Tengo buena memoria para las fechas importantes. Son como marcas del tiempo en la línea vital. En días que presiento que van a ser importantes. El 31 de julio de 1998 fue viernes. Tengo un cacharrito circular muy simpático que me regaló el marido de mi madre. Creo que me lo trajo de Amsterdam. Ubica los días de la semana en un intervalo de 50 años. Hoy, con un iphone, se pueden mirar hasta el infinito prácticamente.
Sin embargo, no necesito ninguno de estos
artilugios para acordarme de que era viernes, de que estaba cansada porque
llevaba toda la semana trabajando como una bestia en mi tesis, que quería irme
a casa, ponerme una mascarilla y dormir 10 horas porque mi prima se casaba al
día siguiente en la Capilla de la Universidad y quería ir bien a la boda. Mis
amigas insistieron: "¡Venga, tía! Lleva tú el coche, que no tomas copas.
Sal un poco que vas a chiflar con tanto ordenador. Hoy toca Gijón que por
Oviedo no hay nada en julio!".
Ni me gustaba salir por
Gijón, ni me gustaba salir de viernes, pero pensé que si hacía algo bueno por
mis amigas, la vida lo haría por mí. Tal vez al día siguiente en la boda de mi
prima, me caería el ramo. Llevaba tres años de soltería elegida tras haber roto
una relación larga.
Y alguien me sacó a bailar en
el Náutico de Gijón. Y luego me trajo para Gijón. De eso hace hoy exactamente 20 años!!!!!
Mi madre se empeñó en que
quería una foto familiar con los niños para la pared. El fotógrafo al ver a mi
marido de metro noventa, los niños que eran más pequeños que ahora dijo: "Pues
todos al suelo". Quedó una foto divertida. La niña está a mi lado y el niño a la
vera de su padre. La tengo en la habitación matrimonial y la veo cada noche
desde la cama. Aquel día, 31 de julio de 1998 fue el primer paso, de baile,
para formar una bonita familia. La que tengo.
Que un hombre lleve 20 años enamorado de la misma mujer y que reclame, como mínimo, otros 20 más, creo que podría ser considerado argumento de una novela romántica, aunque en los tiempos que corren casi, casi podría ser catalogado de ciencia-ficción. Sin embargo, no lo es. Para mi esposo es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Que un hombre lleve 20 años enamorado de la misma mujer y que reclame, como mínimo, otros 20 más, creo que podría ser considerado argumento de una novela romántica, aunque en los tiempos que corren casi, casi podría ser catalogado de ciencia-ficción. Sin embargo, no lo es. Para mi esposo es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.