martes, 9 de noviembre de 2021

Sanfermines por Madrid

 En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha feliz de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana. Sin lugar a dudas, una de las mejores decisiones de mi vida. 


Este artículo fue publicado en Tribuna 

de EL COMERCIO el sábado 28/07/2016


Este año pasé las fiestas de San Fermín en Madrid. En realidad, nunca he ido a Pamplona en esas fechas y creo que nunca iré. Se me ha pasado la edad. Ni siquiera de jovencita me pareció estimulante la idea de que una chica se regase de vino barato por dentro y por fuera en esos saraos masivos, apretujada contra media humanidad. Puesta una a apretujarse con alguien, que sea con quien verdaderamente desea. Evidentemente, sólo es mi opinión. Pasé, como digo, los sanfermines en Madrid para asistir a la celebración del encuentro nacional de economistas financieros académicos, algo que me encaja mucho más que ponerme delante de un toro. A veces hay miuras en estos encuentros, como el señor Luis Viceira, de la Harvard Business School, que en su derroche de sabiduría financiera en la conferencia inaugural también tuvo tiempo de aludir a la política, algo que no suele suceder en este tipo de foros. En esta ocasión la cita electoral estaba muy reciente y resultó casi inevitable referirse, aunque fuera sutilmente, a la tranquilidad que todos los allí presentes sentíamos porque un señor con coleta, tras los últimos comicios, no tuviera ninguna posibilidad ni de dormir en la Moncloa, ni de firmar el BOE. Hablo por mí, evidentemente, pero creo que también, como se dice en el escondite, por todos mis compañeros. Sinceramente, no es eso lo que nuestro país necesita. Con las cosas de comer no se juega. Este país necesita, urgentemente, un nuevo gobierno. Sería deseable, aunque ya parece imposible lograrla, una mayoría de consenso para establecer pactos por la educación, por la ciencia, por la justicia, por las pensiones, por todas esas cuestiones básicas de nuestro estado y que deberían ser inamovibles, tanto si gobierna un partido más escorado a la derecha, o más a la izquierda. Es preciso lograr que lo importante no cambie en exceso con cada convocatoria electoral, y que si lo tiene que hacer, sea fruto del pacto de la mayoría. El escenario que vivimos estos días no parece que nos vaya a traer tal consenso. Algunos políticos sólo se preocupan de su ombligo y otros no saben aceptar las derrotas. Es evidente que el partido socialdemócrata nacional tiene un problema y, como los alcohólicos, cuanto primero lo reconozcan, mucho mejor para comenzar a solucionarlo. Si además del protagonista de este fiasco electoral lo que tiene el PSOE, como gran esperanza, es una mujer que ha tardado diez años en sacar la carrera de Derecho y que cada vez que abre la boca pone de manifiesto sus carencias para el cargo que ostenta, están apañados. Y se tuvo que llamar Susana. ¡Vaya por Dios!




Por otro lado, tenemos a los que van por la vida como matones de colegio y resulta que un día se equivocan y le zurran a uno que es más fuerte que ellos y se sorprenden si se les devuelve el golpe. Hay cuestiones de honor y dignidad personal. En verdad hay gente que sólo se da cuenta del daño cuando lo sufren ellos mismos; no cuando lo provocan. Demuestran una ausencia total de empatía cuando censuran, cuando vetan, cuando atacan de manera vulgar a quien no es su enemigo. Sólo se puede concluir que no han entendido nada. En este sentido, Albert Rivera es un muchacho que me descoloca. Tan pronto me parece un derroche de sensatez y sentido común, como de repente pasa a comportarse como un niñato mimado. Los “podemitas” se han puesto a reflexionar tras sus resultados electorales en junio; también Rivera debería hacerlo y así entendería que sus resultados en junio se deben a su veto constante al señor Rajoy y a ese acuerdo que firmó con el PSOE para viajar a ninguna parte.

Quisiera vivir en un gran país y quisiera ayudar a construirlo. Los españoles podemos intentar crecer y ser uno de los países determinantes de la nueva Unión Europea más menguada o podemos hacer un soberano ridículo internacional con unas terceras elecciones. Nuestros políticos, que no nos caen del cielo sino que salen del pueblo, deberán decidir si nos convertimos en una gran nación o terminamos por dinamitarla y autodestruirnos.

Terminadas las sesiones de trabajo de finanzas y presentado mi trabajo de investigación, renuncié a la cena de gala en el Casino de Madrid. No solo de economía financiera vive la mujer o, al menos, esta mujer que suscribe, así que me acerqué a visitar la exposición fotográfica de José Suárez en el Instituto Cervantes. No es que sea mi fuerte la fotografía pero su título me pareció muy estimulante - “Unos ojos vivos que piensan” -. No me defraudó. Más fácil me resultó emocionarme con la obra de Caravaggio en el Museo Thyssen. Muy recomendable, amable lector. Relataba la biografía del pintor Michelangelo Merissi da Caravaggio que en 1606 mató en duelo a su rival Ramuccio Tomassoni, también pintor. Está claro que en el siglo XVII se tomaban el arte a vida o muerte. Los economistas financieros españoles no hemos llegado a tanto en nuestras rivalidades mutuas, pero nunca se sabe…