Este artículo fue publicado en TRIBUNA de ECONOMÍA de
el diario EL COMERCIO el 29/12/2020
Tal grito de guerra podrá ser útil para quien se vaya a jubilar en breve, pero desde luego no para mí, ni nadie de mi generación, ni de las siguientes. Es algo que he aceptado: mi pensión sí será tocada, y a la baja. Y lo que más me sorprende es que aún quede gente, sea economista o no de profesión, que piense que el sistema de pensiones español se puede mantener tal cual está. Craso error. Por supuesto, yerran quienes afirman con tal grito de guerra que están defendiendo mi pensión y las venideras. Están defendiendo la suya propia. Vivimos al día en este tema y las pensiones presentes se pagan con aportaciones de los que actualmente estamos trabajando y la ratio no es uno a uno, ¡qué va! Tocamos a 2,3 trabajadores cotizando por cada pensionista. ¿También le entran a usted escalofríos con la cifra? Le aseguro que no me pienso jubilar antes de los 70 años, si Dios me da salud, y visto el incremento de la edad de jubilación oficial que está en los 65 años, por poco tiempo, seguramente me permitirán quedarme algo más. Tal vez hasta los 71 o 72. “Y a mí que me importa”, pensará usted. Lleva razón. Discúlpeme. Lo que tal vez le importe, si tiene usted una edad similar a la mía o inferior, es que el sistema en la actual situación puede quebrar. Por consiguiente, es preciso pensar en complementar la pensión pública, porque cuando usted y yo lleguemos allá, las pensiones públicas serán bastante menos jugosas, incluidas las de los que estamos cotizando con derecho a pensión máxima del sistema. Por lo pronto, se están parcheando algunas cosas, y no es que suene a música celestial, pero van en la buena dirección. La edad de jubilación pasará a situarse en los 66 años y alcanzará los 67 en 2027. Como economista académica, me encantaría conocer la fórmula con la que tal incremento está calculado de manera que garantice la sostenibilidad, pero mucho me temo que está estimado más o menos como yo echo la sal al cocido de garbanzos: a bulto. Sea o no un cálculo sesudo, el cambio va en la buena dirección.
Otra modificación deseable, si fuera posible hacerla, es el
incremento en el número de años cotizados para el cálculo de la pensión, que se
pretende establecer en los últimos 35 años frente a los 25 que se tomarán en
2022. Por el momento, para 2021, solo se suma un año más, calculando las
pensiones con los últimos 24 años trabajados. Se sigue remendando el asunto y
estirando la madeja hasta donde se puede. Esto tiene que salir de un consenso
entre partidos, pero es de pena y dolor que las disensiones se encuentren
dentro del propio gobierno. Una cosa es tener un gobierno de coalición y otra,
bien distinta, una guerra abierta dentro del mismo. Trato de ponerme en la piel
del ministro Escrivá y, ciertamente, entiendo lo complicado que es hacer ver a
una persona como Yolanda Díaz determinadas cosas. No hay más ciega que la que
no quiere ver, además de poco apta para los cálculos y capaz de sostener
dislates como que el incremento de la edad de jubilación perjudicará a los
jóvenes. Eso, además de reflejar que espera muy poco del país que la ha puesto
en el cargo de ministra, es un ejercicio de ignorancia histórico sobre la
esperanza de vida en España cuando se diseñó el actual sistema de jubilación. Afortunadamente
para nosotros somos un país de personas muy longevas, y ello implica cambios.
Además, no se envejece con calidad de vida por lo que los gastos sobre el
sistema sanitario de la población envejecida son mayores cada día. Con las
modificaciones previstas en breve, se endurece la jubilación parcial que se
retrasa a los 62 años con 35 años y 3 meses de trabajo y además, otra cosa
necesaria, es que quienes pretendan jubilarse antes de tiempo, tengan un
recorte del 8% de la pensión por cada año de adelanto. Estamos hablando de
jubilarnos a los 61 o 62, personas que pueden llegar a los 85 años de vida.
¿Nos percatamos del coste sobre el sistema de tal decisión? La especialización
humana lleva a la ignorancia en otros campos, y yo me dedico a los mercados
financieros. Por eso fue muy iluminadora la conferencia por Zoom de hace unas
semanas de un profesor del País Vasco, Iñaki de la Peña, experto en estos
asuntos, quien explicó dónde estaba el problema: en el diseño de partida. La
falla está en el diseño inicial y el cambio de la pirámide poblacional lo ha ido
agravando. Cerró con sentido del humor, muy realista él, señalando que en la
Universidad del País Vasco todos aguantan hasta los 70 años. No se les saca del
asiento “ni con rasqueta”. Y es que como no lo arreglen estos “ilustres”
políticos que tenemos, el sistema va a romper. Y como yo personalmente no
confío que Adriana Lastra pueda resolverme a mí nada, por poner un ejemplo
cualquiera, me dedicaré a trabajar hasta los 72 – si me dejan – y a ahorrar. Si
cuando llegue mi jubileo aún no han roto la caja y el Estado me paga algo, bienvenido
sea. Por lo pronto y visto el percal político, no sé usted, amable lector, pero
yo, no cuento con nada de nada y haré de hormiguita hasta el 16 de junio del
año 2042.