miércoles, 18 de julio de 2018

Carta abierta a DUQUE DUQUE

Este artículo fue publicado en Tribuna 
del diario EL COMERCIO el 10 de julio de 2018


Estimado Pedro: Creo que es la primera vez que me dirijo a todo un ministro de Ciencia, Innovación y Universidades y, seguramente, nunca leerá esto pero ello no impide que yo tenga razones de peso para escribirlo y por eso lo hago. Como sabrá, su nombramiento así como la creación de un Ministerio de Ciencia e Innovación que asume las competencias de la Universidad han sido muy bien recibidas por la comunidad científica. Entre los retos más importantes está poner en marcha la Agencia Estatal de Investigación que debería estar totalmente operativa y, aunque empezó hace dos años, no ha mejorado la vida de los investigadores. Por otro lado, no se puede estar dependiendo año tras año de Hacienda y de los presupuestos porque esto ocasiona desbarajustes como que el dinero de proyectos ya aprobados no llegue o que no se sepa cuando salen las convocatorias. Si algo necesita la ciencia y la investigación es estabilidad y tranquilidad.
De la misma manera que no tengo inconveniente en reconocer la validez de la política económica desarrollada por el anterior gobierno y, de hecho, publiqué en EL COMERCIO con fecha 10/06/2018 una recomendación argumentada a la nueva ministra de Economía, Nadia Calviño, defendiendo el sostenimiento de los principales pilares de la política económica desarrollada por De Guindos, considero que las decisiones tanto en sanidad como en educación han traído consecuencias negativas para quienes defendemos la existencia de sistemas públicos sanitarios y educativos de calidad. Fruto de las necesarias restricciones presupuestarias, se han practicado importantes recortes en ciencia que han traído graves consecuencias para la investigación en nuestro país. Ante esos graves efectos sobre la Ciencia y la Investigación se hace necesario incrementar el porcentaje del PIB destinado a la I+D+i. De hecho, ya ha declarado usted que espera doblar fondos para los investigadores, lo cual, evidentemente suena a música celestial. Tal vez demasiado optimista porque una cosa es lo que se desea y otra lo que finalmente se puede lograr, pero la intención es positiva. Por otro lado, urge desarrollar la Ley de la Ciencia y las figuras investigadoras ahí contenidas. 

Ilustración de GASPAR MEANA

Se necesitan convocatorias de proyectos de investigación regulares y periódicas. Es un reto claro aumentar las partidas dedicadas a la investigación e innovación, celeridad en los diferentes procesos administrativos relacionados con las distintas convocatorias, creación de partidas específicas para jóvenes y nuevos investigadores que eviten la fuga de cerebros y un compromiso serio y plurianual que fomente la investigación científica y técnica en todos los ámbitos del conocimiento. Me parece un acierto haber unido la Ciencia a las Universidades en este nuevo ministerio y en lo relativo al sistema universitario español cabe afirmar, con rotundidad, que necesita mejorar e incrementar su financiación. Los profesores universitarios reclamamos desde hace años la negociación de un Estatuto del Personal Docente e Investigador que regule el acceso, la promoción, las condiciones de trabajo, la carrera profesional y la orientación docente o de investigación de más de 115.000 profesores. Otra demanda generalizada es la modificación de los criterios de evaluación del profesorado de la ANECA y es aquí donde quiero poner el acento y, seguramente, la principal motivación de mi carta. Dirá que vengo a hablar de lo mío. Tal vez, pero no es sólo lo mío sino lo de todos mis compañeros que, de la noche a la mañana, se han encontrado con una regulación – la de Noviembre de 2017 – que ha resultado un auténtico hachazo y algo completamente injusto. No sé si le ha dado tiempo a ponerse al día con todo pero para que se haga una idea, las exigencias de promoción son distintas según el campo de conocimiento y en el caso de la Física, por ejemplo, lo que se le exige en este país a una persona para ser Catedrático en términos de publicaciones y otros méritos no eran cumplidos en su momento por Einstein cuando accedió a su cátedra. No quiero aburrir con otros criterios, como los que afectan a mi área de conocimiento, pero creo que el ejemplo es suficientemente ilustrativo de a qué nivel tan artificial e inhumano se han elevado las exigencias que, en la mayoría de los casos, no cumplen ni las personas que están evaluando a candidatos para lograr una acreditación a Cátedra universitaria. Es como si, de un día para otro, uno que se estaba planteando subir el Everest que mide 8.848 metros se lo incrementan 10.000 metros más. No sólo el doble de lo que se exigía, sino un pellizco adicional. Sinceramente esto ha resultado muy desmotivador para muchos profesores universitarios, incluso para aquellos que aún no han logrado la estabilización de una Titularidad de Universidad. No es de recibo lo que se exige en este momento para superar una primera oposición en una universidad que prácticamente hace imposible, por los requisitos exigidos, que nadie pueda lograrla antes de los 45 años. Y respecto a las cátedras, que no son necesarias para que uno pueda trabajar con estabilidad y motivación, los requisitos son “de otro mundo”. Einstein lo era y, ni siquiera él, en la tesitura actual podría lograr una cátedra en este país. Si cuando tenga usted tiempo le echa un vistazo a esto, coincidirá con nosotros en lo injusto y desmotivador de este planteamiento. Y no le aburro más, suponiendo que lea esto, porque me imagino que tendrá mucho que hacer. Siento mucho eso que dijo de que le hubiera gustado que le viera su madre. Lo comprendo perfectamente y lo siento de veras. La mía no aspiraba a que yo fuera ministra sino catedrática, pero cuando le explico cómo están las cosas me dice: “Hija mía, disfruta de la vida que ya has estudiado bastante y no necesitas trabajar tanto”. Y si las cosas siguen así dan ganas de hacerle caso porque ya sabe usted que las madres siempre tienen razón. Supongo que no lo haré, me conozco, pero razones le aseguro que no me faltan. Ni a mí, ni al resto de mis compañeros.