Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL
del diario EL COMERCIO el 12/05/2019
Vaya por delante que no suelo pronunciarme
políticamente porque tampoco me interesa demasiado hacerlo ni tengo gran cosa
que decir al respecto. Me considero ideológicamente ubicada en torno al centro,
así como incapaz de afiliarme a un partido político. El presidente del tribunal
de mi tesis doctoral declaró, en dicho acto, que un verdadero universitario ha
de ser políticamente independiente. Tal vez no sea así y se pueda ser un animal
político y un gran académico, pero el caso es que a mí me convenció y me
pareció sensato. No he votado siempre al mismo partido político porque creo que
es muy sana la alternancia política en democracia y hasta necesaria. Una
democracia en la que siempre gobierne el mismo partido, me parece más próxima a
una dictadura, y me da igual el color, de izquierdas o de derechas. Me defino
como economista liberal por una cuestión de pragmatismo: sencillamente la economía
de mercado es la que mejor funciona y no podemos vivir aislados del mundo. Hasta
los chinos han entendido eso y no se puede decir que sean de derechas y, por
último pero no menos importante, soy firme defensora del estado del bienestar y
de potenciar y mantener buenos servicios públicos de sanidad y educación.
Dicho esto, violo hoy mi principio de no pronunciarme
en temas políticos por una buena razón que lleva el nombre de Núria de Gispert.
Es mi intención exponer mi opinión sobre un Tweet de esta señora, del que me
enteré por los medios porque no la sigo ni mucho menos, y es mi obligación
hacerlo sin ponerme a su altura, claro está, ni llamarla ñiquiñaque por
ejemplo, aunque dudo que ella sepa lo que es. Soy una señora nacida en la
vetusta ciudad de Oviedo, estoy en posesión de la máxima titulación que otorga
la Universidad española y me dedico a la docencia universitaria. Por
consiguiente, no puedo caer en determinados fangos que quedan reservados para
personas de la catadura moral de doña Núria, aunque se apellide “de Gispert”, que
suena como de ringo-rango. El Tweet, que ya se borró, hacía referencia a
Girauta, Arrimadas, Millo y Dolors Montserrat, equiparándolos a ganado porcino
que Cataluña exporta, con resultado feliz para ella. Parece ser que, en
concreto, la bella Inés Arrimadas es su enemiga pública número uno.
Colosal viñeta de Gaspar Meana
Seguramente hay más ejemplos en la historia
de la humanidad, pero uno de los que comparó con cerdos a quienes no pensaban
como él o que no sentía de su grupo humano fue el “señor” Adolf Hitler en
relación a los judíos. Entre comillas lo de señor, aplicado a ese ser humano - un
decir -, felizmente desaparecido. También podríamos entrecomillar lo de señora
aplicado a de Gispert, visto lo visto, y leído lo leído, aunque haya
desaparecido de la faz de Twitter. Siempre he pensado que Lucía Etxebarría
recibiese el Premio Nadal era una forma de degradar ese premio. Su trayectoria
posterior corrobora mi afirmación. Podría poner algún ejemplo más. No sé quién
ha recibido la “Creu de Sant Jordi”, pero al parecer es una de las más altas
distinciones que se pueden conceder por los servicios públicos prestados en
Cataluña. El señor Torra, con las declaraciones públicas que ha hecho acerca de
los españoles, no se ha considerado, acertadamente, legitimado para retirarle
la distinción. En ese aspecto él no está para hablar porque está a la altura de
Núria o más abajo, si tal cosa es posible. Y es irrelevante que ella haya
renunciado a la “Creu” o no. El problema es lo que ha escrito y lo que está
dentro de su cabeza.
Lo que me pregunto tras ver todo esto es
¿cómo se puede vivir en ese clima? ¿es actualmente Cataluña un territorio apto
para la vida, la creación, el trabajo o la diversión? ¿es respirable la
atmósfera de un lugar donde hay personas que comparan con cerdos a los que no
piensan como ellos? Muchas empresas se han fugado y no han vuelto, por razones
que como economista me resulta muy fácil entender. El dinero es miedoso y
precisa de seguridad jurídica. Las personas jurídicas están incómodas y muchas
de ellas se van. ¿Y las personas físicas? Loquillo se piró hace tiempo, cuando
lo vio venir, entre otros muchos. Las personas que piensan de Cataluña lo mismo
que Núria de Gispert o Torra supongo que estarán cómodas. En su salsa catalana
“indepe”. Viven en ese territorio privilegiado que tiene motivos para mirar por
encima del hombro al resto de España y catalogar de cerdos a los que no piensen
lo mismo. Pero, ¿qué pasa con el resto de personas físicas que no creen que
Cataluña se tenga que independizar y ser un país separado del resto de España?
¿Están cómodas en la cola del pan pensando que quien va delante de ellos, o
detrás, les considera especie porcina por no participar del independentismo o
no pertenecer a su misma raza? ¿Qué sienten cuando su hijo, de repente, aparece
con una pegatina de la estelada en la mochila del instituto si ellos no le han
educado en eso? Es el propio sistema educativo transferido el que fabrica
“indepes” a gogó con propaganda barata y docencia de una historia viciada y
mentirosa. Desternillantes son los “memes” que se hicieron entre Alain Delon y Oriol
Junqueras cuando este dijo que ellos, los catalanes, presentaban una proximidad
genética a los franceses. Entre ellos dos, en concreto, el parecido es más que
razonable, ¡qué duda cabe, amable lector! Y nosotros los asturianos tenemos proximidad
genética a los gallegos. De hecho, estamos muy cruzados con ellos y mi segundo
apellido lo delata.
En las pasadas vacaciones, en una cena,
coincidimos con un matrimonio de Segovia y otro de Cataluña, en el que el
marido era catalán e independentista y ella granadina, pero no apostaba por la
independencia. Todo iba sobre ruedas en la conversación a seis, sobre lo divino
y lo humano, hasta que salió el tema del procés. Por casualidad. Nadie lo
pretendía pero se presentó sin convocarlo. Está en el aire. En los telediarios,
en todos y cada uno de ellos, prácticamente. Por un momento llegué a un
entendimiento con el catalán, que era economista y empresario. Pude comprender
sus razones económicas, de no querer trasferir fondos; de que cada autonomía se
arreglara con lo suyo, como en EE.UU lo hace cada estado. Y le pregunté: ¿y eso
sería suficiente? Su silencio sepulcral como respuesta le delató. Desde luego,
no era suficiente. Quería ser de otro país. Más francés, más europeo, más, más…No
sé si pensaba que el resto de comensales éramos del género porcino y lo estaba
disimulando muy bien. De hecho, el marido del matrimonio de Segovia era el jefe
de una empresa cárnica. Supongo que no pensaba tal cosa porque su esposa era
del sur de España, pero después de tantos años de residencia en Cataluña con un
adinerado catalán, tal vez ya no pertenecía a esa España inferior y se había
ganado la excelsa nacionalidad catalana.
En su página web, Núria de Gispert nos cuenta
un montón de cosas de su vida. Entre otras, que ya es abuela. Todo lo cuenta en
catalán, claro está, y sin subtítulos, pero servidora pide disculpas porque
entre mis múltiples defectos se encuentra el que soy poco torpe en el
aprendizaje de idiomas así que entiendo lo que dice. Lo entiendo, pero no lo
comparto. Lo mejor que puede hacer de Gispert, tras lo escrito y borrado, es
dedicarse a hacer de abuela, tomar sopitas y ver el telediario. El de TV3, por
supuesto. Sin duda educará a sus nietos en el desprecio porcino a todos quienes
no sean independistas de pro. Es evidente que esta mujer no está para mucho más
y dudo mucho que lo haya estado nunca.