jueves, 16 de mayo de 2019

Confusiones porcinas

Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 
del diario EL COMERCIO el 12/05/2019


Vaya por delante que no suelo pronunciarme políticamente porque tampoco me interesa demasiado hacerlo ni tengo gran cosa que decir al respecto. Me considero ideológicamente ubicada en torno al centro, así como incapaz de afiliarme a un partido político. El presidente del tribunal de mi tesis doctoral declaró, en dicho acto, que un verdadero universitario ha de ser políticamente independiente. Tal vez no sea así y se pueda ser un animal político y un gran académico, pero el caso es que a mí me convenció y me pareció sensato. No he votado siempre al mismo partido político porque creo que es muy sana la alternancia política en democracia y hasta necesaria. Una democracia en la que siempre gobierne el mismo partido, me parece más próxima a una dictadura, y me da igual el color, de izquierdas o de derechas. Me defino como economista liberal por una cuestión de pragmatismo: sencillamente la economía de mercado es la que mejor funciona y no podemos vivir aislados del mundo. Hasta los chinos han entendido eso y no se puede decir que sean de derechas y, por último pero no menos importante, soy firme defensora del estado del bienestar y de potenciar y mantener buenos servicios públicos de sanidad y educación.
Dicho esto, violo hoy mi principio de no pronunciarme en temas políticos por una buena razón que lleva el nombre de Núria de Gispert. Es mi intención exponer mi opinión sobre un Tweet de esta señora, del que me enteré por los medios porque no la sigo ni mucho menos, y es mi obligación hacerlo sin ponerme a su altura, claro está, ni llamarla ñiquiñaque por ejemplo, aunque dudo que ella sepa lo que es. Soy una señora nacida en la vetusta ciudad de Oviedo, estoy en posesión de la máxima titulación que otorga la Universidad española y me dedico a la docencia universitaria. Por consiguiente, no puedo caer en determinados fangos que quedan reservados para personas de la catadura moral de doña Núria, aunque se apellide “de Gispert”, que suena como de ringo-rango. El Tweet, que ya se borró, hacía referencia a Girauta, Arrimadas, Millo y Dolors Montserrat, equiparándolos a ganado porcino que Cataluña exporta, con resultado feliz para ella. Parece ser que, en concreto, la bella Inés Arrimadas es su enemiga pública número uno.

Colosal viñeta de Gaspar Meana

Seguramente hay más ejemplos en la historia de la humanidad, pero uno de los que comparó con cerdos a quienes no pensaban como él o que no sentía de su grupo humano fue el “señor” Adolf Hitler en relación a los judíos. Entre comillas lo de señor, aplicado a ese ser humano - un decir -, felizmente desaparecido. También podríamos entrecomillar lo de señora aplicado a de Gispert, visto lo visto, y leído lo leído, aunque haya desaparecido de la faz de Twitter. Siempre he pensado que Lucía Etxebarría recibiese el Premio Nadal era una forma de degradar ese premio. Su trayectoria posterior corrobora mi afirmación. Podría poner algún ejemplo más. No sé quién ha recibido la “Creu de Sant Jordi”, pero al parecer es una de las más altas distinciones que se pueden conceder por los servicios públicos prestados en Cataluña. El señor Torra, con las declaraciones públicas que ha hecho acerca de los españoles, no se ha considerado, acertadamente, legitimado para retirarle la distinción. En ese aspecto él no está para hablar porque está a la altura de Núria o más abajo, si tal cosa es posible. Y es irrelevante que ella haya renunciado a la “Creu” o no. El problema es lo que ha escrito y lo que está dentro de su cabeza.
Lo que me pregunto tras ver todo esto es ¿cómo se puede vivir en ese clima? ¿es actualmente Cataluña un territorio apto para la vida, la creación, el trabajo o la diversión? ¿es respirable la atmósfera de un lugar donde hay personas que comparan con cerdos a los que no piensan como ellos? Muchas empresas se han fugado y no han vuelto, por razones que como economista me resulta muy fácil entender. El dinero es miedoso y precisa de seguridad jurídica. Las personas jurídicas están incómodas y muchas de ellas se van. ¿Y las personas físicas? Loquillo se piró hace tiempo, cuando lo vio venir, entre otros muchos. Las personas que piensan de Cataluña lo mismo que Núria de Gispert o Torra supongo que estarán cómodas. En su salsa catalana “indepe”. Viven en ese territorio privilegiado que tiene motivos para mirar por encima del hombro al resto de España y catalogar de cerdos a los que no piensen lo mismo. Pero, ¿qué pasa con el resto de personas físicas que no creen que Cataluña se tenga que independizar y ser un país separado del resto de España? ¿Están cómodas en la cola del pan pensando que quien va delante de ellos, o detrás, les considera especie porcina por no participar del independentismo o no pertenecer a su misma raza? ¿Qué sienten cuando su hijo, de repente, aparece con una pegatina de la estelada en la mochila del instituto si ellos no le han educado en eso? Es el propio sistema educativo transferido el que fabrica “indepes” a gogó con propaganda barata y docencia de una historia viciada y mentirosa. Desternillantes son los “memes” que se hicieron entre Alain Delon y Oriol Junqueras cuando este dijo que ellos, los catalanes, presentaban una proximidad genética a los franceses. Entre ellos dos, en concreto, el parecido es más que razonable, ¡qué duda cabe, amable lector! Y nosotros los asturianos tenemos proximidad genética a los gallegos. De hecho, estamos muy cruzados con ellos y mi segundo apellido lo delata.
En las pasadas vacaciones, en una cena, coincidimos con un matrimonio de Segovia y otro de Cataluña, en el que el marido era catalán e independentista y ella granadina, pero no apostaba por la independencia. Todo iba sobre ruedas en la conversación a seis, sobre lo divino y lo humano, hasta que salió el tema del procés. Por casualidad. Nadie lo pretendía pero se presentó sin convocarlo. Está en el aire. En los telediarios, en todos y cada uno de ellos, prácticamente. Por un momento llegué a un entendimiento con el catalán, que era economista y empresario. Pude comprender sus razones económicas, de no querer trasferir fondos; de que cada autonomía se arreglara con lo suyo, como en EE.UU lo hace cada estado. Y le pregunté: ¿y eso sería suficiente? Su silencio sepulcral como respuesta le delató. Desde luego, no era suficiente. Quería ser de otro país. Más francés, más europeo, más, más…No sé si pensaba que el resto de comensales éramos del género porcino y lo estaba disimulando muy bien. De hecho, el marido del matrimonio de Segovia era el jefe de una empresa cárnica. Supongo que no pensaba tal cosa porque su esposa era del sur de España, pero después de tantos años de residencia en Cataluña con un adinerado catalán, tal vez ya no pertenecía a esa España inferior y se había ganado la excelsa nacionalidad catalana.
En su página web, Núria de Gispert nos cuenta un montón de cosas de su vida. Entre otras, que ya es abuela. Todo lo cuenta en catalán, claro está, y sin subtítulos, pero servidora pide disculpas porque entre mis múltiples defectos se encuentra el que soy poco torpe en el aprendizaje de idiomas así que entiendo lo que dice. Lo entiendo, pero no lo comparto. Lo mejor que puede hacer de Gispert, tras lo escrito y borrado, es dedicarse a hacer de abuela, tomar sopitas y ver el telediario. El de TV3, por supuesto. Sin duda educará a sus nietos en el desprecio porcino a todos quienes no sean independistas de pro. Es evidente que esta mujer no está para mucho más y dudo mucho que lo haya estado nunca.