lunes, 14 de diciembre de 2020

Hacerse un hombre, hecho y derecho

 Algún día le toca a un chico hacerse un hombre hecho y derecho, y elegir a una mujer, y sentirse como un hombre, y no como un niño, y hacerla sentir a ella como una mujer, y que no se sienta una niña. 

Pero no a todo el mundo le pasa. Y termina solo...

Elvis y sus peluches. Así lo cuenta John Lee Sanders. 


https://www.elcomercio.es/culturas/habitacion-elvis-nino-20201213011649-ntvo.html

«La habitación de Elvis era como la de un niño, estaba llena de peluches»

El veterano artista norteamericano, que tocó con músicos como Stevie Wonder, Jimmy Page y Chuck Berry, actúa el viernes en Gijón


MIGUEL ROJOGIJÓN.

John Lee Sanders (Evansville, Indiana, 1951) es uno de esos artistas que tienen muchas historias que contar y mucha más música en las venas. Lousiana, Tenesse y Dallas le vieron crecer, y el góspel, el blues y el cajun son su territorio. El viernes 18, a las 19.30 horas, estará en el Jovellanos, por primera vez en Gijón, en el único concierto del Festival Grandes del Góspel. Desde Madrid, donde anoche actuaba en el Centro Cultural Fernán Gómez, atendía al diario EL COMERCIO.

-¿Cuándo recuerda haber escuchado música por primera vez?

-Mis primeros recuerdos vienen de los himnos metodistas de la iglesia y del blues y el góspel de las radios negras de Jackson, en Misouri. Mi familia se estableció allí cuando yo tenía dos años. Mi hermano Chip empezaba con el piano y tocaba 'boogie' que aprendía en los discos de Jerry Lee Lewis y Little Richard. El primer concierto de mi infancia fue en Nueva Orleans. Era el final de los 50 y cantaba una leyenda, Sweet Emma Barret.

GÓSPEL«Nos gusta tocar esta música de amor y esperanza en estos tiempos tan duros de pandemia»

-Estuvo usted en casa de Elvis Presley. ¿Qué recuerda?

-Elvis compró su primera casa en Memphis a los 21 años, muy cerca de donde vivían mis tíos. Recuerdo la habitación de Elvis, parecía la habitación de un niño, con colchas de satén, empapelada de flores y montones de ositos de peluche que le regalaban los fans.

-También conoció, siendo muy joven, a Martin Luther King. ¿Cómo influyó en usted?

-Lo conocí con 12 años, fue solo un hola y un apretón de manos. Era Navidad en Birminghan, Alabama. Ese año fue clave para el movimiento de los derechos civiles. El pensamiento de Luther King forma parte de mí, como cristiano y como ciudadano: el camino del amor, la no violencia, la necesidad de cambio económico y educacional.

-Toca el saxo, la guitarra y el piano. Si solo pudiese llevarse un instrumento a una isla desierta, ¿cuál escogería?

-El saxofón me abrió una ventana al jazz y a la improvisación, me permitió aprender los solos de Coltrane, Miles y tantos otros, pero si tuviera que elegir un solo instrumento para un exilio en una isla desierta sería un piano. Las teclas blancas y negras, sus tonalidades, han sido el centro de mi mundo.

-En los 70, cuando vivía en Dallas, empezó su carrera profesional. Cuénteme la noche que pasó con Jimmy y Stevie Ray Vaughan.

-Los hermanos Vaughan se habían trasladado de Dallas a Austin para formar The Fabulous Thunderbirds. Nuestra banda tenía un show en Austin, pero la furgoneta que llevaba el equipo se averió. No teníamos dinero para el hotel, porque contábamos con el del concierto. Ellos nos invitaron a su casa y a cenar en un 'tex mex' que todavía recuerdo.

-También viajó a Europa en aquella época. ¿De verdad tocó usted el piano de Beethoven cuando visitó su apartamento en Viena?

-Fue lo primero que visité cuando llegué a Viena, el lugar donde escribió buena parte de su música, incluida la 'Moonlight sonata'. El sitio estaba cerrando y el guarda salió a fumar. El teclado del viejo piano estaba cubierto por una pieza de plástico y tenía una señal de 'no tocar', pero no pude resistirme. Levanté la protección y toqué unos pocos acordes y algún motivo musical. El piano estaba desafinado de narices, pero es un momento que nunca olvidaré.

-Después de Dallas acabó tocando en la calle, en Louisana, adonde llegó con dos dólares en el bolsillo. ¿Cómo fueron esos días?

-Me rompieron el corazón en Dallas, los bolos estaban mal pagados y muchas veces eran en garitos tejanos peligrosos. Tenía un sito donde quedarme en Nueva Orleans, era Mardi Grass y me largué. Hay un momento que recordaré siempre. En el Barrio Francés, un grupo de Hare Krishna, cabezas rapadas y túnicas de color melocotón, tocaban tambores y bailaban. Me metí en el centro y empecé a improvisar con ellos. La música era intensa. Algo parecido al 'A love supreme' de Coltrane. Estoy seguro de que los cientos de personas que nos escucharon no pudieron olvidar esa experiencia.

-Tras tocar un bolo con Freddie King en 1976 le invitó a unirse a él y marcharse de gira a Japón. Pero no hubo gira...

-Freddie tenía un show en Monroe poco antes de Navidad, en diciembre de 1976. Fui a la prueba de sonido. Nos alegramos mucho de volver a vernos. Me pidió que trajera el saxo para acompañarles y acabé tocando tres horas. Fue eléctrico. Al final me invitó a participar en su gira japonesa de febrero 1977, pero el 26 de diciembre me llamaron para decirme que había muerto en Dallas por un coágulo sanguíneo. Solo tenía 42 años. Es uno de los guitarristas del top 10 del blues de todos los tiempos.

-Después tocó con los Uncle Rainbow. ¿Cómo influyó esa banda en su carrera?

-Era un quinteto de Dallas que fusionaba rock, jazz, pop y funk, que más tarde se trasladó a la bahía de San Francisco. Con ellos, excelentes músicos, grandes voces, maravillosas armonías, desarrollé mis habilidades como compositor y arreglista.

-Ha tocado con Willie Nelson, Stevie Wonder, Chuck Berry, Jimmy Page... ¿Cuál de ellos le impresionó más y por qué?

-Stevie Wonder. De entre todos, ha sido el que más me ha influido, como cantante, compositor y como personalidad comprometida con la justicia social.

-Blues, jazz, cajun... Toca todos los palos, pero ¿qué siente cuando canta góspel?

-Todos son ramas de las raíces del mismo árbol. Para mí la línea entre todos esos géneros es muy fina. Eso sí, cuando toco Gospel me siento en paz, pero siento un fuego intenso y antiguo.

-¿Qué tienen preparado para Gijón?

-Nuestra banda se está convirtiendo en una unidad muy cohesionada, se hace más fuerte en cada concierto. Estamos muy agradecidos por poder tocar esta música de amor y esperanza en estos tiempos duros de pandemia. Nuestro show trae sabores de Nueva Orleans, Mahalia Jackson y ritmos de 'second line'. Blues de Misisipi. Melodías sofisticadas de la costa Oeste y canciones tradicionales como 'Down by the riverside' y 'Oh, happy day'. Es un show muy hermoso.