En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde
2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis
artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de
diciembre de 2009, fecha feliz de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO,
decano de la prensa asturiana. Sin lugar a dudas, una de las mejores decisiones
de mi vida.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el sábado 28/07/2016
Este
año pasé las fiestas de San Fermín en Madrid. En realidad, nunca he ido a
Pamplona en esas fechas y creo que nunca iré. Se me ha pasado la edad. Ni siquiera
de jovencita me pareció estimulante la idea de que una chica se regase de vino
barato por dentro y por fuera en esos saraos masivos, apretujada contra media
humanidad. Puesta una a apretujarse con alguien, que sea con quien
verdaderamente desea. Evidentemente, sólo es mi opinión. Pasé, como digo, los sanfermines
en Madrid para asistir a la celebración del encuentro nacional de economistas
financieros académicos, algo que me encaja mucho más que ponerme delante de un toro.
A veces hay miuras en estos encuentros, como el señor Luis Viceira, de la
Harvard Business School, que en su derroche de sabiduría financiera en la
conferencia inaugural también tuvo tiempo de aludir a la política, algo que no
suele suceder en este tipo de foros. En esta ocasión la cita electoral estaba
muy reciente y resultó casi inevitable referirse, aunque fuera sutilmente, a la
tranquilidad que todos los allí presentes sentíamos porque un señor con coleta,
tras los últimos comicios, no tuviera ninguna posibilidad ni de dormir en la
Moncloa, ni de firmar el BOE. Hablo por mí, evidentemente, pero creo que
también, como se dice en el escondite, por todos mis compañeros. Sinceramente,
no es eso lo que nuestro país necesita. Con las cosas de comer no se juega.
Este país necesita, urgentemente, un nuevo gobierno. Sería deseable, aunque ya
parece imposible lograrla, una mayoría de consenso para establecer pactos por
la educación, por la ciencia, por la justicia, por las pensiones, por todas
esas cuestiones básicas de nuestro estado y que deberían ser inamovibles, tanto
si gobierna un partido más escorado a la derecha, o más a la izquierda. Es preciso
lograr que lo importante no cambie en exceso con cada convocatoria electoral, y
que si lo tiene que hacer, sea fruto del pacto de la mayoría. El escenario que
vivimos estos días no parece que nos vaya a traer tal consenso. Algunos
políticos sólo se preocupan de su ombligo y otros no saben aceptar las derrotas. Es evidente que el partido
socialdemócrata nacional tiene un problema y, como los alcohólicos, cuanto
primero lo reconozcan, mucho mejor para comenzar a solucionarlo. Si además del
protagonista de este fiasco electoral lo que tiene el PSOE, como gran esperanza,
es una mujer que ha tardado diez años en sacar la carrera de Derecho y que cada
vez que abre la boca pone de manifiesto sus carencias para el cargo que
ostenta, están apañados. Y se tuvo que llamar Susana. ¡Vaya por Dios!
Por
otro lado, tenemos a los que van por la vida como matones de colegio y resulta
que un día se equivocan y le zurran a uno que es más fuerte que ellos y se
sorprenden si se les devuelve el golpe. Hay cuestiones de honor y dignidad
personal. En verdad hay gente que sólo se da cuenta del daño cuando lo sufren
ellos mismos; no cuando lo provocan. Demuestran una ausencia total de empatía cuando
censuran, cuando vetan, cuando atacan de manera vulgar a quien no es su enemigo.
Sólo se puede concluir que no han entendido nada. En este sentido, Albert
Rivera es un muchacho que me descoloca. Tan pronto me parece un derroche de
sensatez y sentido común, como de repente pasa a comportarse como un niñato
mimado. Los “podemitas” se han puesto a reflexionar tras sus resultados
electorales en junio; también Rivera debería hacerlo y así entendería que sus
resultados en junio se deben a su veto constante al señor Rajoy y a ese acuerdo
que firmó con el PSOE para viajar a ninguna parte.
Quisiera
vivir en un gran país y quisiera ayudar a construirlo. Los españoles podemos
intentar crecer y ser uno de los países determinantes de la nueva Unión Europea
más menguada o podemos hacer un soberano ridículo internacional con unas
terceras elecciones. Nuestros políticos, que no nos caen del cielo sino que
salen del pueblo, deberán decidir si nos convertimos en una gran nación o
terminamos por dinamitarla y autodestruirnos.
Terminadas
las sesiones de trabajo de finanzas y presentado mi trabajo de investigación, renuncié
a la cena de gala en el Casino de Madrid. No solo de economía financiera vive
la mujer o, al menos, esta mujer que suscribe, así que me acerqué a visitar la exposición
fotográfica de José Suárez en el Instituto Cervantes. No es que sea mi fuerte
la fotografía pero su título me pareció muy estimulante - “Unos ojos vivos que
piensan” -. No me defraudó. Más fácil me resultó emocionarme con la obra de Caravaggio
en el Museo Thyssen. Muy recomendable, amable lector. Relataba la biografía del
pintor Michelangelo Merissi da Caravaggio que en 1606 mató en duelo a su rival
Ramuccio Tomassoni, también pintor. Está claro que en el siglo XVII se tomaban
el arte a vida o muerte. Los economistas financieros españoles no hemos llegado
a tanto en nuestras rivalidades mutuas, pero nunca se sabe…