lunes, 25 de enero de 2021

De la Callas: de todo a nada, por amor/desamor

En eso tiene razón: puro drama. Y de que en Avilés se come muy bien, también. Mi primer novio me llevó a los mejores restaurantes de por allí. 

Lo de Puigdemont, ya no opino.  Se lo dejo para los catalanes. 

Albert Boadella: «Hay tal grado de degradación, que ya no sirve ni para las noticias» | El Comercio

Albert Boadella: «Hay tal grado de degradación, que ya no sirve ni para las noticias»

El director teatral estrena el sábado en el Palacio Valdés 'Diva', un viaje por los años de caída libre de María Callas con arias y dúos en directo



Albert Boadella, en 2019 en el Palacio Valdés, antes del estreno 'Y si nos enamoramos de Scarpia?'. / MARIETA
M. F. ANTUÑA

Vuelve Albert Boadella (Barcelona, 1943). Sin risas ni sátiras, pero con mucha música. El cómico catalán se marca un dramón sin concesiones en 'Diva', que se estrena este sábado en Avilés con María Rey-Joly dando vida a María Callas, poniendo voz a las arias y dúos de 'La Traviata', 'Manon Lescaut', 'Norma', 'Madama Butterfly', 'Otello', 'La Wally' y 'Tosca' y rostro y alma a la mujer enamorada y abandonada.

–De '¿Y si nos enamoramos de Scarpia?' a 'Diva', con ópera y estreno en el mismo escenario.

–Aquello era comedia y lo que viene es tragedia. Estos dos espectáculos tendrían que ir juntos, un día uno y, a la mañana siguiente, el otro, para ver cómo unos actuantes se transforman de una forma tan extraordinaria y pasan de ser cómicos divertidos a trágicos profundos.

–Pues es un buen plan...

–Tenemos proyecto de hacerlo, me parece una cosa muy divertida, bajo un mismo concepto de la música, el canto, la ópera, que se vean dos versiones muy distintas de los cantantes y actores.

–El sábado estreno. ¿Usted se pone nervioso o ya no?

–No. Con total sinceridad. Desde hace dos años, muy poco. Quizá porque al final uno trabaja casi como un reto a sí mismo y cuando veo que he cumplimentado el reto, y eso suele suceder en los últimos ensayos, me quedo tranquilo.

–¿Cuál ha sido el reto aquí?

–Hay dos: el primero es que el público vea a la Callas. Ha sido cumplimentado. Se la verá por muchos motivos: la actuación de María Rey-Joly, y también por su parecido, por la forma en cómo ella se desenvuelve en el personaje. Algo parecido ocurre con Antonio Comas y Onassis. El otro reto es la complicación de pasar de la palabra cantada a la palabra recitada, a la prosa. Lo vemos en cada experiencia en las zarzuelas, cuando se pasa de una cosa a la otra hay una ruptura, algo que no está armonizado. Aquí casi no te das cuenta, cuando acaban de hablar empieza la aria.

–¿Cómo se engarza esa joya?

–Es un trabajo muy importante de actuación. Y en la parte de guion hay que encontrar aquellas arias que conectan perfectamente con la situación que estamos viviendo en cada momento.

–¿Por qué este salto de la comedia al drama? ¿Por qué la Callas?

–Es una obra de encargo. Fue María Rey-Joly quien, cuando acabé el montaje de 'Scarpia', me dijo que por qué no hacía algo sobre la Callas. Al principio no le di importancia, pero la miré actuando en mi propia obra y vi que el 50% estaba hecho. Empecé a interesarme por la Callas, me apasioné muchísimo viendo todas sus entrevistas, su música, toda su vida.

–¿Qué descubrimos de ella?

–La gran diva, el gran mito que está en la cima, su caída libre, de tenerlo todo a nada. Yo la sitúo en París, en los últimos años de su vida, cuando no tiene nada, cuando no tiene su amor, que fue Onassis, ni tiene su voz, porque precisamente la dejó por amor a él y estuvo prácticamente seis años sin cantar... Descubrimos la historia de amor trágica, porque él la abandona por Jacqueline Kennedy.

–Siendo vos quien sois, ¿no hay nada de humor?

–Ni una broma. Es una cosa trágica, poética, muy bella visualmente. He dejado de lado la sátira, el sentido del humor para introducime en este mundo. Hay momentos en la vida de todos en los que no hay humor, ya sea por enfermedad, por decadencia, cercanía a la muerte... No hay humor pero sí ternura y dulzura.

–Estos momentos no parece que haya mucho humor en general...

–El drama no está simplemente en el virus –siempre han existidos, son congénitos a la propia vida–, el problema está en la administración. El drama es que una sociedad evolucionada como la nuestra ha sucumbido de forma tan exagerada a este virus y eso demuestra la incompetencia de todas las personas que están en el poder. Lamentablemente no solo en España. Creo que hay una generación de dirigentes políticos poco preparados, poco competentes humana y técnicamente.

–¿Se han portado mal con la cultura?

–No es una situación agradable para nuestro mundo. Estamos muy perjudicados, pero siempre debemos tener la sensatez de pensar que hay otros sectores en muchísima peor situación. Para el turístico es una catástrofe inmensa. Me consuelo pensando que no somos tampoco de los más perjudicados.

–¿Y no es precisamente ahora cuando más necesitamos el humor?

–Yo siempre voy a contracorriente. Cuando no se necesita humor, estoy ahí para chotearme de todo, y esta vez que se necesita humor, yo cuento un drama.

–¿La pandemia nos ha ocultado a Puigdemont?

–El estado de degradación, de decadencia al que hemos llegado en Cataluña es tan alto que ya ni sirve para las noticias. Yo jamás hubiera podido imaginar, ni en mis peores momentos, que llegaríamos hasta aquí.

–¿Qué pasa con Tabarnia?

–Tabarnia ha cumplido con creces su papel, que ha sido de mantener un espejo paradójico hacia lo que sucede. Lo que pasa es que más de lo que hemos dicho, parodiado, satirizado, no podemos. Se autoparodian ellos solos. Ya nadie cree en nada en Cataluña. Se ha conseguido desactivar totalmente al ciudadano y cuando eso sucede la democracia corre un inmenso peligro.

–¿Cómo imagina la Cataluña de dentro de 20 años?

–Soy de naturaleza optimista, pienso que dentro de 20 años la Unión Europea habrá tomado una fuerza importante, de manera que los estados habrán perdido una parte de lo que llamaríamos su soberanía, en el sentido de lo que es la identidad. Hoy en día la identidad es casi la misma para un ciudadano de Avilés, de Madrid o de París, están las diferencias idiomáticas, de algunos conocimientos culturales más próximos, pero sus formas de vida son parecidas al 90%. Las cosas buenas de la identidad se quedarán, los pasadobles, la paella, pero nada más. Esa diferencia entre los individuos como si fueran de razas y almas distintas, eso, afortunamente, desaparecerá.

–¿Y Puigdemont lo verá desde Bruselas o desde Cataluña?

–Donde tendría que estar es un manicomio.

–¿Qué me dice de los indultos?

–Es una mofa a la justicia, un escarnio.

–Volvamos al teatro. ¿Por qué hay que estrenar en Avilés?

–Es un lugar privilegiado. Da gusto trabajar en el Palacio Valdés. Y se come muy bien.