Este artículo fue publicado en Tribuna
del diario EL COMERCIO el 10 de julio de 2018
Estimado Pedro: Creo
que es la primera vez que me dirijo a todo un ministro de Ciencia, Innovación y
Universidades y, seguramente, nunca leerá esto pero ello no impide que yo tenga
razones de peso para escribirlo y por eso lo hago. Como sabrá, su nombramiento
así como la creación de un Ministerio de Ciencia e Innovación que asume las
competencias de la Universidad han sido muy bien recibidas por la comunidad
científica. Entre los retos más importantes está poner en marcha la Agencia
Estatal de Investigación que debería estar totalmente operativa y, aunque
empezó hace dos años, no ha mejorado la vida de los investigadores. Por otro lado,
no se puede estar dependiendo año tras año de Hacienda y de los presupuestos
porque esto ocasiona desbarajustes como que el dinero de proyectos ya aprobados
no llegue o que no se sepa cuando salen las convocatorias. Si algo necesita la
ciencia y la investigación es estabilidad y tranquilidad.
De la misma manera
que no tengo inconveniente en reconocer la validez de la política económica
desarrollada por el anterior gobierno y, de hecho, publiqué en EL COMERCIO con fecha
10/06/2018 una recomendación argumentada a la nueva ministra de Economía, Nadia
Calviño, defendiendo el sostenimiento de los principales pilares de la política
económica desarrollada por De Guindos, considero que las decisiones tanto en
sanidad como en educación han traído consecuencias negativas para quienes
defendemos la existencia de sistemas públicos sanitarios y educativos de
calidad. Fruto de las necesarias restricciones presupuestarias, se han practicado
importantes recortes en ciencia que han traído graves consecuencias para la investigación
en nuestro país. Ante esos graves efectos sobre la Ciencia y la Investigación
se hace necesario incrementar el porcentaje del PIB destinado a la I+D+i. De
hecho, ya ha declarado usted que espera doblar fondos para los investigadores,
lo cual, evidentemente suena a música celestial. Tal vez demasiado optimista
porque una cosa es lo que se desea y otra lo que finalmente se puede lograr,
pero la intención es positiva. Por otro lado, urge desarrollar la Ley de la
Ciencia y las figuras investigadoras ahí contenidas.
Ilustración de GASPAR MEANA
Se necesitan convocatorias
de proyectos de investigación regulares y periódicas. Es un reto claro aumentar
las partidas dedicadas a la investigación e innovación, celeridad en los
diferentes procesos administrativos relacionados con las distintas
convocatorias, creación de partidas específicas para jóvenes y nuevos
investigadores que eviten la fuga de cerebros y un compromiso serio y
plurianual que fomente la investigación científica y técnica en todos los ámbitos
del conocimiento. Me parece un acierto haber unido la Ciencia a las
Universidades en este nuevo ministerio y en lo relativo al sistema
universitario español cabe afirmar, con rotundidad, que necesita mejorar e
incrementar su financiación. Los profesores universitarios reclamamos desde
hace años la negociación de un Estatuto del Personal Docente e Investigador que
regule el acceso, la promoción, las condiciones de trabajo, la carrera
profesional y la orientación docente o de investigación de más de 115.000
profesores. Otra demanda generalizada es la modificación de los criterios de
evaluación del profesorado de la ANECA y es aquí donde quiero poner el acento
y, seguramente, la principal motivación de mi carta. Dirá que vengo a hablar de
lo mío. Tal vez, pero no es sólo lo mío sino lo de todos mis compañeros que, de
la noche a la mañana, se han encontrado con una regulación – la de Noviembre de
2017 – que ha resultado un auténtico hachazo y algo completamente injusto. No
sé si le ha dado tiempo a ponerse al día con todo pero para que se haga una
idea, las exigencias de promoción son distintas según el campo de conocimiento
y en el caso de la Física, por ejemplo, lo que se le exige en este país a una
persona para ser Catedrático en términos de publicaciones y otros méritos no
eran cumplidos en su momento por Einstein cuando accedió a su cátedra. No
quiero aburrir con otros criterios, como los que afectan a mi área de
conocimiento, pero creo que el ejemplo es suficientemente ilustrativo de a qué
nivel tan artificial e inhumano se han elevado las exigencias que, en la
mayoría de los casos, no cumplen ni las personas que están evaluando a candidatos
para lograr una acreditación a Cátedra universitaria. Es como si, de un día
para otro, uno que se estaba planteando subir el Everest que mide 8.848 metros
se lo incrementan 10.000 metros más. No sólo el doble de lo que se exigía, sino
un pellizco adicional. Sinceramente esto ha resultado muy desmotivador para
muchos profesores universitarios, incluso para aquellos que aún no han logrado
la estabilización de una Titularidad de Universidad. No es de recibo lo que se
exige en este momento para superar una primera oposición en una universidad que
prácticamente hace imposible, por los requisitos exigidos, que nadie pueda
lograrla antes de los 45 años. Y respecto a las cátedras, que no son necesarias
para que uno pueda trabajar con estabilidad y motivación, los requisitos son
“de otro mundo”. Einstein lo era y, ni siquiera él, en la tesitura actual
podría lograr una cátedra en este país. Si cuando tenga usted tiempo le echa un
vistazo a esto, coincidirá con nosotros en lo injusto y desmotivador de este
planteamiento. Y no le aburro más, suponiendo que lea esto, porque me imagino
que tendrá mucho que hacer. Siento mucho eso que dijo de que le hubiera gustado
que le viera su madre. Lo comprendo perfectamente y lo siento de veras. La mía
no aspiraba a que yo fuera ministra sino catedrática, pero cuando le explico
cómo están las cosas me dice: “Hija mía, disfruta de la vida que ya has
estudiado bastante y no necesitas trabajar tanto”. Y si las cosas siguen así dan
ganas de hacerle caso porque ya sabe usted que las madres siempre tienen razón.
Supongo que no lo haré, me conozco, pero razones le aseguro que no me faltan.
Ni a mí, ni al resto de mis compañeros.