, «es el ejemplo de cómo se puede ver el mundo de otra forma». Y aclara que, «aunque no podemos controlar lo que nos pasa en la vida, sí podemos controlar cómo lo contamos. Y en cierta medida, si cambias la narración, cambias también tu vida».
Una vida rota, en el caso del protagonista, por una serie de circunstancias que el lector va descubriendo según avanza el libro. «La novela trata del bien y del mal, pero del mal absoluto, dice quien cree que hay algo de verdad en eso de que «las religiones fueron creadas para evitar que el mal nos destruya». En su opinión, «los seres humanos no estamos hechos para el mal, por eso nos choca cuando lo vemos, por eso abre portadas de periódicos e informativos, porque es algo que nos choca. Aunque hay mucho mal en el mundo, hay todavía más bondad», dice esperanzada. Por eso, añade, «esta novela te deja con buen sabor de boca. Hay muchos lectores que me han escrito para decírmelo. Y más allá de que en estos tiempos de pandemia quizás necesitemos ese buen sabor de boca, yo creo que es porque el final es feliz, pero tampoco se esconde en ningún momento la oscuridad, la maldad, ni el dolor». A pesar de que existe todo eso, debemos intentar ser felices», propone.
Habló también de cómo le encanta ser meticulosa a la hora de levantar la estructura de sus novelas. «Me enseñó mi maestro Nabokov», al que defendió ante ciertas críticas sobre la falta de moral en 'Lolita'. «Es una gilipollez quien dice que es una novela de pedófilos. Tiene un mensaje de gran profundidad moral, porque el personaje con el que empatizas, al final te das cuenta que era quien se aprovechaba de la joven, y no al revés». Comentaba Ángel de la Calle que, quien pensaba lo contrario, «quizás sea porque no la ha leído».
Por la tarde, de la mano del policía y escritor Alejandro Gallo, Rosa Montero Gayo -que recordó sus orígenes vaqueiros, de las brañas altas de Leitariegos-, se dio un baño de multitudes. Sigue la Semana Negra.