Este artículo fue publicado en TRIBUNA
de EL DIARIO EL COMERCIO el 10/10/2018
Cuando estudié
alemán, encontré en la lógica de esta lógica lengua la clave etimológica de la
seducción y la estrategia que implica. En alemán, la palabra “Verführung” quiere
decir seducción, derivada del verbo “verführen”, que viene a traducirse como “llevar
a alguien por el mal camino”. El verbo “führen” equivale a conducir, liderar y
la palabra “Führer”, traducida como líder, nos trae a todos negativos recuerdos
aunque no los hayamos vivido. Para eso está la historia. Se puede liderar a
alguien por el buen camino pero al introducir la partícula “ver”, se declina
hacia el mal, a la trampa. Hay muchos verbos en alemán que empiezan por “ver” que
tienen sentido negativo: verlassen (abandonar), verletzen (herir), verlieren
(perder), versalzen (pasarse con la sal)…Al traducirlo así, nos recuerda a Eva,
la primera mujer, la que sedujo a Adán y lo llevó a comer del fruto prohibido, perdiendo
el paraíso. “Verführung” tiene algo de estrategia militar, de hacer caer al
enemigo en la trampa. ¿Y por qué una buena chica tiene que hacer eso? Toda esa
historia de la estrategia, las miraditas, el ahora sí pero no, …¡Qué rollo! Yo
tenía una amiga que afirmaba que seducir a un hombre es lo más fácil del mundo:
empezaba con su cigarrito, sus miraditas en el bar…Pero si yo no fumo, me decía
yo. Y eso de mirar de frente o de reojo es de pésima educación. Recuerdo cómo me
reñía mi padre en el restaurante cuando era pequeña y miraba a los comensales
de otras mesas. Y no nos movíamos del sitio, mis hermanos y yo: como clavos en
la silla y mirando para el plato.
La literatura y el
arte, en general, nos habla de esa seducción y, a la vez, del cazador que
quiere cazar pero, en verdad, es cazado. Sin embargo, yo siempre he tenido una
visión muy icástica y para nada fantástica del amor cuando me enfrentaba a una
relación real (no en mis ensoñaciones). Siempre he sido más limpia y menos
estratega porque no creo que el amor se trate de llevar a nadie a una trampa y
triunfar en la estrategia militar para “cazar” a la presa. Creo que el mundo
que hemos vivido las mujeres nacidas en el siglo pasado - y no digamos más
atrás - arrastramos muchos prejuicios con todas estas historias, literarias o
reales. Y para las mujeres (y hombres) del siglo XXI la cosa va a cambiar. Y mucho.
De hecho, ya ha cambiado y todo ha pasado a ser más democrático e igualitario.
Tengo la suerte de haber crecido en una familia numerosa que no practicó ningún
tipo de discriminación con sus hijos: todos varones excepto una hija. Y estoy
en un campo de trabajo – las finanzas – en el que por razones totalmente ajenas
a la discriminación y por meros gustos personales, el 80% son hombres y para
nada nos discriminan a las mujeres en las relaciones laborales. Yo lucho por la
igualdad en todos los planos como lo cantaba Frank Sinatra, “a mi manera”, o
sea, a todos por igual. Y que se afirme que los hombres no quieren trabajar con
mujeres a mí me parece una chorrada como un piano de cola “Steinway and Sons”,
a tenor de lo vivido.
Simpática ilustración de Gaspar Meana
No obstante, no creo
que en el plano de las relaciones personales para quienes hemos nacido el siglo
pasado, la igualdad se haya logrado todavía. Ahí tenemos casi cada día eso de
“la maté porque era mía”. Espero que esto pase de una vez a la historia y las
parejas del siglo XXI entiendan el amor de otra manera desde el principio. En
un mundo en que la gente empieza a contactar por internet y cada uno se dirige
a la red que considere (relaciones de amistad, formales o de “aquí te pillo,
aquí te mato”, según desea cada uno) me temo muy mucho que las ganas de cazar
del cazador se las va a tener que envainar. Se acabó. Te conocí aquí porque
quieres esto o lo otro, y aquí nadie caza a nadie. Esto es para esta noche o
para toda la vida, si surge. Y todo es en un plano mucho más igualitario, y
nadie caza ni pesca a nadie. Eso queda para las aves y las truchas. Simplemente
las personas se conocen (chico-chica, chico-chico o chica-chica) y deciden comenzar
a hablar (o no), o empezar a caminar juntos en la vida (o no).
Todo eso del interné,
como dice De Prada, es muy complicado y nos queda lejos a quienes nacimos en
otro siglo, y te quedaba lo de entrar en un bar porque tus amigas querían ir a
ese pub, en esa ciudad y, aunque no mirabas para nadie salvo para el reloj
porque estabas cansada, porque querías irte a casa para ir al día siguiente a
la boda de tu prima y a ver si mis amigas se cansan o me piro con el coche y
las dejo en Xixón, pues aunque no mires más que para el suelo con cara de pocos
amigos, resulta que te miran, que se acercan y te sacan a bailar. “Y no te irás
así, sin darme el teléfono dejándome solo para toda la vida, ¿verdad?” Y así,
de aquella manera, a la antigua, todo el mundo quedaba contento. Las amigas que
tenían taxista, el cazador y la chica cabreada que no esperaba nada de aquella noche
más que terminara pronto y resulta que igual, un día, con ese chico hay boda. Y
nunca se sabe. O sí se sabe o empieza a saber desde el principio, ¿verdad?
Para las mujeres – y
hombres del siglo XXI – y siguientes, las cosas del amor ya no comenzarán necesariamente
así. Y me alegro por ellas y por ellos. Y el interné traerá muchos jaleos a
mucha gente con eso del Twitter y demás, pero cambia la dinámica de las
relaciones y de la vida misma. Y, al menos en esto, creo sinceramente que para mucho
mejor. Les quita a ambos un peso mental de encima y una trabajera que no veas. De
ninguna manera creo yo, amable lector, que el amor sea una cuestión de
estrategia. El amor es una cuestión, en primer lugar, de una magia, de un no sé
qué no controlable y, a partir de ahí, todo lo demás. El amor no puede tratarse
de trampas al enemigo sino de conversación, de palabras bien dichas, de
comprensión, del Verbo primero y, con quien toca, el Verbo se hace carne,
porque es entendimiento mutuo en los planos vertical y horizontal, es deseo, es
atracción, es respeto, es confianza, es cariño, es amistad, es desvivirse por
el otro para que le vaya bien en lo suyo, por ayudarlo a vivir, por apoyarlo en
lo que es importante para cada ser humano a nivel individual y así mejorar el
equipo colectivo. Eso creo yo que es el amor y las estrategias, para los
militares. Y las mujeres sargento, también las militares. Y los dictadores, ni
olerlos.